Un gran escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba abajo. La vida de Marcos corría peligro y yo no podía hacer nada por él. No era capaz de reconocer aquella voz, estaba demasiado nerviosa y además cada vez se distorsionaba más a una voz grave.
- ¡No le hagas daño! ¡Suéltale! Él no te ha hecho nada.
- Ah no, no. Marquitos se queda aquí conmigo, que nos lo vamos a pasar muy bien, ¿verdad que sí Marcos?
Unos gritos sin palabras se oyeron detrás del teléfono. Era él, seguramente tendría alguna mordaza en la boca.
- ¿Qué quieres de mí? La guerra va conmigo, no con él, así que suéltale- grité con mis ojos humedecidos por las lágrimas.
- A mí nadie me dice lo que tengo que hacer zorrita. Solo te advierto que si no llamas a la policía mañana podrás ver a tu novio, pero con una condición.
- ¿Cuál?- me apresuré a contestar.
- Me vas a traer 500.000 euros en metálico a la siguiente dirección: calle Huertos, número 3. Si no estás allí con el dinero a las 12 de la mañana olvídate de ver a tu tortolito.
Pi pi pi. Había colgado. ¿500.000 euros? ¿De dónde iba a sacar yo tanto dinero? Y encima para mañana. ¡Era imposible! Estaba claro que no podía llamar a la policía y tampoco podía ir a un banco a esas horas de la noche. Tendría que esperar a mañana por la mañana para poder conseguir tanto dinero. Y de paso allí preguntaría por donde quedaba esa calle. No pude evitar llorar más intensamente ante la impotencia y la rabia.
No conseguía tranquilizarme, mi respiración cada vez era más agitada. El corazón me latía más deprisa de lo normal. Intenté relajarme pues sabía lo que me estaba sucediendo y en esos momentos Marcos no estaba para calmarme. Recordé como la vez pasada, su respiración logró tranquilizarme, sus abrazos, sus caricias y sus besos. Empecé a recordar todos los momentos vividos con él pero eso lo único que hacía era ponerme peor.
Al cabo de unos minutos logré tranquilizarme aunque aún caían lágrimas por mis mejillas. Decidí subir a la habitación, al menos intentaría dormir aunque era imposible cerrar los ojos con todo lo que estaba pasando.
Me tumbé en la cama con los brazos estirados, intentando relajarme y cerrar los ojos. Miles de preguntas azotaban mi mente. ¿Quién sería aquel hombre encapuchado? ¿Qué querría de mí? ¡Y por qué tiene que estropearme mis maravillosas vacaciones! ¿Acaso será que no me merezco ser ni un poquito feliz? Aquel suceso me demostraba que no. De nuevo mis ojos empezaron a humedecerse, le echaba de menos, temía por su vida, no quería perderle. Marcos había conseguido mucho en tan poco tiempo. Se había portado conmigo como nadie me había tratado antes. Todas sus atenciones, sus regalos, sus palabras, esa forma tan especial que tenía el de demostrarte cuanto te quería que me encantaba. Le quería tanto... Era imposible estar tranquila si no sabía ni donde estaba ni en qué condiciones.
No dormí mucho en toda la noche, me despertaba cada hora con pesadillas que atormentaban mi mente. En mis pesadillas perdía a Marcos, moría en mis brazos o le veía sufrir.
La mañana llegó para mí antes de lo normal. A las 7 y media de la mañana estaba en pie, no podía seguir en la cama, así que me encaminé a ducharme para conseguir al menos relajarme un poco bajo el agua tibia. Mi paso por la ducha duró más de lo normal hasta casi quedar mi piel arrugada por el agua. Salí enrollando mi cuerpo en una toalla. Me arreglé en escasos minutos y baje a la cocina aunque no precisamente para desayunar. El entrar por la cocina hizo que recordara las escenas del día anterior, lo que provocó que mis ojos empezaran a humedecerse de nuevo. La angustia en mi estómago cada vez era mayor y me impedía llevarme ni un mismísimo bocado de comida a la boca. Solo logré beberme un vaso de leche templada y con mucho esfuerzo.
Cuando el reloj marcaba las 8 y cuarto salí por la puerta encaminada a encontrar un banco abierto para intentar conseguir el dinero.
Era un día soleado, caluroso y brillante, aunque no tan brillante para mí. Caminé sin rumbo fijo por las calles, preguntando a la gente por algún banco cerca. No tardé mucho en llegar e intenté pedir aquella cantidad tan grande de dinero. Tuve muchos impedimentos pero al final lograría tener el dinero para las 11 y media, así llegaría a tiempo a la entrega. Tenía muchísimas ganas de ver a Marcos, de saber que no le habían hecho nada, que estaba bien.
De paso le pregunté al hombre del banco donde quedaba la calle Huertos y la verdad que tuve suerte porque no estaba muy lejos de allí.
Como no tenía ganas de ir a casa y todavía faltaban más de dos horas para recoger el dinero, me fui a pasear por la playa. Veía las olas romper en la orilla y pensaba en él, pensaba en nosotros, oía los pájaros cantar con el sonido de las olas y recordaba su risa en mi oído. Sentía el agua tocando mis pies y recordaba su piel rozando con la mía. Todo me recordaba a él, era una situación que me ahogaba por dentro.
Así paso la mañana. Cuando llegó el momento de recoger el dinero fui a por ello sin demorarme ni un minuto y desde allí me encaminé dirección al lugar del encuentro.
Llegué cinco minutos antes con aquel maletín negro pesado. Miraba por todos los lados, pero allí no había nadie. Era un callejón sin salida, con apenas luz y no muy transitado. De repente sonó mi móvil e inmediatamente descolgué, pero sin poder contestar…
- Vas a hacer todo lo que yo te diga porque te estoy viendo y como hagas cualquier tontería tu novio lo pagara- me dijo aquella voz tras el teléfono.
- ¿Qué tengo que hacer?
- Ve hacía el garaje que tienes en frente de las puertas marrones y ponte de espaldas a él. ¡Vamos camina y no sueltes el maletín!
Caminé despacio hacía donde me había dicho y me coloque de espaldas al garaje. Aquel hombre ya me había colgado así que no sabía que hacer más. Esperé unos instantes y de repente una mano tapo mi boca y algo me empujó hacía atras. Estaba dentro de aquel garaje pero la oscuridad me impedía ver quien me tapaba la boca y me ataba las manos con una cuerda. Después me puso una mordaza en la boca. Intenté resistirme pero era inútil y no tenía fuerzas. Me sentó en el suelo junto a la pared. No conseguía ver nada y los nervios me impedían pensar con claridad.
Fue entonces cuando una luz invadió mis ojos y en frente mía encontré a aquella persona tan odiosa que me bajo un poco la mordaza.
- No grites o estás muerta- dijo ella.
- ¿Laura?
- Vaya que lista, te acuerdas de mí. Me alegro de verte de nuevo Michelle.
- Pero… ¿tu?
- Ah, no tranquila, yo solo ayudo a mi novio.
- ¿Tu novio está haciendo esto?- la pregunté desconcertada.
Pero no me contestó pues alguien entró por una puerta blanca que había y cuando me fijé no pude verle la cara, solo aquella capucha negra que me había seguido desde Madrid.
- ¡Tú! ¿Quién eres?- chillé con rabia.
- Vaya vaya sigues tan buena como antes Michelle. ¿No te acuerdas de mí?
Aquella voz no era la misma que por teléfono, está ya no estaba distorsionada. Esa voz me sonaba mucho, la había oído antes, ¿pero dónde?
- Ya veo que no te acuerdas de mí. Tranquila yo te lo recordare zorrita.
En ese momento poco a poco se quitó aquella capucha que le cubría el rostro. Y entonces me quedé sorprendida cuando vi quien era. No, no podía ser. Otra vez no.
- ¡¿Joseph?!- pregunte asombrada.
- Al menos te acuerdas de mi nombre. Así me gusta.
- ¿Por qué haces esto? ¿Qué quieres de mí? ¿Dónde está Marcos?
- No, no no- negó rápidamente con la cabeza- Demasiadas preguntas zorrita. Primero quiero el maletín y más vale que esté todo el dinero porque si no sabrás lo que pasará.
- ¡Déjanos en paz! No te hemos hecho nada.
- ¿Qué no?- preguntó mientras contaba el dinero del maletín.- Me has engañado con tu jefe. Te gustaba y mientras te acostabas conmigo. Eres una gran zorra y me lo vas a pagar y él también. Fuiste mía y no serás de nadie más. Lo juro.
Laura permanecía allí, de pie contemplando la escena y sin parar de reír.
- ¡Suéltame! Yo no te engañé con Marcos, yo te quería. ¡Fuiste tú el que te largaste de casa sin dejar nada más que una miserable nota!- grité con lágrimas en mis ojos.
- Shh- me calló acercándose a mí y mirándome a los ojos con odio- A mí no me repliques Michelle y no me mientas porque eso no te lo consiento.
- Eres un cabrón, jamás te creí capaz de esto.
- ¡He dicho que te calles!- me gritó para después darme una bofetada en la mejilla haciendo que enrojeciera y me llevara la mano hacia la cara para aliviar el dolor.
Aquel bofetón no me dolía más que la rabia y la impotencia que sentía. Me sentía engañada, humillada, pisoteada. Todos los días que le quise, lo mucho que creí en él ¿y encima ahora no me deja ser feliz? Lloraba desconsoladamente, no aguantaba esa situación. Pero entonces me acordé de él.
- ¡Quiero ver a Marcos! ¿Dónde está?
- Tranquila, Laura te llevará con él, pero antes te cerrará esa boca tan grande que tienes para que no hables más de la cuenta. Ahora le contamos la historia a Marquitos que se merece saberla ¿verdad?
Laura ya me había puesto la mordaza cuando quise contestarle, pero me daba igual al fin iba a ver a Marcos. Joseph le dijo algo a su novia en el oído que hizo que ambos rieran de forma malévola.
Me llevó a una sala con una luz tenue donde había una cama con un cabecero de hierro y en la otra esquina en una silla había alguien…
- ¡Marcos!- logré decir después de quitarme la mordaza Laura para que pudiéramos hablar.
- ¡Michelle!- me dijo alegrándose al verme- ¡Suéltala Laura, no se te ocurra hacerla nada! O te juro que…
- ¿Qué hermanito? ¿Qué me vas a hacer? Sabes que tienes las de perder, asique cierra la boca.
Laura me tumbó en la cama e intentaba atarme las manos al cabecero pero yo me resistía.
- ¡Suéltame!
- Estate quieta o sabes lo que pasara con tu queridísimo novio- me avisó Laura.
Entonces me serené. Sabía que por más que luchara por soltarme empeoraría las cosas.
En poco tiempo terminó de atarme las manos a la cama y los pies al piecero.
- ¿Qué vas a hacerme?- pregunté con miedo.
- No, yo no te voy a hacer nada es Joseph quien se vengará de ti ¡zorra!
Y se fue de allí. La habitación quedó en silencio, aun se oían mis sollozos. Miré a Marcos, tenía las ropas desgarradas y su cuerpo estaba lleno de cortes, su labio roto y sangrando y un ojo hinchado.
- ¡Cariño! ¿Qué te han hecho?- pregunté llorando aún más fuerte.
- No te preocupes por mí, estoy bien preciosa. ¿Cómo estás tú? ¿Te ha hecho algo ese desgraciado?
- No, no. No me ha hecho nada estoy bien, pero tu…
- Tranquila son solo unos rasguños- dijo quitándole importancia.- ¿Quién es ese tio? ¿Le conoces?
Entonces alguien entró por la puerta.
- Por supuesto que me conoce, ¿verdad Michelle?- dijo mirándome- Anda, por lo que veo no le has contado nada de lo nuestro a tu novio ¿verdad? Qué pena, le has engañado a él también como a mí. Tranquila ahora conocerá toda la historia y se convencerá de lo zorra que eres.
- ¡No la toques cabrón! ¡Déjala en paz! ¡No te metas con una mujer!- gritó Marcos.
- Marquitos Marquitos, mi guerra no es contigo, es con ella y me pagará todo lo que me ha hecho. Así que… Laura, por favor pasa cariño, la fiesta solo acaba de empezar chicos- dijo con una risa malévola.