Todo empieza por una venganza... Un nuevo trabajo, una nueva vida cimentada en la noche, un nuevo objetivo, la otra cara de su persona... Dinero, alcohol, drogas, sexo, hombres, stripper. Un mundo en el que nuestra protagonista estará metida solo y únicamente por una razón: Vengarse y encontrar la felicidad.















Muy Recomendada

martes, 28 de septiembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 9: Segunda parte

Llegó el viernes, final de semana de nuevo. Por fin, deseaba que mi turno terminara y poder tener dos días seguidos sin ver a mi jefe. La mañana pasó tranquila, aquel día Marcos ni si quiera se pasó por la recepción. Se me hacia extraño, acostumbrada a verle todos los días cara a cara. Pero bueno, mejor así, mi último día de la semana sin su presencia. ¿Tanto asco le tenía? No, que va, solo intentaba aparentarlo.
Llegaron las cuatro, hora en el que ese día finalizaba mi turno como recepcionista. Cansada, me dirigí de nuevo a la taquilla. No había moros en la costa, ni rastro de Marcos por aquel pasillo. Qué extraño. Saqué la bolsa junto con mi bolso de la taquilla, la cerré y entre en el cuarto de baño dispuesta a deshacerme de aquel horroroso uniforme. Me avisaron en cafetería que se había caído un vaso y se rompió. Fui al cuarto de la limpieza mientras me venían recuerdos del lunes. Recogí todo y lo eché a la basura para después volver al cuarto de limpieza a dejar los utensilios. Pero cuando me di la vuelta después de cerrar la puerta, de mi garganta salió un grito de miedo.
Allí estaba Marcos tapándome la boca para que no gritara. Me había pegado tal susto que tenía el corazón en la garganta.
-        Sshhh, calma pequeña, no quería asustarte- dijo Marcos quitando la mano de mi boca.
-        Pues lo has conseguido, casi se me para el corazón- dije llevándome una mano al corazón y respirando velozmente aun sobresaltada.- Pero bueno, ¿se puede saber que quieres ahora?
-        Solo te pido que me escuches por favor, déjame hablar. Te lo suplico. Dame cinco minutos. Y no digas nada.- me pidió con aquella mirada suplicante que era imposible decir que no.
-        Uff- resople girando la cabeza- Esta bien, dime, habla, te escucho, pero cinco minutos.
-        Tranquila, solo cinco minutos- dijo con una sonrisa de satisfacción y carraspeó para comenzar a hablar mientras aun sujetaba con su mano mi muñeca para no dejarme escapar- Veras Michelle, no sé por dónde empezar. Por un lado siento haber estado agobiándote todos estos días, porque sé que has sufrido, porque sé también que sentiste apasionadamente esos besos que te di, y por eso al intentar negarlo sufres. Si, lo siento, pero no me arrepiento de haber probado tus labios. Michelle, sé que tu también sientes algo, aunque sea insignificante y ya he descubierto por qué me rechazas, porque me dejas a medias con esos magníficos besos, porqué me rehúyes cada vez que acudo a verte a recepción…- decía mirándome profundamente a los ojos.
-        ¿Ah si? ¿Por qué listo?- dije aparentando orgullo y enfado.
-        Aiiss Michelle- decía riéndose por mi cara- Muy sencillo. Tienes miedo.
-        ¿Yo? ¿Miedo? ¿De ti? Por favor no me hagas reír- le decía fríamente intentando disimular.
-        No Michelle, de mi no. Miedo a sufrir. Miedo a que te deje como los demás, miedo a que solo te quiera por tu físico y para hacerte mía.
No podía creer lo que estaba oyendo. ¿Cómo ha podido saberlo? Dios mío, aquellas palabras me dolieron. La verdad revelada por los demás duele más que nada. No tenía palabras para contestar bajé la cabeza avergonzada, triste. Enseguida noté como su mano soltaba mi muñeca e iba a parar a mi mentón, haciendo que alzara la cabeza y le mirara a los ojos.
-        Por favor, dime, ¿es eso cierto verdad? ¿Por qué mas cosas tienes miedo?- decía mirándome tiernamente intentando comprenderme.
-        Pues yo… yo… he sufrido mucho Marcos, he pasado por una larga historia de noviazgos, todos a pique. Como bien has dicho todos me querían para hacerme suya. ¿Tú sabes el dolor que se siente? ¿Te crees que me resulta fácil confiar ahora en algún hombre? Estoy hecha polvo Marcos, niego mis sentimientos porque creo que así es mejor, que asi no me volveré a enamorar y a sufrir. Pero mis intentos son nulos. Por más que lo niego más…- no sabía si era apropiado decir lo que tenía pensado.
-        Adelante sigue. Más…- me animó
-        Más… te deseo Marcos…- dije finalmente con la cabeza cabizbaja mientras una lágrima empezaba a nacer en mis ojos y pestañeando fuertemente lograba recorrer mi mejilla.
-        Michelle, cielo, no llores por favor- me decía levantándome la cabeza y limpiándome las lagrimas. Puedes confiar en mi. Si me das una oportunidad te demostrare que no soy de esa clase de tios que solo buscan lo que buscan. Lucharé por ti lo que haga falta ¿y sabes por qué?- preguntó mirándome a los ojos mas de cerca.
-        ¿Por… por qué?- dije mientras sorbí por la nariz y me limpiaba el resto de lágrimas.
-        Porque te quiero Michelle, porque me encantas desde la primera vez que te vi y te contraté. Eres una mujer hermosa, y no solo por fuera si no por tu gran corazón- dijo mientras su mano se apoyaba en mi pecho señalando mi corazón.
-        Marcos yo… yo… no sé que decir… Quiero arriesgarme, darte una oportunidad, pero en el fondo… sigo sintiendo miedo.
-        Haz caso a tu corazón, él te guiara por el camino correcto.
-        Pero y si…- no pude continuar pues su dedo se poso en mis labios a modo de silencio.
-        Sshh, no pienses en nada más. Dejate llevar por lo que tu corazón te diga…- me dijo finalmente susurrándome al oído.
Marcos se acercaba más a mí, poco a poco, sin dejar de mirarme. Yo miraba sus ojos, sus labios, mi corazón latía más deprisa de lo normal. Empezaba a sentir como mi bello se erizaba, como miles de corrientes eléctricas me recorrían todo el cuerpo. Hice caso a mi corazón por una vez, como Marcos me dijo. Y ahí estaba yo, a unos segundos de rozar de nuevo aquellos preciosos labios.
Ya no tenía miedo, sus besos me envolvían apasionadamente, uno tras otro. Nuestras lenguas jugaban, despacio, sin prisa, pero con mucha pasión en ambos. Yo apoyada en la puerta del cuarto y él en frente mía con sus manos en mi cintura y su boca junto a la mía. Era delicioso, no sé por qué me he resistido tanto. Mi jefe llevaba razón, debía intentar darle una oportunidad, además no se  le veía que fuera con mala intención.
                                                                               
Seguíamos besando, yo le correspondía con ganas y sin miedo por fin. El bajaba lentamente por mi mentón, hasta llegar a mi cuello, besándolo suavemente, sintiendo su respiración en mi oreja, subía hasta ella y aquello me hacía estremecer. Bajaba de nuevo por el cuello, mientras sus manos me acercaban más a él y hacían que arqueara la espalda hacía atrás. Cada vez estábamos mejor, nos dejábamos llevar, era alucinante. Mis manos envolvían su pelo, las suyas rodeaban mi cintura pero poco a poco bajaban a mi trasero acercándome más a él. En pocos segundos noté como intentaba desabrochar suavemente los botones de mi camisa. Aquello me hacía estremecer más aun. Logró dejarme en sujetador pero no iba a quedarme atrás. Empecé a quitarle la corbata y aquella camisa fieramente. La temperatura de nuestra piel iba aumentando, rebosábamos de pasión solo con el roce de nuestros cuerpos. Sus músculos eran perfectos, sus abdominales bien marcados pero tampoco mucho. Lentamente su mano desabrochaba mi falda hasta que está cayó deslizando por mis piernas hasta el suelo. Y ahí estaba yo, en medio de mi jefe solo con ropa interior. Tenía deseo de él y mientras seguíamos besándonos fieramente cada vez más deprisa le bajé los pantalones dejándole en bóxers. Admirable, realmente era magnifico para su edad. Aun con algo de ropa interior, podía notar su miembro rozando mis nalgas. Sus besos recorrían todo mi cuerpo, bajaban por mi escote donde encontraban aun un obstáculo, el pequeño sostén que me cubría y que no dudo en quitarlo en apenas cuestión de segundos. Sentía vergüenza, me sonrojaba ante él pero consiguió tranquilizarme suspirando de placer en el momento que saboreo mis pechos y los acarició dulcemente. Bajaba por mi tripa, hasta llegar a mi ombligo. Otro obstáculo, mis braguitas que también desaparecieron para acabar en el suelo junto con el resto de la ropa. Cada vez el placer rebosaba en nosotros, era alucinante la sensación que Marcos me transmitía. Con una sola mano logré bajarle los bóxers hasta dejarlos junto a mis braguitas, allí tirados. Mientras contemplaba su miembro perfecto, erecto, viendo como seguía rozando mis muslos. Aquello me producía miles de escalofríos, nuevas sensaciones que volvía a experimentar. Lentamente su mano bajaba por mi vientre hasta mi intimidad donde se paró para acariciarla suavemente introduciendo su índice en mí, haciendo que suspirara de placer y algún que otro gemido saliera de mi boca. Era fantástico, ahora me sentía cómoda. Cuando estaba a punto de llegar al clímax con su dedo dentro de mí, lo sacó. Le maldije con la mirada por aquello pero seguía igual de feliz. Ahora fui yo quien le di placer, bajando mi mano hasta su miembro erecto, subiendo y bajando como el vaivén de una ola a la orilla de la playa. Observé cómo sus ojos se ponían en blanco y aquello me hacía sentirme bien. Pero como él hizo, yo tampoco le deje llegar al orgasmo. También me puso cara de cordero degollado por aquello y mi sonrisa picara se grabó en su mente. Cerca, muy cerca, no podíamos más, estallábamos de deseo. Necesitábamos sentirnos, amarnos, lo había conseguido, sentía algo especial por mi jefe y ya nadie me impedía ocultarlo, ni si quiera mi mente. Fieramente el me alzó para que mis piernas rodearan su cintura, agarrándome por el trasero, entre la puerta y él. Colocándose correctamente para poder entrar en mí, sin parar de besarme. Y así fue, un dulce gemido cuando me penetró, mis ojos se ponían en blanco. A un ritmo acompasante nos movíamos una vez ya él dentro de mí. Ahora sí, le sentía mío, conectábamos, era algo especial.  Salvajemente, seguíamos moviéndonos, su miembro se movía en pequeños círculos dentro de mi. Una sensación placentera que en pocos minutos tuvo sus consecuencias: llegamos los dos al clímax.  El sudor empapaba nuestros cuerpos, la marca en la puerta del sudor de mi espalda dejaba huella de aquel magnifico momento. Salió de mi con cuidado a los pocos minutos. Me bajo al suelo y sin soltarme seguía abrazándome, mientras me susurraba al oído: “Eres magnifica, te quiero pequeña” Yo sonreía, le quería, le abrazaba más fuerte aun con nuestros cuerpos desnudos, cansados de aquel ajetreo.
-        Ha sido maravilloso Marcos, pero ahora… ahora te irás como todos, y me arrepentiré de haber hecho esto contigo….- dije bajito y agachando la cabeza.
-        Mi niña, no digas tonterías, hemos hecho caso a nuestro corazón. Jamás te dejaré ahora te necesito conmigo, a mi lado. Te quiero- me decía susurrándome casi al oído.
Esbocé una sonrisa y volví a besarle, un beso casto en sus deliciosos labios pero corto.
Se hacía tarde, así que con mucho esfuerzo tuvimos que separarnos y vestirnos, pues podíamos ser descubiertos. En pocos minutos nos vestimos sin separar nuestra mirada.  Y antes de salir yo primero por la puerta para dirigirme al baño, coger mis cosas y cambiarme el uniforme,  se despidió de mi con un dulce beso y un te quiero.



domingo, 26 de septiembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 9: Primera parte

Capitulo 9
Avanzaba por aquel pasillo dirección a mi puesto de trabajo, con la imagen de la cara de Marcos en mi cabeza y de aquel último beso en el cuarto de la limpieza. Ese beso fue maravilloso, incluso mejor que el anterior, todos sus besos me hacían sentir algo especial. Pero no, yo seguía negando a mi corazón, no quería sufrir de nuevo.
Me intentaba poner en la situación de Marcos.
-        Uff… - suspiré.
Realmente lo tenía que estar pasando mal, estaba siendo dura, sí, pero no podía, no debía ablandecerme. Estallaba de dolor por dentro, miles de punzadas azotaban mi estomago o más bien mi corazón, el cual se resistía a enamorarse de nuevo. Si, a enamorarse,  era precioso, pero el dolor que me causaba la traición después era más grande que la sensación que se sentía cuando se estaba enamorada.
Me sentía mal, mala, egoísta. ¿Sería capaz de despedirme Marcos por no concederle mi amor? Pero que tonterías, eso si que sería egoísta por su parte. Además es mejor así Michelle, sola estas mejor ¿verdad? ¡Pero que estaba diciendo! Las dos vocecillas en mi cabeza aparecían sin cesar. Una intentaba convencerme de lo mejor mientras la otra lo negaba. ¿Qué hacía? Rabia, angustia, impotencia, dolor… Pero no podía hacer nada. Tenía que ser fuerte.
Caminando a paso largo para alejarme del cuarto de la limpieza, llegué a la recepción, donde me sequé la última lágrima de impotencia que recorría mi mejilla. Sorbe por la nariz y con la cabeza bien alta hice como si nada hubiera pasado. Allí estaba yo, en otro día más de mi trabajo como recepcionista, con mi jefe detrás de mí intentando robarme besos.
A los pocos minutos, salió Marcos del cuarto donde le deje ahí plantado con la cara desencajada. Ahí estaba él, tan hermoso, tan triste, sin poder comprenderme. Me sentía mal en el fondo. Pasó de largo, no se molesto en intentar hablar de nuevo conmigo, pero no pudo evitar mirarme de reojo con una mirada tierna, sin sonrisa, dolido. Una mirada algo así como queriendo decir: “¿Por qué Michelle? ¿Por qué a mí? No me hagas esto, duele, y yo… te quiero”
Capté su mirada pero decidí apartar la vista a otro lado pues aquellos ojos le delataban y hacían sentirme más culpable. Y yo, digamos que no me dejaba convencer por las tiernas miradas. ¿O tal vez si?
-        Arghh- me maldije para mí misma por meterme en aquellos líos.
Suspiré de nuevo, ya estaba bufando mucho esa mañana y solo era lunes, menuda semanita me esperaba.
Así pasó la mañana tranquila sin Marcos a la vista apenas por la recepción. Exceptuando algunas veces que por obligación tenía que pasar delante de mí y no podía evitar mirarme y lanzarme una tímida sonrisa, la cual ocultaba dolor interno. Respiré tranquila por no tener a mi jefe todo el día encima mío detrás de mí. A lo mejor aquella tranquilidad duraba poco, y así fue duró poco. Justó terminaba mi hora de turno en el hotel, recogí las cosas en la recepción y me dirigía al baño para cambiarme. Deseaba no volver a encontrarme a Marcos por allí, pero mis deseos fueron en vano. Antes de entrar en el pasillo una mano sujeto mi hombro parándome en seco. Desee que no fuera él, pero cuando volví la vista atrás para averiguar de quien era aquella mano, allí estaba él de nuevo. ¡Dios no! Otra vez no.
Su mirada me decaía, me mataba, quería respuestas y no podía dárselas. Estaba demasiado cerca como de costumbre.
-        ¿Qué es lo que quieres ahora? ¿No me vas a dejar irme a comer?- le dije con un tono de enfado y frialdad.
-        Michelle, claro que te dejo ir a comer, pero lo que no entiendo es…- hablaba bajito para que nadie le oyera.
-        ¿Qué?
-        No entiendo por qué me dejas así, con miles de preguntas sin respuesta. ¿De verdad me lo merezco Michelle? ¿Qué he hecho para que me odies y me mires así? ¿Qué he hecho para que me rechaces?- decía triste y con los ojos llorosos.
Dios mío, me estaba pasando, ¿Marcos a punto de llorar? ¿Ese era mi jefe? Increíble. ¿Tanto le había dolido mi rechazo? No podía verle así, pero tenía que seguir siendo dura. No, ya había decidido que esto no podía llevar a nada bueno.
-        ¿Que que me has hecho? ¿Te parece poco besarme? O más bien dicho, robarme los besos…- le intentaba mirar a la cara.
-        Pero Michelle, yo… tu me lo correspondiste. No entiendo por qué luego me dejas asi…
-        He dicho que yo no iba a hablar más contigo, no insistas. Por favor esto no debe repetirse.
-        Pero… Michelle…- decía intentándome retenerme pues ya iba derecha a mi taquilla.
-        He dicho que no, por favor señor- me soltó la mano ante aquel trato que le estaba dando y tristemente me dejo ir.- Y ahora si me disculpa debo ir a comer, mañana estaré puntual señor- intentaba tratarle de usted para olvidar aquel tema.
Marcos se quedó estupefacto, no respondía. Una lágrima empezaba a brotar de sus ojos y caía lenta y dolorosa por su mejilla. Ahí parado, sin ninguna respuesta por mí parte, como era habitual. Cogí deprisa mis cosas de la taquilla y me metí a aquel cuarto pequeño de la limpieza el mismo que hacía unas horas había contemplado aquel maravilloso beso entre mi jefe y yo. Eché un último vistazo para ver si seguía allí antes de entrar a cambiarme. Seguía allí, pero ya se daba la vuelta despacio, haciendo ademan de irse, cabizbajo, sin fuerzas.
Me cambié lo más deprisa que pude, metí el uniforme a la bolsa, cogí el bolso y me marché del hotel como alma que lleva el diablo. Sin; afortunadamente, encontrarme con su cara por el mismo pasillo.
Salí por la puerta y respiré profundamente, llenando todos mis pulmones de aire fresco y expirando para eliminar todo aquel ajetreo que me traía inquieta.
-        Animo Michelle- me decía para mí misma transmitiéndome fuerzas para poder seguir trabajando con mi jefe al lado.
En pocos minutos cogí de nuevo el tren y regresé a casa, con el mismo pensamiento en mi cabeza. Él y solamente él. Pero de una cosa estaba segura. Aquellos pensamientos no rechazaban su presencia. Al contrario, le deseaba por dentro. Intentaba sacudir mi cabeza para no pensar en él y lo único que conseguía es a los dos minutos recordarle de nuevo. Su beso, sus manos, su cara, su boca… Era maravilloso, pero no…
En un dichoso “No” se basaba todo mi día. No por aquí, no por allá. Era insoportable.
Llegué a casa, apenas comí. Aquel día venía sin hambre, ¿por qué sería? Cada día me encontraba mas cansada, pero no físicamente si no mentalmente. Era normal, no hacía más que darle vueltas al mismo tema. Intentaba convencerme de las palabras de Soraya para ver si entraba en razón y lograba darle una oportunidad al pobre Marcos. Pero no, era imposible, mi mente me repetía una y otra vez “No, no y no”. Acababa rendida, perdiendo la batalla con mis pensamientos. Comí un poco y me eché al sofá sin ni si quiera colocar las bolsas del trabajo ni sacar de mi bolso el móvil.
Acabé dormida a las cinco de la tarde en el sofá del salón con la tele encendida. Me desperté bruscamente al oír el sonido de mi móvil. Pipi pipi. Un mensaje. Por favor que sea Soraya, la necesito.
“No me rendiré. Sé que hay alguna razón por la que me rechazas aunque no quieras decírmelo. Seguiré a tu lado aunque no sea lo que deseas.  No espero una respuesta a este sms. Un beso. Marcos”
-        Uff, ¿no me rendiré? ¡¿Y por qué no lo hace de una maldita vez?!- tiré el móvil sobre la mesa. Ni si quiera tenía que contestarle, como bien había dicho, no esperaba ninguna respuesta así que, ¿qué más da?
Volví a coger aire fuertemente y lo expulsé en seguida, definitivamente mucho resoplo en el día de hoy. Habían pasado dos horas desde que me quede dormida. ¿Tanto sueño tenía? Era normal, no conseguía dormir por las noches con todos los “problemas” que me acechaban.
Aquella tarde no me moví de casa, ni si quiera cené, no tenía gran apetito. Me acosté temprano para intentar olvidarme de todo y coger fuerzas para una mañana de nuevo en mi maldito trabajo.
La semana pasó rutinariamente, sin novedades. Por las mañanas corría apurada para no perder el tren, apenas desayunaba y algún día iba a darme una bajada de tensión como siguiera así. En el trabajo, Marcos seguía detrás de mí. Ya se me hacía raro que estuviera tan tranquilo. Intentaba rehuirle de la forma más disimulada posible. Alguna de las veces se acercaba directo a mí a la recepción, pero me marchaba de allí sin dejarle hablar con cualquier excusa barata como por ejemplo que tenía que ir al baño, o que había olvidado algunas cosas, o que tenía que atender a los clientes, etc. Siempre lograba escabullirme. Pero mi suerte acabaría pronto. Con Soraya quedaba alguna que otra tarde, pues necesitaba desahogarme y era la única persona que me entendía. Evitaba sacar el tema de Marcos porque sabía que iba a seguir insistiéndome y prefería olvidarlo. Reíamos, tomábamos cafés, paseábamos, etc.
Así lograba evadirme de todas las mañanas de trabajo con mi jefe al lado.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

"Vida Sin Luz" Capítulo 8 : Segunda Parte

A la mañana siguiente, me desperté por los rayos del sol. Recordaba perfectamente aquel sueño que viví en la madrugada como si fuese una experiencia real. No quise darle mayores vueltas que las que tenía; solo un sueño. Como cada mañana me dirigí a la cocina a prepararme el desayuno, pero esta vez con más tranquilidad porque no tenía que ir al trabajo. Daba gracias a Dios por darme un día más. Me acordé del mensaje que me mandó Marcos anoche. Aún seguía sin saber si contestarle, aunque no sabía muy bien qué escribirle. Decidí esperar a verlo en persona, si es que me atrevía a mirarle a los ojos.
El día se me pasó demasiado rápido para mi gusto. Decidí llamar a Soraya para desconectar un poco, aunque dudaba si podría desconectar siendo ella tan cotilla.
- ¿Sí?- se escuchó al otro lado del teléfono.
- ¿Te pillo en mal momento?- pregunté temerosa, pues era la cuarta vez que la llamaba.
- No, cariño. Simplemente no escuché que me llamabas. ¿Querías algo?
- Me preguntaba si podías quedar esta tarde, necesito despejarme un rato.
- Claro. ¿Te parece bien que pase a recogerte a las siete?
- Perfecto.
- Vale, entonces nos vemos luego. Besos.
- Chao, cuídate.
Colgué y automáticamente suspiré al pensar qué haría hasta las siete. Mire el reloj que tenía colgado en la pared de la cocina y eran las cinco y media de la tarde. Aún me quedaba una hora y media, donde lo emplee para sacar mi ropa del armario y ponérmelo más tarde. Al abrir las puertas solo veía la ropa nueva que Marcos me compró. Decidí no pensar y saqué lo primero que pillé. No quería arreglarme mucho un domingo por la tarde. Saqué unos pantalones pitillo de color negro. Coloqué encima de la cama una camiseta larga, donde me llegaba hasta el muslo. Acomodé en el suelo unas deportivas para ir más cómoda. Me recogí el pelo con una pequeña pinza, me maquillé solo la raya de los ojos y me puse unos pendientes largos de color negro, a juego con unas pulseras y un collar que me llegaba por debajo del pecho. Solo era ponerme la ropa con el calzado y sacarme el collar para estar lista; asique me senté en el sofá y me puse una película americana. No estaba mal, sino entretenida. Cuando acabó me quedaba media hora escasa para terminar de prepararme. Me vestí no muy rápido para tener un margen de diez minutos antes de que llegara Soraya. Me coloqué bien las joyas, me peine un poco el pelo y me puse de nuevo la pinza. Volví a maquillarme la raya de ojos y añadí un brillo de labios. Justo sonó el timbre cuando me dirigía al dormitorio a por mis deportivas. Soraya siempre tan puntual. Caminé a pasos agigantados hacia la puerta.
- ¡Hola!- me saludó efusivamente; demasiado diría yo.
- Hola.
- Vámonos, que por mucho que te maquilles se te nota mala cara- dijo en un tono enfadado pero bromeando mientras me agarraba de la muñeca.
No tardamos mucho en ir a un bar, pues cerca de mi casa había uno pero nunca entrábamos. Esta vez sí lo hicimos, será que Soraya no puede aguantar las ansias por saber qué me pasaba. Me miraba fijamente a los ojos con un rostro serio, como intentando adivinar mediante mis ojos lo que me ocurría.
- ¿Qué pasa?
- ¡Eso digo yo! Algo te pasa y quiero que me cuentes que te ocurre.
- No me pasa nada- sonreí intentando sonar indiferente, pero a mi amiga no se le miente fácilmente.
- Me llamas porque quieres desconectar y dices que no te pasa nada, ¿te crees que soy boba o me chupo el dedo?- me recriminó indignada. Yo me intentaba contener la risa, pero no pude. Verla enfadada para sonsacarme información, era lo mejor que podría hacer en estos momentos para alegrarme la tarde y hacerme olvidar el fin de semana tan ajetreado que llevaba.
- ¿No puedo, simplemente, quedar con mi amiga para tomar algo? ¿Tiene que pasarme algo siempre?- contesté lo más natural que pude pero sin dejar de reírme.
- Está bien, te creeré por esta vez- contestó no muy convencida, lo que me hizo sonreír sonoramente aún más.
Estuvimos hablando de cosas triviales. De vez en cuando me preguntaba si estaba bien, o me pasaba algo. Yo creo que querría que le contara algo que… sinceramente, no me apetecía contarle por el momento. Al sueño no tengo que darle mayor importancia de la que tiene, y mañana al hablar con Marcos, pues ya le contaré todo junto. Me estuvo contando sobre cómo estaba con Alex. Se la notaba muy enamorada después de dos años de noviazgo. Andaba un poco agobiada entre si buscar un piso para ambos o dejar alguno de los dos el suyo para ocupar el del otro. La verdad, se la notaba algo cansada, pero me lo pasé muy bien. Me fui a casa y me puse enseguida el pijama. Mañana tendría que madrugar y lo peor de todo, ver a Marcos. Me quedé dormida enseguida, pero gracias a dios que no soñé nada raro.
Comencé el día con energía más que con alegría. Pensar en verle la cara a mi jefe no me agradaba lo más mínimo y eso no era buena señal. Me prepare como todas las mañanas, que lo tenía todo cronometrado. Desayuné, recogí los platos, me vestí… Cogí mi bolso y salí deprisa de mi casa cerrando la puerta con llave. No me esperó ninguna novedad en el metro. Me dirigí hacía mi trabajo mientras rezaba que no se encontrara en la puerta cuando yo entrara. Dando gracias nada más entrar por cumplir mis deseos. Fui al baño a cambiarme de ropa pero mirando para atrás por si acaso venía alguien en particular. El sueño me tiene atolondrada. Me cambié y llevé las cosas a la taquilla. Cuando cerré me llevé un gran susto al encontrarme a mi jefe detrás de la puertecilla de latón.
- Tenemos que hablar- comenzó con tono de súplica.
- ¿No puedes esperar a que acabe mi turno?- contesté indiferente.
- No. Necesito que hablemos ahora.
Su tono y su cara de angustia me hicieron estremecer. Solo asentí y me dijo que le siguiera. Agarrándome de la muñeca y mirando hacia los lados para que no nos viesen, me condujo hacia el cuarto de limpieza; donde antes me cambiaba. Abrió rápidamente la puerta y entro, empujándome a mí después. Encendió la luz y lo tenía demasiado cerca de mí. Lo peor de todo, es que no me sentía incómoda; sino al revés. Sentía deseos de que me abrazara y me besara. Sacudí lentamente la cabeza para quitarme ese pensamiento y que Marcos no lo notara. Carraspeo por un momento. Parecía que se estaba pensando qué decir.
- Quiero que me perdones, por favor. Fue un impulso- comenzó relatándome desesperadamente.
- Mira lo echo, echo está. Ya no podemos hacerle nada, solo evitar que vuelva a pasar.
- ¿Entonces me perdonas?- preguntó un poco ilusionado. Sentía su aliento golpeando mi cara. Tenía que salir de allí como sea.
- Está bien- le sonreí al instante, dando por finalizada la conversación.
- Espera… - me dijo mientras yo me daba la vuelta y apoyaba su mano en mi brazo. Sentí una corriente eléctrica por todo el cuerpo. Me giró y yo me estremecí quedándonos más juntos aun si cabía. Por un momento casi me caigo hacia un lado y él me agarró por la cintura, lo que hizo que casi rozáramos nuestros labios. Al incorporarme, Marcos me agarró de la nuca y me volvió a besar. Otra vez no. Me resistí pero él no se rindió. Seguía moviendo su boca alrededor de la mía. Yo me abandone, siendo imposible zafarme de su abrazo. Le volví a corresponder el beso aun sabiendo que estaba haciendo algo incorrecto. El beso era apasionado y urgente a la vez. No podía parar por las sensaciones que desprendía cada poro de mi piel. Por un momento se asomó un poco de lucidez en mi cabeza. Le aparté de golpe, empujándolo. No le haría daño, pues el cuarto era demasiado pequeño. Le miré bastante enfadada.
- Lo siento, yo…
- No quiero que me digas nada- le contesté fríamente.
Cogí la puerta y me largué; dejándolo dentro del cuarto y con la mirada llena de pena, sintiendo una angustia al tener que interrumpir el beso y dejarlo allí.

lunes, 20 de septiembre de 2010

"Vida Sin Luz" Capítulo 8 : Primera Parte

Capítulo 8

Soraya se despidió de mí a medio camino. No dejaba de pensar en aquel beso, en la conversación con mi amiga... Por una parte, ella tenía razón; estoy siendo dura con él, pero por otra parte, no quiero volver a sufrir por los hombres. Demasiado he sufrido ya con lo de Joseph.
Entré en casa y me dejé caer en el sofá durante unos minutos para relajarme y dejar claras mis ideas. Suspiré fuertemente. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, sumergiéndome en mis pensamientos. Volví a recordar ese beso. Me estremecí de nuevo por imaginarme el contacto de su boca con la mía. Con mis dedos toqué mis labios, como si me ardiesen al tenerlo reciente. Otro suspiro. No entiendo porque estas cosas me pasan a mí. A veces desearía ser una persona horrenda y con la cara deforme; hoy es una de esas veces. Comencé a sentir una punzada en mi estómago cuando recordé la cara de angustia de Marcos. Esto me está afectando considerablemente.
Me levanté y me dirigí hacia la cocina a prepararme algo para cenar; aunque no tuviese mucha hambre. Abrí la nevera y bufé; no tenía muchos alimentos y debería ir a comprar un día de estos. Con un nudo en mi estómago y viendo una lechuga, decidí hacerme una ensalada mientras veía la televisión para desconectar de mis problemas; si es que se podían llamar problemas. Después de media hora metida en la cocina para picar todo tipo de ingredientes; cogí mi bol, un tenedor y me crucé de piernas en el sofá. Comencé a hacer zapping y en cada canal ponía una cara más aburrida que la anterior. Al rato de ver todos los canales; que ya eran bastantes, me decanté por una novela donde todos lloraban en un funeral. Lo poco que capté fue que se había muerto una chica joven al caerse por unas escaleras y decían que alguien la había empujado. Seguro que la culpable fue alguna que querría quitarle a su marido, al que ésta no amaba. Terminé de cenar y llevé el recipiente a la cocina. Al volver me sonó el móvil. Pensé que sería Soraya para convencerme de que perdonara a Marcos, o simplemente para echarme la bronca o decirme que tal estaba.
“Hola guapa. No quiero agobiarte. Ya sé que quedamos en vernos el lunes pero no puedo soportar no saber de ti. De verdad, perdóname; te lo suplico. Besos. Marcos”.
Por más que quiera huir de los agobios y los problemas, éstos siempre me perseguirán. No sabía si contestarle al mensaje o esperar hasta mañana. No comprendía si el que Marcos me quisiera, supondría un problema para él, para mí o para el trabajo. Aunque haya hablado con Soraya, aun no estaba convencida de perdonarlo; y si fuese así, no le miraría con los mismos ojos. Lo nuestro no podía ser. El simple hecho de que alguna empleada se entere de que tengo algo con mi jefe saltará los rumores de que estoy por interés, de querer ascender o cualquier otra invención de las envidiosas de la empresa. Suspiré mientras me pasaba las manos por el pelo y cerraba los ojos. Necesito dormir y mañana seguramente lo vería con otros ojos. Apagué la televisión, cogí el móvil y me dirigí a mi dormitorio. Me senté en el borde de la cama y me quedé quieta por unos instantes mirando mi teléfono. No me quitaba la imagen del beso por más que lo intentara. Dejé el aparato en la mesilla y me tumbé. Cogí aire para relajarme mientras estiraba mis brazos y mis piernas por todo el espacio de mi cama. Cerré los ojos. Me intenté tranquilizar y tomarme las cosas con calma.
Estaba en mi lugar de trabajo; como siempre, pero esta vez las cosas estaban diferentes o yo me sentía diferente. Me dirigí al baño para hacer mis necesidades pero justo cuando iba a entrar en el urinario, Marcos apareció de repente.
- ¿Qué haces aquí?- pregunté entre asustada y cabreada por invadir mi intimidad.
- Shhh. Déjate llevar- me susurró.
Cerró la puerta y me hizo apoyar en ella. Acto seguido, juntó su boca con la mía. Yo ni me resistí. Por una vez, le haré caso y me dejaré llevar. Aun así, tenía una lucha interior con mi subconsciente. Mientras me besaba urgentemente pidiéndome más, yo no hacía mucho; aunque si le correspondía el beso con la misma ansiedad que él. Luchaba en mi interior lo que estaba bien y lo que no. Lo que era correcto y lo que deseaba. Con los remordimientos casi aflorando en mi interior le agarré del cuello y le besé ferozmente. Él me apretó más a la puerta. Le notaba las ansias en el cuerpo; las mismas que las mías. Lo negaba siempre pero dentro de mí sentía algo muy fuerte y no sabía si era deseo, amor o simple pasión hacia él. Comenzó a quitarme la chaqueta del uniforme y me la tiró al suelo. Yo no le dije nada, estaba demasiado ocupada en otras cosas. Seguido, empezó a desabrocharme torpemente la blusa al sentir, aún más, las ansias de tenerme. Con cada botón que desabrochaba, yo más me excitaba. El mero hecho de pensar que Marcos, mi jefe; me viera desnuda, mi cuerpo subía la temperatura exageradamente. Cuando terminó, la abrió para tener mejores vistas y yo ahí me derretí. Me quité la blusa y la lancé en la misma dirección donde se tiró la chaqueta. Él recorrió con la mirada, a la vez que con la mano, el contorno de mi cuerpo.
- Eres perfecta, Michelle- susurró entrecortadamente por el deseo.
No quería saber lo perfecta que era porque ya lo sabía, y me lo habían demostrado más de uno; lo que significaba que quisieran solo sexo por mi físico. No hice caso a sus palabras y le volví a besar ansiosamente, como si no lo fuese a ver más. Se desprendió de mis labios para adentrarse en mis pechos. Yo gemí por el contacto y por los movimientos de su lengua en mi pezón al bajarme un poco el sostén. Él se desabrochó el cinturón mientras me volvía a besar. Eso me excito aún más si cabía. Luego se bajó los pantalones con el botón quitado y con los pies se lo terminó de sacar, echándolos hacia un lado y juntándose con mi ropa. Deslizándose con pequeños besos a mi tripa, yo aguanté la respiración por el placer que sentía en ese momento. Desabotonó lentamente mi falda pero sin moverla para quitármela. Metió las manos por dentro y me quitó la braguita que llevaba, delatándome que estaba muy excitada. Me imaginé la escena por un momento como si fuera otra persona. Yo, acalorada. Empotrada contra la puerta, con sujetador y falda pero sin ropa interior por la parte de abajo. Él con la camisa, con la corbata medio desabrochada y en bóxer. En un instante se me pasó todo tipo de pensamientos y sensaciones, entre gracioso y el sonrojo. Mientras pensaba en la escena, Marcos no paraba de besarme, acariciarme y encenderme más. Me levantó las piernas para sujetarme en su cintura. Su miembro rozaba mi entrepierna, lo que hacía que subiera más los grados en mi cuerpo y soltara algunos gemidos. Se deshizo de los calzoncillos y pensé en sentirlo dentro de mí. Parecía que me leyó el pensamiento porque se colocó para comenzar a penetrarme.
Abrí los ojos de repente. Me incliné sobresaltada y empapada en sudor. Estuve unos instantes con las manos apoyadas en el colchón detrás de mi espalda y teniendo goterones recorriendo velozmente mi frente. Apreté los parpados y me maldije por tener un sueño erótico con Marcos. Salí de la cama y me fui al baño a despejarme un poco. Abrí el grifo y me lavé la cara con agua fría; lo necesitaba. El sueño era tan real que hasta sudé. Bufé y maldije todo lo que me estaba pasando. Esto me estaba trastornando. Me sentía como me siento ahora; incluso más confusa aún. No estaba bien. Tener cualquier relación más allá que lo estrictamente profesional estaba fuera de mis principios y de lugar. No saldría bien fuera como fuese. Suspiré demasiado fuerte, tanto que empezó a dolerme el esófago. Me maldije a mí misma por hacer esa brusquedad. Al volver al dormitorio, miré la hora en mi despertador. Eran aún las tres de la madrugada y quedaba mucha noche por delante. Quien me dice que no vuelva a soñar otra vez lo mismo, o peor, comenzando desde donde me desperté. Me relajé nuevamente como lo hice antes de dormirme. Pensé en mis días que viví con mi vecina, que fue como mi segunda madre. Las veces que me llevaba al parque a comer mi helado preferido; chocolate con nueces. Se me hacía la boca agua nada más pensarlo. Las veces que me ayudaba a levantarme cuando me caía de la bicicleta. Cuando me ayudó en los estudios, a sacarme el carnet de conducir; que aunque no tenga coche no significaba nada. Algún día me compraré uno. Nunca he dejado de practicar, pues ella me deja el suyo cuando voy a verla al pueblo y me manda hacer recados; como ir al mercado o al pueblo de al lado, que hay más tiendas que en el suyo. Sin darme cuenta me quedé dormida.

viernes, 17 de septiembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 7: Segunda parte

-        Uff –suspiré, pues aquel mensaje me ablandeció por dentro.
Quizás me estaba comportando demasiado dura y por eso me mandaba ese sms de desesperación. Es cierto que he estado muy fría con él. A lo mejor es un buen partido pero yo…
El miedo a sufrir me nublaba la vista, o mejor dicho, el corazón. La cabeza me estallaba de tanto pensar. Deje el móvil encima del sofá, en el cual aun seguía sentada medio dormida.
Era viernes estaba anocheciendo. Apenas tenía hambre, el estómago se me había cerrado después de toda la situación con Marcos. Solo logré beber un vaso de agua, para después, dirigirme a la habitación con todas las bolsas de la compra y aunque no las colocara, dejarlas allí.
Mi cuerpo pesaba como una figura de plomo, la cabeza me pesaba más de lo normal, unos cinco kilos diría yo. Sería que todos los problemas que tenía y los pensamientos que albergaba me pesaban bastante. Dejé las bolsas en la habitación, me cambié de ropa para ponerme el pijama y me tiré en la cama haciendo que los muelles del colchón sonaran. Estiré los brazos y las piernas ocupando toda la cama a modo de descanso. No tenía ganas de colocar nada así que cerré los ojos para intentar dormirme y el último pensamiento fue aquel beso de Marcos que hacía unas horas habían presenciado mis labios.
Me desperté a la mañana siguiente, una mañana de sábado soleada y radiante, pero no tan radiante para mí. Recordé que tenía que colocar todo lo que ayer dejé por medio y así lo hice. Mientras recogía y limpiaba pensaba como quitarme el recuerdo y la presencia de la imagen de Marcos de mi cabeza. Quería alejarme de él por este fin de semana ya que no tenía que trabajar y dejar de pensar en la tarde del Viernes por mucho que me costase. Al final decidí llamar a Soraya. Quería estar con ella todo el fin de semana, bueno, aunque fuera la tarde de hoy. Tenía que hablar con ella y que me ayudara a encontrar una solución a mi problema. ¿Podía llamarlo problema? ¿Problema era que Marcos estuviese hasta los huesos de mi? ¿Qué me quisiera alguien era tanto problema? Uf, para mi si, eso era algo imaginable e imposible.
Una vez terminé de recoger cogí el móvil y marqué el número de Soraya. A la tercera llamada me lo cogió.
-        Hola nena- saludó Soraya.
-        Hola guapa, ¿te pillo ocupada?
-        No, que va, tranquila, andaba terminando de recoger las cosas de casa- dijo Soraya.
-        Vaya, que casualidad, yo también.
-        Jaja, bueno y ¿como estas?- preguntó.
-        Pues bueno…
-        Uy ese bueno, no me suena bien…- dijo preocupada.
-        Pues no, no suena bien. Tenemos que quedar o acabaré explotando un día de estos.
-        Lo sabía, ay… que me da a mí que ya se sobre quien me tienes que contar Michelle…- decía riéndose.
-        Uff, calla calla, que estoy… ¡harta!- le decía suspirando y cansada.
-        Anda tonta, no será para tanto.
-        Jo que no. Oye, ¿puedes quedar esta tarde?- le pedí casi a modo de suplica.
-        Claro nena para ti siempre tengo un rato, ya sabes que las amigas son lo primero.
-        Gracias Soraya, ¿a las cinco en mi casa?
-        Perfecto y luego damos una vuelta y tomamos café ¿vale?- dijo ella.
-        Como quieras. Nos vemos esta tarde, gracias por todo guapa.
-        De nada, hasta luego Michelle.
-        Adiós.
Menos mal que al menos podía hablar y despejarme con Soraya, si me callaba todo lo que tenía encima iba a explotar.
Las horas pasaban y seguía pensando si responder el sms  de Marcos. Ahora me sentía culpable, al menos se merecía una respuesta por mi parte pero hablaría con él en persona. Aunque aun así, decidí contestarle antes de comer.
“Siento haberme comportado así, pero estaba confundida. Hablamos el lunes más tranquilamente, no te preocupes Marcos. Un beso. Michelle.”
Suficiente, no quería decirle nada más por un simple sms, si le perdonaría aun tenía que pensarlo y prefería decírselo en persona.
Me dispuse a comer un poco ya que tenía hambre de no haber cenado anoche apenas. Cuando terminé, mientras recogía la cocina, el móvil sonó. Pipi pipi. Otro sms, sería de nuevo Marcos con la contestación.
“No lo sientas, el único culpable soy yo. Hasta el lunes. Un beso. Marcos”
Menos mal que esta vez se ahorró el te quiero porque si no ya… lo que me faltaba.
Decidí irme a mi habitación y elegir un conjunto para salir. Al final después de unos minutos de indecisión me decanté por mis pitillos negros y mi camiseta roja de media manga. Mis tacones rojos y mi bolso negro grande, en el cual tuve que meter todo lo que tenía en el blanco de todas las mañanas que llevaba al trabajo. Eran las cuatro y medía. Me vestí y entré al baño para peinarme un poco y maquillarme. Dejé como casi siempre mi melena al aire para que se removiera  con el viento. Y por último me maquillé de forma natural. Me miraba en el espejo y no me veía nada especial, no veía que era lo que Marcos le atraía de mí. Sí, vale, estaba claro mi físico, como todos, pero… ¿Por qué siempre tenía que ser eso? A veces tenía que aceptar que había nacido para que los tíos se fijaran solo en mis curvas. Pues era lo que me había enseñado la vida y lo que mi madre me decía de pequeña: “De mayor vas a ligar muchísimo, que hermosa vas a ser”
Si, razón llevaba, pero la hermosura exterior a mi no me gustaba. Y claro que había conseguido ligar muchísimo pero para mí eso no era lo más importante ni lo que deseaba.
Terminé mi ensimismamiento en el espejo cuando llamarón al timbre. Ding dong.
Ya estaba ahí Soraya, como me gustaba, que fuera puntual. Y más en ese día en concreto que tanto necesitaba su compañía. Fui lo más deprisa que mis tacones me dejaban a abrir la puerta y allí estaba ella, tan hermosa como siempre con su cabello rubio y con una gran sonrisa en su cara de las que se contagiaban.
-        ¡Hola Michelle!- me saludó dándome un abrazo.
-        Por fin Soraya- dije soltando un suspiro.
-        Vaya veo que me echabas de menos.
-        Jaja no te lo creas mucho. Anda vámonos.
-        Vale
Cogí el bolso rápidamente y salimos de mi casa dirección a tomar algo y charlar.
Por el camino Soraya me contaba que tal le iba con su novio Alex. La verdad que se la veía muy contenta, parecían un matrimonio después de dos largos y bonitos años de relación. Yo, sin embargo, no tenía esa suerte. No quise sacar el tema de Marcos hasta que no llegamos al café y mientras, por la calle, hablábamos de temas triviales.
En pocos minutos llegamos y nos sentamos en una mesa para tomar algo dentro. Pedimos dos cafés cada una y al rato Soraya noto mi cara de preocupación. La verdad que era normal porque parecía un globo a punto de estallar.
-        Bueno pequeña, cuéntame ¿qué es eso que tenías que contarme?- preguntó Soraya bebiendo un sorbo de café caliente.
-        Pues me imagino que sabrás de quien es…- dije sin que me dejara terminar.
-        Ais, del encantador de Marcos ¿verdad?- dijo con una sonrisita de las suyas inclinándose cada vez más a mí y pestañeando deprisa.
-        No seas boba, que no veas lo harta que me tiene- dije un poco enfadada.
-        ¿Harta Michelle? No puedo creerme que te hartes de una persona que te quiere.
Soraya llevaba razón, por un momento esas palabras me dolieron, pero aún mi amiga no sabía nada de la tarde de ayer y no podía opinar.
-        Bueno es que… si te cuento lo que pasó ayer...- le dije pensativa.
-        Seguro que algo precioso, por qué esos ojos brillantes son por algo especial.
Me quedé con los ojos como platos, sonrojada e intentando negarlo.
-        Que va, que va Soraya. ¿Yo? ¿Ojos brillantes? No digas chorradas, ¿por Marcos? Já- dije muy orgullosa y alzando la cabeza.
-        ¿Por qué no le das una oportunidad y dejas ver si realmente te quiere o no? Solo porque todos los demás chicos han jugado contigo… ¿tienes que juzgarle a él?- dijo un poco molesta.
-        Bueno… no, no es eso pero yo…- dije agachando la cabeza.
-        Cuéntame que pasó ayer anda.- dijo cogiéndome una mano.
Le estuve relatando todo lo que me pasó con mi jefe desde el día de la cena hasta el tour de tiendas donde se produjo el dichoso beso. A medida que le contaba las cosas notaba que mi amiga se quedaba boquiabierta. Hasta que, cuando llegué a la escena del beso, se puso histérica sobre todo al comentarle que yo no quería nada y le rechace minutos después.
-        ¡¡¡Pero Michelle!!! ¡A ti te falta un verano nena! ¿Qué te pasa? O sea te lleva a cenar, te compra todo tipo de ropa, te da un beso apasionado, te acerca  a tu casa y  se comporta tan caballeroso contigo… ¿y encima le rechazas? No me lo puedo creer de verdad, eres incorregible. Pobre hombre de verdad. ¿No crees que te estás pasando?- me dijo con un tono que sonaba frio y dolía.
-        Pero yo… Soraya… entiéndeme tengo miedo, todos me utilizan para lo mismo, ¿Qué quieres que piense? Yo no sé lo que es el amor verdadero y veo imposible alcanzarlo algún día.
-        Eso ya lo sé y te comprendo, pero debes saber una cosa: quien no arriesga no gana. Y si no pones de tu parte jamás encontraras el amor verdadero. El miedo no te lleva a ningún sitio querida.
-        Lo sé… - dije cabizbaja- está bien, llevas razón, no seré tan dura con él.
-        Es más estoy segura que sentiste algo con ese beso, estoy segura que tu también estas deseando probar algo con él pero niegas tus sentimientos por miedo a sufrir ¿no es asi?- me preguntó mi amiga inclinándose a mí.
-        Pues… yo… - sonrojada- bueno… solo un poco…
-        Jaja, si es que es imposible no enamorarse de un hombre así, por dios Michelle.
Al final acabé dando la razón a mi amiga. Sabía que en el fondo llevaba lo que me decía era cierto y yo por otro lado estaba deseosa de poder tratar bien a Marcos. Incluso aquello de no tener que negar mis sentimientos sobre mi jefe, hizo que me cambiara el sentido del humor. No sé que haría sin Soraya, siempre conseguía animarme y sacar la solución a todos mis problemas.
Después de estar hablando dos horas, decidimos pagar y nos fuimos dirección a mi casa.