Todo empieza por una venganza... Un nuevo trabajo, una nueva vida cimentada en la noche, un nuevo objetivo, la otra cara de su persona... Dinero, alcohol, drogas, sexo, hombres, stripper. Un mundo en el que nuestra protagonista estará metida solo y únicamente por una razón: Vengarse y encontrar la felicidad.















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sábado, 9 de julio de 2011

"Vida Sin Luz" Capítulo 24 : Segunda Parte

Pasado un tiempo, no noté nada. Algo de alivio sentí dentro de mí. ¿Habría parado ya? Abrí un poco los ojos. No veía nada. Los abrí completamente y observé por el rabillo del ojo, como una línea roja paseaba por mi espalda hasta mi costado. La cara de terror de Marcos me confirmaba que aún seguía atizándome. De tantos golpes, ya no sentía nada. No me quejaba. Eso le puso más furiosa a Laura.

- Veo que ya no siente nada- comentó ella con desdén.

- Ya la has golpeado demasiado. Se ha acostumbrado- respondió Joseph

- ¡Dejadla en paz, por favor!- chilló Marcos llorando.

Yo estaba sonriendo. Ver a mi chico aún vivo, me daba una satisfacción enorme.

- Muy bien. La dejaremos en paz- Habló Joseph-. Pero tú calladito y haciendo lo que te mandemos.

- Está bien. Lo haré, pero no le hagáis nada.

- Shhh. Tranquilo hermanito. No le haremos daño, al revés- sonrió Laura maléficamente.

Joseph se acercó a mí y comenzó a acariciarme alrededor de las heridas. La espalda la tenía con varias líneas paralelas y largas. Me escocían.

- Sé una niña buena. Te conviene si quieres seguir viviendo… y tu querido novio también- susurró él en mi oído.

No dije nada, solo me centré en esperar qué querría de mí en ese momento.

Sin poder negarme… comenzó a acariciarme suavemente por la pierna. Se deslizaba por el tobillo hasta casi el muslo, de arriba abajo. Yo estaba boca abajo y no podía moverme. En el interior del muslo, acarició suavemente desde la rodilla hasta casi tocar mi entrepierna. Desde ese instante, supe qué intenciones tenía. Y sabía perfectamente, que no me podría negar.

Siguió frotando esa zona un par de veces más. Luego, se paró en mi entrada y empezó a restregar sus dedos por la zona. Cerré los ojos fuertemente, intentando despertarme de esta pesadilla. Pero al volver a abrirlos… seguía en la misma, e incluso peor que antes.
Acarició un poco más, con ímpetu. Cuando me notó húmeda, yo quise ahogar mi respiración entrecortada. No pude soportarlo más cuando introdujo sus dedos dentro de mí. Solté el airé de golpe y abrí los ojos. Miré a Marcos y estaba extrañado.

- ¡Perdóname!-susurré en mis adentros.

Joseph seguía bombeando sus dedos en mi entrada, haciendo que me excitara aún más sin quererlo. Me sentía más sucia que la primera vez al hacerlo con él. Me abrió más las piernas, lo que consiguió excitarme aún más. Con los ojos unidos a los de mi chico, suplicándole mil perdones, Joseph estimuló la zona más sensible de mi cavidad; lo que consiguió que alzase el trasero hacia arriba y gritara.
Jadeando, mojando los dedos de mi ex, con el trasero hacia arriba y con los ojos fijos en mi novio, no pude más. Chillé como nunca lo había hecho, disfrutando del placer y del orgasmo que acababa de vivir.

Joseph se limpió con un trapo que tenía cerca. Me golpeó el culo con una palmada no muy fuerte. Se desabrochó los pantalones. Quería morirme. No paraba de llorar porque no quería nada de eso.

- Me has puesto verdaderamente burro. Aún debes de estar deliciosa, pero no tardaré en comprobarlo- susurró en mi oreja, lo que consiguió que un cosquilleo subiese por mi espina dorsal.

Dicho eso, me adentró en él. Soltó un suspiro ahogado y comenzó a empujar aún más hacia dentro.
Pequeños gemidos salían de su boca. Con los ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior, denotaba el gran placer que sentía, seguido con la cabeza hacia arriba, mirando al techo.
Volvió a estimular mi zona más sensible y no pude resistirlo. Solté un bufido, que más que protestar, era de un calor insoportable. Cerré los ojos y me olvidé de todo. De donde estaba, delante de quien estaba y quien me hacía sentir así. Comencé a suspirar y a jadear como nunca. Me sentía culpable conmigo misma, pero el cuerpo mandaba en ese momento. Luché con todas mis fuerzas, pero soy débil. Me castigué a mí manera.
Mi ex seguía violándome, y yo en vez de resistirme, gozaba como una verdadera perra. La última palabra me excitó de manera enferma y grité aún más. Sin planearlo, llegamos al éxtasis juntos y agotados. Y ahí, me desplomé; sintiendo un gran vacío y culpabilidad sin remedio. Faltaba el abrir mis ojos y ver la cara de Marcos completamente desencajada para desear morirme.

lunes, 20 de junio de 2011

"Vida Sin Luz" Capítulo 24 : Primera Parte

Capítulo 24

Laura se me acercó con paso lento. No tenía ni idea de lo que estaría pasando ahora por su cabeza. Mil cosas y motivos para tener esa sonrisa macabra y de autosuficiencia.

- Vamos a divertirnos mucho hoy- dijo sin mover ni un ápice su mueca divertida.

- ¡No la toques!- gritó Marcos desde la otra punta con desesperación.

- ¡Cállate la boca!- escupió Joseph mientras se dirigía hacia él. Le propinó una patada en la cara-. A ver si aprendes a mantener la bocaza cerrada.

Yo me quedé sin habla. Preocupada. Marcos se incorporó como pudo, pues estaba maniatado. Una raja en el labio inferior se vislumbraba. Una línea roja goteaba en el frio suelo. Escupió hacia un lado un gran charco de sangre y le atravesó con la mirada.

- Sigamos. Por favor, no más interrupciones- miró a su hermano y después se dirigió a mí con la misma sonrisa.

- ¿Qué me vas a hacer?- pregunté

- Ya lo veras, hermosa.

- Tú no eres así, Laura- comencé a hablar para ganar tiempo a medida que intentaba que cambiara de parecer; aunque esto último lo daba por perdido-. Solo sigues órdenes de alguien que no ha superado una ruptura sentimental.

- Zorrita, es mejor que cierres el pico- amenazó mi ex. No me acobardó.

- No me interesa lo que pienses. Tú no sabes por qué hago esto. Te odio y siempre te he odiado. Porque haya sido simpática alguna vez en tu presencia era por guardar las apariencias con mi hermano. Pero ya me cansé. Ahora pagarás por lo que has hecho- Explicó con la mirada llena de ira clavada en mis pupilas. Me estaba intentando apretar más las cuerdas para que no me soltara. Me desgarró la ropa con unas tijeras y me dejó en ropa interior.

Miré a mi novio por un momento. Su mirada preocupante con una llama de lujuria me desconcertó. ¿Hasta en estos momentos pensaba en el sexo? No creo que tuviese cuerpo para ello. Él lo notó y giró la cara para no mirarme.

- Muy bien. Estás tan rica…- se relamió Joseph nada más verme-. Procede, Laura.

Asintió con la cabeza y se dirigió a la otra punta del garaje. No entendía nada.
A los pocos minutos, volvió con varias herramientas en ambas manos. A medida que se iba acercando, mis ojos se abrieron como platos apresuradamente. Llevaba en la mano derecha un látigo de cuero negro. En la otra mano, tenía un rastrillo y un látigo más largo y con varias cuerdas. Al final de estas, comenzaba unos pinchos.

- ¿Qué vas a hacer con eso?- pregunté tragando saliva. En pocos minutos me había quedado con la boca seca y pastosa.

- Una barbacoa- Laura me miró con expresión estúpida-. ¿De verdad tengo que decírtelo?- bromeó.

Dejó las herramientas en una mesa de latón plateado. Las ordenó por tamaño y miró a Joseph al terminar, esperando órdenes.

- Cuando quieras, querida- sonrió.

Sin más dilación, cortó un trozo de esparadrapo y me tapó la boca. Miré por última vez a Marcos y él estaba de rodillas, mirándome con gran preocupación y con lágrimas brotando de sus ojos. Se me cayó el alma al infierno. Empecé a llorar yo también sin apartar nuestras miradas. Era una forma de estar juntos, sentirnos seguros.

- ¡Empecemos!- resonó la voz por todo el recinto.

Me dio la vuelta, retorciendo las cuerdas y notando en las muñecas más presión. Con el esparadrapo no podía gritar y los sonidos se me ahogaban en la garganta antes de que se reprodujesen.
Con la cabeza hacia un lado, vi que Laura se sacó de detrás de su pantalón un cuchillo. Desplazó la fría hoja por mi espalda. La restregó por todo mi cuerpo, notando la temperatura. Cuando paró de pasearla por mi organismo, la paró en seco en mi espalda. Comenzó a hacer pequeños cortes en el omóplato. Mis chillidos se ahogaban en la pegatina que cerraba mi boca. No soportaba el dolor y notaba como la sangre se derramaba. Marcos no podía ni verlo, así que la cabeza cabizbaja y llorando mientras apretaba los puños y los dientes de la ira y la prepotencia.

Mis lágrimas paraban en la almohada de la estrecha cama. El dolor de las heridas y el sufrimiento de mi chico se acumulaban en mi interior.
Sentí el alejamiento del cuchillo y suspiré aliviada, aunque sabía que no había terminado conmigo.

- Siguiente- sonó como un susurro para sí misma que para los demás.

Cogió el látigo de cuero negro. Y antes de comenzar, me sonrió. Sacudía con saña, con ansia y ganas. Yo me retorcía de dolor. Entre las heridas recientes y ahora esto… iba a morir de angustia.

- ¡Parad, por favor! La vais a matar- gritó desesperado Marcos.

Ya no sentía nada. Me encontraba fuera de mi interior, y me dejé ir.

martes, 31 de mayo de 2011

"Vida sin luz" Capitulo 23: Segunda parte

Un gran escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo. La vida de Marcos corría peligro y yo no podía hacer nada por él. No era capaz de reconocer aquella voz, estaba demasiado nerviosa y además cada vez se distorsionaba más a una voz grave.
-          ¡No le hagas daño! ¡Suéltale! Él no te ha hecho nada.
-          Ah no, no. Marquitos se queda aquí conmigo, que nos lo vamos a pasar muy bien, ¿verdad que sí Marcos?
Unos gritos sin palabras se oyeron detrás del teléfono. Era él, seguramente tendría alguna mordaza en la boca.
-          ¿Qué quieres de mí? La guerra va conmigo, no con él, así que suéltale-  grité con mis ojos humedecidos por las lágrimas.
-          A mí nadie me dice lo que tengo que hacer zorrita. Solo te advierto que si no llamas a la policía mañana podrás ver a tu novio, pero con una condición.
-          ¿Cuál?- me apresuré a contestar.
-          Me vas a traer 500.000 euros en metálico a la siguiente dirección: calle Huertos, número 3. Si no estás allí con el dinero a las 12 de la mañana olvídate de ver a tu tortolito.
Pi pi pi. Había colgado. ¿500.000 euros? ¿De dónde iba a sacar yo tanto dinero? Y encima para mañana. ¡Era imposible! Estaba claro que no podía llamar a la policía y tampoco podía ir a un banco a esas horas de la noche. Tendría que esperar a mañana por la mañana para poder conseguir tanto dinero. Y de paso allí preguntaría por donde quedaba esa calle. No pude evitar llorar más intensamente ante la impotencia y la rabia.
No conseguía tranquilizarme, mi respiración cada vez era más agitada. El corazón me latía más deprisa de lo normal. Intenté relajarme pues sabía lo que me estaba sucediendo y en esos momentos Marcos no estaba para calmarme. Recordé como la vez pasada, su respiración logró tranquilizarme, sus abrazos, sus caricias y sus besos. Empecé a recordar todos los momentos vividos con él pero eso lo único que hacía era ponerme peor.
Al cabo de unos minutos logré tranquilizarme aunque aún caían lágrimas por mis mejillas. Decidí subir a la habitación, al menos intentaría dormir aunque era imposible cerrar los ojos con todo lo que estaba pasando.
                               

Me tumbé en la cama con los brazos estirados, intentando relajarme y cerrar los ojos. Miles de preguntas azotaban mi mente. ¿Quién sería aquel hombre encapuchado? ¿Qué querría de mí? ¡Y por qué tiene que estropearme mis maravillosas vacaciones! ¿Acaso será que no me merezco ser ni un poquito feliz? Aquel suceso me demostraba que no. De nuevo mis ojos empezaron a humedecerse, le echaba de menos, temía por su vida, no quería perderle. Marcos había conseguido mucho en tan poco tiempo. Se había portado conmigo como nadie me había tratado antes. Todas sus atenciones, sus regalos, sus palabras, esa forma tan especial que tenía el de demostrarte cuanto te quería que me encantaba. Le quería tanto... Era imposible estar tranquila si no sabía ni donde estaba ni en qué condiciones.
No dormí mucho en toda la noche, me despertaba cada hora con pesadillas que atormentaban mi mente. En mis pesadillas perdía a Marcos, moría en mis brazos o le veía sufrir.
La mañana llegó para mí antes de lo normal. A las 7 y media de la mañana estaba en pie, no podía seguir en la cama, así que me encaminé a ducharme para conseguir al menos relajarme un poco bajo el agua tibia. Mi paso por la ducha duró más de lo normal hasta casi quedar mi piel arrugada por el agua. Salí enrollando mi cuerpo en una toalla. Me arreglé en escasos minutos y baje a la cocina aunque no precisamente para desayunar. El entrar por la cocina hizo que recordara las escenas del día anterior, lo que provocó que mis ojos empezaran a humedecerse de nuevo. La angustia en mi estómago cada vez era mayor y me impedía llevarme ni un mismísimo bocado de comida a la boca. Solo logré beberme un vaso de leche templada y con mucho esfuerzo.
Cuando el reloj marcaba las 8 y cuarto salí por la puerta encaminada a encontrar un banco abierto para intentar conseguir el dinero.
Era un día soleado, caluroso y brillante, aunque no tan brillante para mí. Caminé sin rumbo fijo por las calles, preguntando a la gente por algún banco cerca. No tardé mucho en llegar e intenté pedir aquella cantidad tan grande de dinero. Tuve muchos impedimentos pero al final lograría tener el dinero para las 11 y media, así llegaría a tiempo a la entrega. Tenía muchísimas ganas de ver a Marcos, de saber que no le habían hecho nada, que estaba bien.
De paso le pregunté al hombre del banco donde quedaba la calle Huertos y la verdad que tuve suerte porque no estaba muy lejos de allí.
Como no tenía ganas de ir a casa y todavía faltaban más de dos horas para recoger el dinero, me fui a pasear por la playa. Veía las olas romper en la orilla y pensaba en él, pensaba en nosotros, oía los pájaros cantar con el sonido de las olas y recordaba su risa en mi oído. Sentía el agua tocando mis pies y recordaba su piel rozando con la mía. Todo me recordaba a él, era una situación que me ahogaba por dentro.
Así paso la mañana. Cuando llegó el momento de recoger el dinero fui a por ello sin demorarme ni un minuto y desde allí me encaminé dirección al lugar del encuentro.
Llegué cinco minutos antes con aquel maletín negro pesado. Miraba por todos los lados, pero allí no había nadie. Era un callejón sin salida, con apenas luz y no muy transitado. De repente sonó mi móvil e inmediatamente descolgué, pero sin poder contestar…
-          Vas a hacer todo lo que yo te diga porque te estoy viendo y como hagas cualquier tontería tu novio lo pagara- me dijo aquella voz tras el teléfono.
-          ¿Qué tengo que hacer?
-          Ve hacía el garaje que tienes en frente de las puertas marrones y ponte de espaldas a él. ¡Vamos camina y no sueltes el maletín!
Caminé despacio hacía donde me había dicho y me coloque de espaldas al garaje. Aquel hombre ya me había colgado así que no sabía que hacer más. Esperé unos instantes y de repente una mano tapo mi boca y algo me empujó hacía atras. Estaba dentro de aquel garaje pero la oscuridad me impedía ver quien me tapaba la boca y me ataba las manos con una cuerda. Después me puso una mordaza en la boca. Intenté resistirme pero era inútil y no tenía fuerzas. Me sentó en el suelo junto a la pared. No conseguía ver nada y los nervios me impedían pensar con claridad.
Fue entonces cuando una luz invadió mis ojos y en frente mía encontré a aquella persona tan odiosa que me bajo un poco la mordaza.
-          No grites o estás muerta- dijo ella.
-          ¿Laura?
-          Vaya que lista, te acuerdas de mí. Me alegro de verte de nuevo Michelle.
-          Pero… ¿tu?
-          Ah, no tranquila, yo solo ayudo a mi novio.
-          ¿Tu novio está haciendo esto?- la pregunté desconcertada.
Pero no me contestó pues alguien entró por una puerta blanca que había y cuando me fijé no pude verle la cara, solo aquella capucha negra que me había seguido desde Madrid.
-          ¡Tú! ¿Quién eres?- chillé con rabia.
-          Vaya vaya sigues tan buena como antes Michelle. ¿No te acuerdas de mí?
Aquella voz no era la misma que por teléfono, está ya no estaba distorsionada. Esa voz me sonaba mucho, la había oído antes, ¿pero dónde?
-          Ya veo que no te acuerdas de mí. Tranquila yo te lo recordare zorrita.
En ese momento poco a poco se quitó aquella capucha que le cubría el rostro. Y entonces me quedé sorprendida cuando vi quien era. No, no podía ser. Otra vez no.
-          ¡¿Joseph?!- pregunte asombrada.
-          Al menos te acuerdas de mi nombre. Así me gusta.
-          ¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres de mí? ¿Dónde está Marcos?
-          No, no no- negó rápidamente con la cabeza- Demasiadas preguntas zorrita. Primero quiero el maletín y más vale que esté todo el dinero porque si no sabrás lo que pasará.
-          ¡Déjanos en paz! No te hemos hecho nada.
-          ¿Qué no?- preguntó mientras contaba el dinero del maletín.- Me has engañado con tu jefe. Te gustaba y mientras te acostabas conmigo. Eres una gran zorra y me lo vas a pagar y él también. Fuiste mía y no serás de nadie más. Lo juro.
Laura permanecía allí, de pie contemplando la escena y sin parar de reír.
-          ¡Suéltame! Yo no te engañé con Marcos, yo te quería. ¡Fuiste tú el que te largaste de casa sin dejar nada más que una miserable nota!- grité con lágrimas en mis ojos.
-          Shh- me calló acercándose a mí y mirándome a los ojos con odio- A mí no me repliques Michelle y no me mientas porque eso no te lo consiento.
-          Eres un cabrón, jamás te creí capaz de esto.
-          ¡He dicho que te calles!- me gritó para después darme una bofetada en la mejilla haciendo que enrojeciera y me llevara la mano hacia la cara para aliviar el dolor.
Aquel bofetón no me dolía más que la rabia y la impotencia que sentía. Me sentía engañada, humillada, pisoteada. Todos los días que le quise, lo mucho que creí en él ¿y encima ahora no me deja ser feliz? Lloraba desconsoladamente, no aguantaba esa situación. Pero entonces me acordé de él.
-          ¡Quiero ver a Marcos! ¿Dónde está?
-          Tranquila, Laura te llevará con él, pero antes te cerrará esa boca tan grande que tienes para que no hables más de la cuenta. Ahora le contamos la historia a Marquitos que se merece saberla ¿verdad?
Laura ya me había puesto la mordaza cuando quise contestarle, pero me daba igual al fin iba a ver a Marcos. Joseph le dijo algo a su novia en el oído que hizo que ambos rieran de forma malévola.
 Me llevó a una sala con una luz tenue donde había una cama con un cabecero de hierro y en la otra esquina en una silla había alguien…
-          ¡Marcos!- logré decir después de quitarme la mordaza Laura para que pudiéramos hablar.
-          ¡Michelle!- me dijo alegrándose al verme- ¡Suéltala Laura, no se te ocurra hacerla nada! O te juro que…
-          ¿Qué hermanito? ¿Qué me vas a hacer? Sabes que tienes las de perder, asique cierra la boca.
Laura me tumbó en la cama e intentaba atarme las manos al cabecero pero yo me resistía.
-          ¡Suéltame!
-          Estate quieta o sabes lo que pasara con tu queridísimo novio- me avisó Laura.
Entonces me serené. Sabía que por más que luchara por soltarme empeoraría las cosas.
En poco tiempo terminó de atarme las manos a la cama y los pies al piecero.
-          ¿Qué vas a hacerme?- pregunté con miedo.
-          No, yo no te voy a hacer nada es Joseph quien se vengará de ti ¡zorra!
Y se fue de allí. La habitación quedó en silencio, aun se oían mis sollozos. Miré a Marcos, tenía las ropas desgarradas y su cuerpo estaba lleno de cortes, su labio roto y sangrando y un ojo hinchado.
-          ¡Cariño! ¿Qué te han hecho?- pregunté llorando aún más fuerte.
-          No te preocupes por mí, estoy bien preciosa. ¿Cómo estás tú? ¿Te ha hecho algo ese desgraciado?
-          No, no. No me ha hecho nada estoy bien, pero tu…
-          Tranquila son solo unos rasguños- dijo quitándole importancia.- ¿Quién es ese tio? ¿Le conoces?
Entonces alguien entró por la puerta.
-          Por supuesto que me conoce, ¿verdad Michelle?- dijo mirándome- Anda, por lo que veo no le has contado nada de lo nuestro a tu novio ¿verdad? Qué pena, le has engañado a él también como a mí. Tranquila ahora conocerá toda la historia y se convencerá de lo zorra que eres.
-          ¡No la toques cabrón! ¡Déjala en paz! ¡No te metas con una mujer!- gritó Marcos.
-          Marquitos Marquitos, mi guerra no es contigo, es con ella y me pagará todo lo que me ha hecho. Así que… Laura, por favor pasa cariño, la fiesta solo acaba de empezar chicos- dijo con una risa malévola.

sábado, 28 de mayo de 2011

"Vida sin luz" Capitulo 23: Primera parte

**Marcos**
Estaba cogiendo algo de leña que había detrás de la casa ya preparada, pues aunque estábamos en Marzo, esa semana no es que hiciera mucho calor que digamos.
De repente oí unos ruidos en el otro lado de la casa. Parecía como si un cristal se hubiera roto, entonces pensé que quizás a Michelle se le habría caído algo. Me apresure para entrar dentro de la casa y me dirigí a la cocina, pues se podía apreciar como salía algo de humo por la puerta.
Cuando me acerqué un  poco más me alarmé muchísimo al ver a Michelle tirada en el suelo y en ese mismo instante pude apreciar que aquel humo espeso que salía de la cocina no era normal. ¡Era una bomba de gas! Me tape como pude la nariz para no respirar nada mientras corría a toda velocidad a buscar el extintor de emergencia situado en la entrada del salón.
Intenté hacer desaparecer todo ese humo pero por más que intentaba no respirar, al final fue imposible. Antes de cerrar los ojos pude apreciar como la sombra de una persona se acercaba a Michelle. Notaba como mi cuerpo perdía las fuerzas por momentos, el extintor se me cayó al suelo. Y poco después mi cuerpo desplomado yacía junto al de mi querida Michelle. Pero antes de cerrar los ojos por completo quise saber quién era aquel hombre que estaba en nuestra casa. Con mucho esfuerzo abrí los ojos y allí le vi.  Era el hombre enmascarado que se dirigía hacia Michelle.
-          NOOO- grité en mi interior, pues mis ojos ya estaban cerrados. Y la imposibilidad de no poder salvar a mi chica me producía una gran impotencia.
**
Estaba seguro al cien por cien que mi plan saldría perfectamente. Cuando llegué a aquella casa a orillas de la playa donde se alojaban los dos tortolitos, no pude evitar sonreír. Iba conseguir mi cometido y ya faltaba menos. Me iba a librar de Michelle de una vez por todas, al fin sería mía. Ahora pagará por todo y aprenderá que no se puede ser tan zorra.
Decidido aproveché el momento en que aquel tal Marcos salió de la casa en busca de leña para; por el otro lado de la casa, lanzar la bomba de gas por la ventana de la cocina. Mientras esperaba su efecto con la mascarilla puesta, pude observar por la ventana como Michelle se acercaba lentamente.
-          Así me gusta zorrita, acércate más y respira  hondo- pensé para mis adentros sin poder evitar reírme.
No tardó mucho en caer desplomada al suelo. Fue entonces cuando entré por la ventana. Pero aún quedaba otro pájaro que caer. Esperé a que Marcos fuera en busca de su queridísima novia.
Dicho y hecho. Pero que tonto es. En cuanto llegó se alarmó muchísimo e intento taparse la nariz, lo que no sabía es que eso no le iba a servir de nada. Intentó desvanecer el humo con el extintor, pero el gas se apoderaba poco a poco de él y no tardó en caer al suelo junto a su zorrita.
-          Perfecto, ahora ya os tengo a los dos. Esto ha sido pan comido- dije para mí mismo.
Iba encapuchado aun, asique aunque Marcos no había cerrado del todo los ojos y pudo verme, estoy seguro que no sabía todavía quien era. Me acerqué a mi cometido dispuesto a llevarme aquel peso muerto conmigo, pero entonces se me ocurrió algo mejor.
Sonreí por dentro por la gran idea que se me había ocurrido.
Cogí a mi víctima y me largué de allí sigilosamente.
-          Seguro que este nuevo plan le encantará a mi chica- reí por dentro.
Me apresuré a meter el cuerpo en el coche con cuidado de no levantar sospechas ni hacer ruido para ser descubierto. Una vez dentro le até las manos y los pies por si acaso despertaba y le puse una mordaza en la boca para que no rechistara. Me monté en el coche y salí deprisa de allí, rumbo hacía el lugar del suceso.
Pocos minutos después llegué al garaje que habíamos alquilado por unos días para llevar a cabo nuestro plan. Metí el coche y cerré la puerta inmediatamente.
Allí estaba mi preciosa chica esperándome. Me bajé del coche y la salude con un fuerte beso.
-          Hola Laura- la saludé con un cariñoso abrazo.
-          Hola cariño. ¿Qué tal ha ido?- me recibió ella con un corto beso.
-          Buah, ha sido pan comido, pero…
-          ¿Pero?
-          He tenido una idea mejor y a última hora he cambiado a mi víctima.
-          ¿A quién traes ahora?
-          Ahora lo veras.
Fui directo al coche a bajar a mi victima aun inconsciente. Senté el cuerpo en el suelo y al verlo Laura sonrió.
-          Vaya, vaya esto no se me habría ocurrido.
-          ¿Te gusta?
-          Me encanta- dijo con una sonrisa malévola- Jamás se me habría ocurrido poner como cebo a mi hermanito Marcos.
-          Creo que es lo mejor, así nos aseguramos que la zorra de Michelle vendrá a por su queridísimo novio y ahí será cuando actuaremos.
-          Sí, es el plan perfecto. De hecho se me ha ocurrido algo más.
-          ¿El que cariño?- le pregunté intrigado.
-          Los dos disfrutaremos viéndoles sufrir- me dijo con la ceja levantada.
En ese momento entendí lo que mi chica quería decirme. Al principio me pareció buena idea pero después me entraron los celos.
-          Pero tú… estás conmigo y yo…- pero no me dejo continuar.
-          Sshhh… Lo sé cariño, yo solo pensaré en ti. Además es mi hermano. No te preocupes que yo te quiero solo a ti- me dijo susurrándome en la oreja y dándome un beso fiero en los labios.
Fue en ese momento cuando confié en ella. La sonreí y continuamos aquellos besos fieros que ella había empezado, allí en la puerta del garaje. Con pasión, salvaje, a nuestra manera. Manera que  hacía sentirme poderoso de tenerla solo para mí.
Estaba claro que nuestro plan al final iba a resultar ser un gran éxito, pero teníamos que esperar un tiempo considerable para contactar con la zorrita.
**
Horas después…
Desperté abriendo lentamente los ojos. No recordaba nada de lo que había pasado. ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía en el suelo? ¿Y Marcos?
Entonces, poco a poco, recordé como me había dirigido hacía la cocina al ver tanto humo y después caí al suelo. Pero, ¿qué era ese humo que me hizo caer inconsciente? Me levante del suelo despacio, un poco mareada. Observé como la ventana de la cocina estaba rota y un bote cilíndrico permanecía en el suelo. Fue entonces cuando caí en la cuenta.
-          ¿Una bomba de gas?- me pregunté para mí misma.
Me temí lo peor, así que empecé a buscar a Marcos por toda la casa.
-          ¡Marcos! ¡Marcos! ¿Dónde estás?- grité preocupada dando vueltas por los dos pisos de la casa.
Pero allí no había nadie, solo estaba yo. Salí fuera con la esperanza de encontrarme a mi chico en la playa o a los alrededores de la casa. Pero por muchas vueltas que di, Marcos no estaba por ninguna parte. Intenté llamarle por teléfono sin éxito alguno, pues lo tenía apagado o fuera de cobertura.
Me senté en el sofá, preocupada, nerviosa. ¿Quién podría haber lanzado una bomba de gas?
De repente se me encendió la bombilla. Y solo una idea se me pasó por la mente.
-          ¡Oh no! No puede ser. Otra vez no.
¿Habría sido aquel chico enmascarado que me perseguía por Madrid? ¿Nos habría seguido hasta aquí estropeándonos nuestras vacaciones? Y lo más importante, ¿Dónde estaba Marcos? ¿Se lo habría llevado?
En ese mismo momento, en que mi cabeza no paraba de pensar, sonó mi móvil y no tardé en cogerlo de la mesa. Era un número desconocido, pero no me lo pensé dos veces.
-          ¿Sí?
-          Ni se te ocurra llamar a la policía zorrita, o tu novio sufrirá las consecuencias. No sabes lo que soy capaz de hacer- dijo aquel hombre con la voz un poco distorsionada.

domingo, 22 de mayo de 2011

"Vida Sin Luz" Capítulo 22 : Segunda Parte

Sus manos recorriendo mi cuerpo, centímetro a centímetro, me hacían suscitar alocadamente. No podía pensar con claridad; solo quería más y más caricias en mi piel, más besos en mis labios, y más suspiros tatuados en mi cuerpo. Me estremecía con cada roce y eso a él le quitaba el sentido.
Como una pareja sincronizada, nos desnudamos. Y como si estuviésemos programados, nos dimos placer como nunca antes lo hicimos. Una manera extraña y sentimental que nos indicaba que disfrutábamos como si fuese el último. Nos unimos más, nos acercamos a grandes zancadas hasta atrapar la piel del otro, y agarrándonos como si nos fuese la vida en ello para no soltarnos; nuestros cuerpos encajaron a la perfección. Un vaivén interno y externo, conseguía radiar la felicidad en nuestros rostros por unos minutos.
Últimos suspiros y gotas de sudor por la frente. El cuerpo ardiendo como estufa y besos con lengua de temperatura fría. Cambio de clima en segundos daba una excitación perfecta; ayudando a llegar al éxtasis, juntos, felices y enamorados como una lluvia torrencial que cala hasta los huesos.

Pequeños besos ardientes en mi clavícula, se congelaron en mi sien. Era la mejor forma de hacer el amor sin contar con las anteriores. Había sido una maravilla sentirle dentro de mi ser. Ahora abrazados y notar su respiración acompasada mientras me acariciaba el cabello y me limpiaba las gotas de sudor con el pulgar, era la mujer más afortunada del mundo. Quise que el tiempo se parara y el mundo dejase de girar para nosotros. Si me hiciesen la típica pregunta de qué deseo pediría antes de morir… sería ese. Quedarnos así durante toda la eternidad, aunque supiese que sería imposible.

La tranquilidad se vio interrumpida por el movimiento de Marcos.

- ¿Dónde se supone que vas?- pregunté con desdén entre regañina y molestia por finalizar mi gran comodidad encima de su hombro.

- A la cocina, ¿es delito moverse de la cama para comer algo?- respondió con seria ironía.

- Delito no… pero si muy grave sin preguntarme si quiero que te muevas- me incorporé hasta quedarme de rodillas frente a él, que estaba de pie de espaldas a la puerta del dormitorio, y con un tono irónico más serio y grave; acentuándolo.

- ¡Ah! Perdone usted, señorita. La próxima vez, la avisaré de que la almohada se moverá debajo de su cara- rió. Reí interiormente pero él no me vio mover un ápice de mis articulaciones faciales.

Marcos se giró y le agarré de la goma del calzoncillo que llevaba puesto hace apenas unos minutos. Le hice darse la vuelta sobre sí mismo para que me mirara. Le tiré de la goma elástica hacia mí y cayó de bruces contra la cama. Ahí no pude resistirlo y me carcajeé.

- ¿Te crees muy graciosa?- intentó sonar indignado y enfadado, pero a mí solo me causaba risa.

- ¿Yo? ¡Qué va!- seguí riéndome, pero intentando aguantarme la carcajada como podía. Cerré la boca, apretando los labios y aguantando la risa entre los dientes. Él se me acercó y me miró con ojos desafiantes.

- ¿Estas segura?

Asentí con la misma expresión de estreñida en el rostro, colorada y casi ahogándome por no reírme en su cara.

- Yo creo que te crees demasiado graciosa- comentó serio. Y sabiendo lo que pasaría al pronunciar algunas palabras…-, tanto como para ser capaz de hacerme rebotar en la cama de bruces.

Sabiendo que me lo iba a imaginar nada más decirlo, no pude más y exploté. Me reí como nunca lo había hecho en estos meses y se me escapó una pequeña gota de saliva que fue a parar a su ojo derecho. Entre la escena y lo nuevamente ocurrido me reí aún más. Marcos me empezó a hacer cosquillas como castigo. Por una parte era sufrido, pues las carcajadas provocadas por sus dedos en mis costillas eran insoportables, y el dolor se pronunciaba en la tripa.

Después de ese momento tan divertido y que tanto necesitábamos por los meses tensionados, nos relajamos intensamente.
Le dejé marchar a la cocina y, en una bandeja, sostenía dos zumos de naranja y un tazón de fresas con nata.

La imaginación vuela al pronunciar esas tres palabras. El paladar se me hizo agua y mi cuerpo reaccionó. Estuvimos el resto del día comiendo fresas, vistiéndonos con nata y limpiándonos con amor y lengüetazos. Dándonos placer por todos los rincones de la casita en el mar.

5 días después…

Amaneció con los reflejos de los rayos de luz que desprendía el sol en la suave y tersa espalda de Marcos. Sonreí como nunca lo había hecho. Estos días en Mallorca han sido los mejores sin duda. Debimos marcharnos antes a este lugar.
Besé delicadamente a mi chico, pero con intención de despertarlo. Lo conseguí.

- Buenos días, príncipe- le sonreí.

- Buenos días… princesa- me devolvió la sonrisa. Me abrazó y me besó tiernamente en los labios.

- ¿Quieres desayunar?

- ¿Puedo elegir el menú?

- Mmm… Depende. ¿Qué es lo que te apetece?

- Pues… me apetece desayunar algo dulce y sabroso.

- ¿Fruta?

- ¿En qué especie de fruta te incluirías?- preguntó lujurioso y sensual. Yo me puse roja como un tomate, pues no me esperaba esa respuesta.

- Pues no sé.

- Yo te incluiría en la familia de las peras de agua. Cuerpo bonito, hermosa, dulce y refrescante- sacó una media sonrisa. Estaba irresistible, así que no pude aguantarme las ganas de morderle el labio inferior.

- Gracias por tantos piropos- volví a besarle. Él se hizo hacer, de lo más feliz.

Salimos de la cabaña yendo todo recto hasta la orilla del mar. Colocamos la toalla, uno al lado del otro, y disfrutamos del maravilloso sol que resplandecía en el cielo azul claro.
Nos bañamos en el agua fría y jugamos con las pequeñas olas. Al llegar a las toallas, Marcos me agarró de la cintura, me tiró con delicadeza en la arena y me empezó a dar vueltas.

- ¡Mira, una croqueta humana rebozada!- dijo mientras reía.

- ¡Mira, un imbécil rebozando a su novia con arena en vez de con pan rallado!- exclamé riéndome e intentando sonar seria.

- ¡No me digas que no es divertido!- comentó como si fuese obvio.

- Te libras porque te quiero, que sino… te la hubieras ganado por rebozarme como un filete. Así que me hace gracia.

- Yo sí que te quiero. Y me encantaría estar aquí, así, contigo para la eternidad.

- Y a mí. No pensé que tú consiguieras hacerme sentir como una mujer, como una persona en vez de como un objeto.

- ¡Eh! ¡Eres una mujer! Y eres la única que me ha hecho sentir así. Así de…

- ¿De…?

- De…- se ruborizó- enamorado. Siempre he sido un picaflor. Iba de unas a otras, pero en cuanto te vi aparecer por la puerta del hotel en busca de trabajo no pude impedir no contratarte. Tan inocente, tan guapa, tan angelical… Como ahora, pero más hermosa.

- ¡Pero qué cosas dices!- le abracé y le besé aunque tuviésemos los labios llenos de arena. Nos reímos, nos limpiamos y seguimos con el maravilloso beso.

Aquella declaración fue lo que me hizo ver que era el único y maravilloso hombre que estaba buscando. Me daba cuenta no solo por el viaje y por esas palabras, sino por todo lo que ha hecho por mí, por todo lo que ha demostrado estando a mi lado protegiéndome.

- Marcos…- pronuncié su nombre dubitativa.

- Dime, preciosa- enseñó su media sonrisa torcida a la vez que me acariciaba la mejilla.

- Sé que puede sonar cursi, o incluso precipitado, pero…

- ¡Suéltalo ya!- me interrumpió nervioso. Intentó guardar un poco la calma estrechándome entre sus brazos.

- Que con todo lo que has hecho por mí y gracias a estos días de vacaciones, sé que puedo confiar en ti para todo y que me quieres de verdad. Y con tu reciente confesión, me he dado cuenta que… te quiero muchísimo, y que si me faltas no sería nada.

- ¿Te has enamorado de mí?- preguntó tan ilusionado y con lágrimas en los ojos como un niño que le han regalado la bicicleta que pidió para reyes.

- Me parece que sí. Es una verdadera lástima- sonreí.

- Eres muy mala, ¿lo sabias?- sacó una sonrisa ensanchada que ocupaba toda su cara. De oreja a oreja. Se acercó a mí y me besó con gran sentimiento. Movió la cabeza hasta mi oreja mientras seguía sonriendo- Gracias por existir en mi vida, gracias por estos momentos y gracias por ser como eres. Te amo- susurró.

Nos besamos apasionadamente. No pude creer que se lo haya confesado ni que haya conseguido que sintiese algo fuerte por él, pero todo lo que ha hecho sin necesidad de decirle nada, es algo muy valioso. Lo quería muchísimo y ya no podría vivir sin que él estuviese dentro de mi vida.

Cuando quisimos darnos cuenta, ya estaba anocheciendo y muertos de hambre, pues no habíamos probado bocado en todo el día; sin contar con el desayuno.

Recogimos todos los bártulos y entramos en la casita de madera. Marcos se ofreció a cocinar y hacerme la cena para consentirme. Yo no pude negarme y esperé en el saloncito viendo la televisión mientras ardía la leña en la chimenea.

Cenamos tranquilamente y con miraditas. Sonrisas cómplices y ojos que gritaban el amor que profesábamos por el otro. Cuando terminamos, quedamos llenos. Marcos acercó dos platos a donde yo estaba sentada antes de empezar a comer. En la pequeña mesita de café, dejamos la cena y bajamos al suelo los cojines del sofá. Como si estuviésemos en un restaurante árabe, cenamos con risas y diversión. Testigos; las llamas del fuego y nuestros sentimientos confesados.

La chimenea se apagó y no había más leña. Yo me quedé dentro de la casa viendo la televisión y Marcos salió a por troncos para volver a encenderla.

“Crack”

Sonó un gran estruendo en la cocina. Corrí alarmada hacia el lugar. Permanecí paralizada cuando vi la ventana rota y un pequeño cilindro alargado de color verde. De ahí salió un gran humo blanco que se apoderó de todo el espacio de la cocina. Cuando reaccioné y supe que era una bomba de gas, me di la vuelta; pero fue demasiado tarde. Nada más girarme, se me nubló la vista y noté un gran golpe contra el suelo.