Todo empieza por una venganza... Un nuevo trabajo, una nueva vida cimentada en la noche, un nuevo objetivo, la otra cara de su persona... Dinero, alcohol, drogas, sexo, hombres, stripper. Un mundo en el que nuestra protagonista estará metida solo y únicamente por una razón: Vengarse y encontrar la felicidad.















Muy Recomendada

viernes, 25 de marzo de 2011

"Vida sin luz" Capitulo 21: Segunda parte

***
Dos días después…
Habían pasado dos días después de mi suceso con Laura y mi visita al hospital. Las cosas entre Marcos y yo de momento iban muy bien. Nos pasábamos los días juntos, aunque bueno solo por la tarde porque por la mañana debía trabajar en el hotel. Mientras tanto yo me quedaba en casa recogiendo o viendo la televisión. Las mañanas se me pasaban largas sin su compañía, pero las tardes eran deliciosas a su lado.
Estábamos a viernes, un viernes cualquiera de últimos de Marzo. Sabía que quedaba poco para Semana Santa pero… ¡Anda! Poco no, poquísimo. No me acordaba de que día eran y justamente ese viernes empezaban las vacaciones. Aunque para mí todos los días eran vacaciones, pues aún no había regresado a mi puesto en la recepción. Yo me encontraba bien y le pedía cada día a Marcos que me dejará volver ya, pero él estaba empeñado en que aún era pronto después de todos los sucesos que estaban ocurriendo en mi vida y sabiendo que había un malhechor detrás de mí investigando mis rutinas. Como no quería discutir con él le hice caso. Era ya casi la hora de comer, faltaban unos minutos para que Marcos llegara del trabajo y mientras le esperaba impaciente, me entretuve poniendo la mesa bien adornada.
Anduve pensando en que íbamos a hacer por semana santa. Yo no había pensado nada con todo el jaleo ocurrido, pero me gustaría pasarlas con mi novio, aunque supongo que tendremos que quedarnos aquí, ya era tarde para irnos de viaje. Pero una cosa estaba clara: me daba igual donde ir mientras Marcos estuviese a mi lado. Sonreí por ese pensamiento en mi cabeza a la misma vez que seguía poniendo la mesa. De repente escuche las llaves y la puerta abrirse. Si, aunque os extrañe le había hecho una copia de las llaves de mi casa a mi chico, sobre todo para que no tuviese que forcejear la puerta si me pasaba algo y porque mi casa ya era la suya y mi cama también.
Y entonces ahí apareció él, con su sonrisa de oreja a oreja, con sus ojitos brillantes y con su traje del trabajo, siempre tan guapo como siempre. Me alegre mucho al verle, le echaba mucho de menos por las mañanas. Corrí hacía él desde el otro lado de la cocina y le di un beso fugaz en los labios enroscando mis manos en su cuello y apretándole fuerte junto a mi. Él correspondió el beso encantado y me agarró de la cintura suavemente.
-          Mmm… Vaya vaya ¿y este recibimiento?- preguntó Marcos una vez despegados nuestros labios y aun sonriendo.
-          Es que ya te echaba de menos- dije ruborizándome.
-          Pero si solo he estado unas horas fuera en el trabajo cariño- añadió entre risas.
-          Ya, pero me dado cuenta de lo mucho que te quiero y no puedo estar mucho tiempo sin ti.
-          Yo si que te quiero preciosa. Ven al salón quiero enseñarte algo. Pero cierra los ojos por favor y no los abras.
-          ¿Qué es?
-          Es una sorpresa. Cierra los ojos.
-          Vale.
Yo permanecía con los ojos cerrados mientras Marcos me llevaba hacía el salón. ¿Cuál sería su sorpresa? ¿Y si me ha comprado algo? Yo no tenía nada para él. Pero… ¿Qué celebrábamos?
A la vez que seguía pensando, Marcos me dijo que ya podía abrir los ojos. Cuando los abrí un ramo de flores me esperaba delante de mí, sujeto por Marcos. Era precioso, adornado con rosas rojas, mis preferidas, azules, claveles, lirios y muchas más. Demasiado bonito para mí. Me quede tan embobada y sorprendida ante aquel regalo de Marcos que al principio no supe que decir.



-          ¿Te gusta preciosa?
-          ¿Qué si me gusta? ¿Estás de broma? ¡Me encanta! Son preciosas cariño, pero no debías haberte molestado en comprarme nada. Es un día normal y no celebramos nada.
-          ¿Quién ha dicho que no celebramos nada? Hay mucho que celebrar-añadió  él con su sonrisa.
-          Pero, ¿el qué?
-          Lo primero, me gusta compensarte con un obsequio para demostrarte lo mucho que te quiero. Lo segundo…
-          ¿Sí?
-          Lo segundo es que nos vamos.
-          ¿Qué nos vamos? ¿Cuándo? ¿A dónde?- mis preguntas eran de sorpresa total, de intriga y curiosidad.
-          Eso también es una sorpresa. Solo te tengo que pedir que eches en la maleta algo de ropa.
-          ¿Maleta? ¿Ropa? No entiendo nada Marcos.
-          Shhh, no te preocupes, confía en mi- dijo dándome un beso con gran pasión y convicción.
Estaba tan intrigada que no sabía por dónde empezar. ¿Maleta? ¿Viaje? ¿A dónde me llevaría? Pero debía hacerle caso y hacer la maleta. Aunque…
-          Cariño, ¿pero a qué hora nos vamos?
-          En cuanto terminemos de comer y recojamos. ¿Te parece bien?
-          ¡Me parece perfecto!- dije dando saltos de alegría.
-          Me alegro que te guste- añadió riéndose por mi comportamiento infantil.
-          Creo que se me ha olvidado lo más importante. ¿Qué hecho en la maleta? ¿Ropa de invierno o de verano?
-          Hombre pues… Yo que tu echaría ropa de verano- me respondió riéndose a carcajadas.
-          Jo- dije haciendo un puchero- ¿no me vas a decir dónde vamos?
-          Ya lo verás cariño- me contestó dándome otro beso para calmarme- Venga corre ve haciendo la maleta mientras hecho la comida en los platos. ¿Vale?
-          Vale.

Me fui corriendo a la habitación tan feliz como una niña con su juguete nuevo. Cogí mi maleta grande. No sabía cuanta ropa echar porque tampoco sabía el tiempo que estaríamos fuera, pero no quise preguntarle más. Así que eché de todo un poco. Mis vestidos de verano, faldas cortas, pantalones cortos, blusas, etc. Decidí echarme algún bikini por si acaso. No sabía si donde íbamos había playa o no, pero no perdía nada por echarlo. Tardé apenas escasos minutos en hacer la maleta. Decidí vestirme ya y ponerme algo cómodo para el viaje. Cogí mis pantalones pitillo azules, unos tacones rojos, mi camiseta roja de tirantes y una chaquetita blanca. Me maquillé de forma natural y sencilla y eché mis pinturas en la maleta. Cogí un par de bolsos y también los eché. El otro lo llevaría puesto, rojo, a juego con mi camiseta. Preparé el bolso con el monedero, el móvil y las cosas necesarias para un viaje y salí de la habitación con la maleta en la mano. Dejé mi equipaje en el salón y me acerqué a la cocina, donde Marcos me esperaba con la comida ya en los platos. Al verme se quedó sorprendido.
-          Va… Vaya. Estás preciosa cariño- dijo mirándome atónito y acercándose a mí.
-          Gracias cielo, pero voy normal- le contesté para después besarle suavemente.
-          No es verdad, tú siempre vas guapísima. Venga comamos que nos espera un largo viaje.
-          Está bien.
La comida se hizo amena y pasó rápida. Durante ella Marcos no me dijo nada del viaje. Realmente era una sorpresa y yo seguía aún más intrigada. Después de comer recogimos y mientras yo fregaba los platos, Marcos se fue a la habitación a quitarse el uniforme del trabajo y ponerse algo cómodo. En mi armario tenía algún que otro conjunto, así que escogió un vaquero y un polo verde que le favorecía bastante.
Cuando terminamos de recoger todo y ya estábamos listos decidimos irnos rumbo a no sé dónde. Cogí las llaves de casa y echando una última ojeada cerré la puerta.
Nos montamos al coche. Marcos me cogió la maleta y la colocó en el maletero para después montarse en el coche. Antes de arrancar me miró fijamente y me dijo:
-          Necesito una última cosa.
-          ¿El qué?
-          Tengo que taparte los ojos. Realmente quiero que sea una sorpresa. Te quitaré la venda enseguida- me dijo mientras en sus manos sostenía un pequeño pañuelo negro.
-          ¿Realmente es necesario?- añadí con una sonrisa.
-          Por favor…
-          Está bien.
Así que Marcos me puso el pañuelo en los ojos, con el cual no podía ver absolutamente nada.
Pasaron aproximadamente quince o veinte minutos cuando el coche volvió a detenerse por completo. Habíamos llegado. Noté como mi chico me bajaba del coche y llevaba las dos maletas arrastras.
-          ¿Queda mucho?- pregunté impaciente.
-          No, enseguida llegamos.
En pocos minutos pude notar como estábamos en un lugar ajetreado porque se oían muchas voces. De repente Marcos me quito la venda de los ojos y me dijo:
-          Observa ese panel que tienes en frente y escucha lo que dicen por megafonía.
Me quede atenta para oír que era lo que decían mientras miraba el panel que Marcos me dijo:
Entonces una voz sonó al otro lado:
“Avión destino Mallorca con salida a las 16:00 horas. Embarque por la terminal 5 del aeropuerto”

Poco a poco mi boca se quedaba abierta y de mis ojos caían lágrimas de felicidad. Marcos me miró extrañado sin comprender mi reacción del todo.
-          Bueno ya sé que no es un lugar muy lejos pero es que no he podido conseguir nada más lejos cariño y yo…- pero no terminó de hablar pues enseguida me abracé a él y le bese con gran pasión y felicidad.
-          Es perfecto, me encanta cariño.
-          ¿Y por qué lloras tonta?- me preguntó él secándome las lágrimas de mi rostro.
-          De felicidad cielo, de emoción. No me esperaba esto y tampoco me lo merezco.
-          Tú te mereces todo esto y mucho más.- me susurró cerca de los labios.
-          Gracias Marcos.
-          Te quiero preciosa.

sábado, 19 de marzo de 2011

"Vida sin luz" Capitulo 21: Primera parte

Capítulo 21: Tramando un plan
La pasión aumentaba por momentos y ese fuego interno que nos quemaba a ambos ardía cada vez más. Los besos eran más fieros y las caricias por mi espalda empezaban a ser sugerentes. Me dejaba llevar, necesitaba a Marcos a mi lado, necesitaba sentirme querida. No soportaba estar enfadada y menos con él. Mi camiseta empezó a desaparecer poco a poco de mi cuerpo, acabando en manos de Marcos. Me miraba a los ojos gritándome por dentro cuanto me quería y con una sonrisa en su cara. No tardé en quitarle la camiseta a Marcos fieramente, pues el calor en nuestros cuerpos hacia que nos deshiciéramos de cualquier prenda. Se notaba como ambos nos necesitábamos mutuamente, pues el contacto de nuestros torsos desnudos hacía que suspiráramos de placer ambos y la pasión aumentase de manera increíble.
En pocos minutos nuestros cuerpos estaban desnudos completamente, sin ninguna prenda que pudiera cubrirnos, los besos aumentaban al igual que las caricias. Marcos rozaba mis pechos delicadamente, se notaba como sus caricias eran más suaves y con más ternura. Podía ver cómo me demostraba que no quería perderme pasara lo que pasara y por eso valoraba más mi presencia.
El contacto de su miembro en mi entrepierna me produjo un escalofrío que me recorrió toda la espina dorsal haciendo que volviera a suspirar de nuevo.  Sin parar de rozar nuestros labios, su mano bajaba lentamente hacia mi intimidad acariciándola suavemente hasta producirme un gemido ahogado. Marcos al verme sonrió para sí quitando la mano de mi intimidad para sustituirla por su lengua. Sabía que aquella sensación me volvía loca y me hacía perder el sentido haciendo que mis ojos se quedaran en blanco y mis gemidos fueran más evidentes.
Antes de que pudiera llegar al borde del placer paró y decidí darle placer a mi amado, acariciando su miembro ahora erecto. Su bello cuerpo desnudo me hacía perder la cordura. Sin dejar de besarnos acaricié su miembro hasta conseguir que suspirara él también de placer.
Pero aquello no era suficiente. En un segundo nos miramos a los ojos, sin mediar palabra supimos ambos lo que queríamos decirnos simplemente con una mirada. Deseaba sentirle dentro de mí y él deseaba más de mí. Así que intenté acomodarme para que pudiera entrar en mi suavemente, lo que nos produjo emitir un gemido ahogado a ambos y una sonrisa en nuestros rostros. Una vez dentro los ritmos fueron más acompasados. Un baile frenético que aumentaba la pasión de ambos y los besos. Tras unos minutos moviéndonos acompasadamente ambos llegamos al clímax, experimentando una sensación inolvidable. Aquella tarde era una sensación mayor, pues el haberme enfadado con Marcos me hacía quererle más aún.
Una vez terminamos, acabamos abrazados mientras aún estaba dentro de mí. Yo encima de su pecho con los ojos cerrados, pero despierta. Le abrazaba fuerte, no quería que se fuera. Al principio un silencio inundaba la habitación, aunque no era un silencio incómodo. Las palabras sobraban ante aquella tierna escena. Después de separarnos y acomodarnos el uno al lado del otro empezó a hablar:
-          Lo siento cariño-me dijo mirando al techo con la mirada perdida y arrepentido.
-          No, perdóname tú también a mí, pero debes entenderme.
-          Lo sé, pero no podía entenderte en esos momentos. Sentía como si yo no te apoyara lo suficiente y necesitaras a otra persona antes que yo.
-          No cariño, no es eso, pero las mujeres siempre necesitamos a nuestras amigas para desahogarnos. Supongo que es porque nos entendemos las unas y las otras.
-          Es normal y ahora me doy cuenta de lo idiota que he sido al gritarte así. Yo no quería ponerme así pero no he podido evitarlo. Michelle, me siento culpable por todo lo que te está pasando, aunque me digas que no tengo la culpa de nada. Pero no puedo evitar sentirme inútil al no poder protegerte. Y encima todo esto comenzó cuando empezamos a salir juntos…- dijo algo alicaído e intentando pensar.
-          Pero Marcos, no digas eso por favor. Sabes de sobra que no tienes la culpa de nada y me da igual que todo haya empezado desde que nos conocemos, porque… ¿sabes una cosa?- le pregunté mirándole con una sonrisa.
-          ¿El qué preciosa?
-          Que prefiero morir a no estar a tu lado nunca más. Porque te quiero cariño.

Ante mis palabras Marcos se quedó embobado, no dejaba de mirarme, de sonreírme, de decirme con la mirada lo mucho que me quería. Incluso llegó a emocionarse por lo que le dije. Al cabo de unos segundos habló:

-          Eres magnifica Michelle. Te quiero ¿Me perdonas por haberme puesto así?- me dijo con un puchero que era inevitable no decir que sí.
-          Estas más tonto…- le contesté dando un suspiro.
-          ¿Eso es un sí?- sonrió.
-          Por supuesto mi amor- terminé de decir abrazándome a él y plantándole un gran beso en sus dulces labios.
-          Gracias.
Y así fue como Marcos recapacitó y me pidió perdón. Y así fue también como nos quedamos dormidos abrazados uno al otro con unas sonrisas de felicidad y amor en nuestras caras.

**
En otro lugar de la ciudad unas horas antes….

-          ¡Cariño, ya estoy en casa! ¿Estás?- pregunta una muchacha a la misma vez que se dispone a cerrar la puerta de entrada.
-          Si, si. Estoy en el salón pequeña.
Mientras la muchacha se dispone a entrar en el salón su amado se levanta a recibirla.
-          Hola cielo. ¿Cómo ha ido?- pregunta el chico dándole un beso a su pareja.
-          Muy bien, he conseguido mi objetivo. Te dije que nadie se ríe de Laura Montés- dijo riéndose.
-          Esa es mi chica- añadió dándole otro gran beso- Cuéntame que ha pasado.
-          Pues nada, llegue a casa de esa bastarda y cuando me vio se quedó muy sorprendida. Una vez se fue el gilipollas de mi hermano, estuve amenazándola para que dejara en paz a Marcos, pero como no sirvió de nada opté por la vía más rápida. Le agarré de las muñecas empotrándola contra la puerta para que reconociera que debía dejar a mi hermano. Aunque no me salió del todo bien…
-          ¿Qué paso?- preguntó sorprendido.
-          La muy zorra me dio un tortazo en la cara y consiguió liberarse. Salió corriendo hacia el baño y se encerró. Ahí fue cuando después te llame a ti.
-          Es verdad. Y después ¿qué sucedió? ¿Conseguiste darla su merecido?
-          Estuve a punto si no hubiera sido porque llegó mi hermano, pero pude propinarle un corte en el cuello con el cuchillo. Ella estaba en el baño. No me quería abrir la puerta así que la forcejeé yo y entré. Estaba en un rincón por lo que me facilitó la situación. Me acerqué a ella amenazándola con el cuchillo y logré pegarle un corte no muy profundo en el cuello, pero al menos sangraba bastante que es lo que me hizo sonreír. De no ser porque en ese momento apareció el imbécil de mi hermano hubiera conseguido herirla más. Pero me pilló con el cuchillo en la mano lleno de sangre y me fue difícil excusarme.
-          Pero entonces ¿qué hiciste? ¡Como tu hermano te pille sospechará de ti y no dejará que te acerques a Michelle!- gritó desesperado.
-          Tranquilo, no te preocupes. Sé cómo solucionarlo- contestó Laura muy tranquila.
-          ¿Ah sí? ¡Pues ya me dirás como!- Decía a voces y enfadado.
-          Tú todavía puedes intervenir, pero si no quieres tengo otros contactos.
-          ¿Otros contactos? ¿De dónde los has sacado?
-          Cariño, recuerda que tu novia tiene amigos en todos los sitios dispuesta a hacer lo que sea por ella- dijo con una sonrisa malévola.
-          Ya te entiendo. Espero que podamos confiar en esos nuevos contactos. No nos podemos arriesgar- dijo preocupado.
-          No te preocupes cielo. Déjalo en mis manos y confía en mi- dijo ella acercándose lentamente a su novio y besándole fieramente en los labios.

Un beso parecido a un mordisco que ambos correspondieron y que; salvajemente,  esa era su forma de demostrarse cuanto amor se tenían. A su manera claro.

-          Una cosa Laura. He pensado en un nuevo plan. Mucho mejor que los anteriores. Así conseguiré de una vez por todas vengarme de Michelle.
-          ¿Ah si? ¿Qué plan?
-          Es algo que no te voy a contar aun. Tu encárgate de ponerme en contacto con esos amigos tuyos para poder informarles de la situación.
-          Vale cariño. Pero ten cuidado.
-          No te preocupes. Ahora me toca a mí intervenir. Este plan seguro que no fallará- terminó de decir aquel hombre mientras sonreía de forma malévola.

sábado, 12 de marzo de 2011

"Vida Sin Luz" Capítulo 20 : Segunda Parte

Esperé unos diez minutos a que me calmara por la situación vivida hace unos momentos. Cuando estuve más tranquila, descolgué el inalámbrico y marqué el número de Soraya.
- ¿Sí?
- Hola guapa. Soy Michelle.
- ¡Hola mi niña, cuanto tiempo! ¿Qué tal estas, te encuentras bien?- se escuchó la voz preocupada de mi amiga. Sonreí para mis adentros.
- Sí, pero te necesito más que nunca. Tengo que contarte y no puedo salir de casa. ¿Podrías venir a mi casa y hablamos?
- ¡Por supuesto! Estoy allí en un periquete. Adiós guapa.
- Adiós.
Colgué y me recosté en el respaldo del sofá. Con las rodillas pegadas a mi pecho y mi barbilla en ellas, suspiré de forma pesada. No podía creer que Marcos se haya puesto de esa manera tan de repente. Algo en su cabeza tendría que estar rondando. Estaría nervioso por todo lo que ha sucedido en tan poco intervalo de tiempo, pero yo no tengo la culpa de eso; al contrario, soy la víctima de todo.
Me estaba dando cuenta ahora mismo, que Marcos me importaba más de lo que pretendía aparentar. Sabía que era alguien fundamental en mi vida, pero por cómo se había puesto conmigo… me dolió bastante. Es parecido a una pequeña herida. Cuando te cortas con algo afilado, pero el corte no es profundo. Es pequeño, pero escuece horrores. Una sensación parecida tengo en el pecho. En la parte izquierda, a la altura del corazón. Me estaba costando respirar. El nudo de mi garganta no tenía piedad de mí y apretaba de forma asfixiante. Comencé a respirar profundamente, intentando que lo hiciera de forma constante. Lo estaba consiguiendo sin contar con la lágrima que descendía por mi mejilla derecha. Dios, no podía estar así con él. No, con él no soportaba estar de esta manera. Hablaría después de que se marche Soraya.


Diez minutos más tarde…

El timbre sonó. Me removí somnolienta en el sofá. Me desperecé y fui hacia la puerta con pasos pausados. Me había quedado dormida y sin darme cuenta. Miré por la mirilla y vislumbré la cabellera rubia enfrente del visor. Sonreí. Abrí la puerta y seguía sonriendo. Ella también lo hacía y nos fundimos en un gran abrazo. Me transmitió tranquilidad y esperanza. De que todo iba a salir de maravilla, que ella estaba allí y que no se marcharía nunca de mi lado hasta que yo estuviera plenamente bien.
Después de un rato, que parecía eterno, nos desprendimos y nos dimos dos besos sonoros. Sonreíamos como si fuese el mayor regalo el habernos visto, como si hiciese milenios que no estuviésemos juntas.
La hice pasar al recibidor y seguidamente, al salón. Estuvimos hablando de lo que me había pasado en aquellos días. Lo de Laura, que llamó Marcos. Sabía que él estaría posiblemente escuchando, así que la dije que no tenía la culpa de nada. Lo pensaba sinceramente, pero lo decía para que él se convenciera. Le expliqué todos los detalles y Soraya pensaba lo mismo que yo; que Marcos no tenía la culpa, que no podía saberlo.
- Él no tiene la culpa, Michelle- dijo preocupada alzando un poco la voz.
- Si ya se lo he dicho yo, pero no está muy convencido.
- Es normal que se sienta culpable si la ha llamado él mismo.
- Sí, pero no tenía ni idea de nada. Ni que nos lleváramos mal, porque disimulábamos para que estuviera feliz.
- Pues mira hasta donde ha llegado la muy…- blasfemó por lo bajo.
- Tranquilízate Soraya- sonreí al ver tan malhumorada a mi amiga.
- ¿Y no has pensado que ella tenga que ver con los mensajes?
- Pues no lo sé. Es una probabilidad, pero… la otra vez, cuando entró a mi casa, era la voz de un hombre.
- Puede ser su compinche, que sea su pareja o algo.
- Sí, es una posibilidad, porque la escuché hablar con el móvil a alguien y le dijo cariño- susurré para que la información no llegase a los oídos de Marcos.
Soraya abrió los ojos desmesuradamente sin creerse lo que le acababa de contar. Yo asentí con la cabeza para confirmarle lo que la había contado. Ella me cambió de tema y estuvimos viendo una película. A las dos horas se marchó.
En todo el rato que había estado hablando con mi amiga, no paré de pensar en él. Necesitaba urgentemente hablarle y solucionar las cosas.
Me dirigí al dormitorio de invitados, donde horas antes Marcos dio un portazo con todas sus ganas y fuerzas. Toqué con los nudillos la puerta. Esperé un poco para recibir respuesta, pero ésta no llegó. Opté por abrir la puerta sigilosamente. Estaba tumbado en la cama, bocabajo. Los ojos los tenía cerrados y la respiración acompasada. Se encontraba dormido plácidamente. Le agité un poco al sentarme en la cama, en su regazo. Le acaricié la mejilla suavemente y le di un beso en los labios, con cuidado. Él se despertó, abriendo los ojos despacio. Asomó su sonrisa torcida y después se incorporó. Seguía teniendo la sonrisa en su rostro y yo solo agaché la cabeza, cabizbaja. Me agarró de la barbilla, haciendo que me arrimara una pizca hacia él. Yo incrédula y sin saber qué pretendía, me dejé llevar. Le necesitaba. Mis lágrimas corrían veloces por mis mejillas al tiempo que acompañaban un grito ahogado procedente de mi garganta. Me limpió con delicadeza los ojos, eliminando posibles derrames de líquidos por mis mejillas ya mojadas. Una última se posó en mis labios. Al instante, Marcos se acercó y me besó; degustando el sabor salado de aquella gota de tristeza. Volvió a besarme, una y otra vez. Entrelazando nuestras lenguas nos sumergimos en una burbuja difícil de estallar. Me agarró por la cintura, consiguiendo que me tumbase a su altura y a su lado. Me acarició mientras seguía unidas nuestras bocas. Saboreando cada aliento y cada respiración que se tornaba agitada a medida que avanzábamos. Ahora me urgía más que nunca estar con él. Un calor por mi espina dorsal, subía a velocidad imparable. Comenzamos a tocarnos, a darnos placer y a respirar el jadeo del otro.

sábado, 5 de marzo de 2011

"Vida Sin Luz" Capítulo 20 : Primera Parte

Me desperté sin saber dónde me encontraba. Lo veía todo blanco. Paredes, ventanas, puertas... Me parecía un lugar muy extraño. ¿Dónde estaba? Me acordé, de repente, la escena que pasé con Laura. Me aterroricé. Me observé con unos cables. En la mano izquierda tenía una aguja, seguido de un cable transparente. Lo relacioné enseguida con el gotero de un hospital. ¿Hospital? ¿Me había hecho la hermana de mi chico tanto daño para estar en el punto de llegar hasta aquí? No entendía como Marcos no se encontraba en la habitación conmigo. Supongo que no le habrán dejado entrar aun.
Recorrí con los ojos la habitación. Era tan sosa, tan triste y apagada… daban ganas de suicidarse. Justo sonó el pomo de la puerta al girar. Se abrió despacio y chirrió. Por una pequeña apertura, Marcos asomó la cabeza con una sonrisa impecable. Hice lo mismo y entró sin decir nada, manteniendo la sonrisa en su rostro. Cerró la puerta tras de sí con la mano derecha en su espalda.

- Hola preciosa- comenzó-. ¿Qué tal te encuentras?
- Tengo la boca pastosa- Se acercó a la mesita y cogió un vaso de plástico. Lo llenó de agua mineral y me lo tendió sonriente-. Gracias.
- De nada. ¿Algo más que deseé la señorita o está todo en su sitio?- preguntó irónico.
- Sí, estoy bien- contesté incorporándome un poco-. ¿Qué tienes ahí escondido?- añadí curiosa.
- Algo hermoso para la chica más hermosa del lugar- susurró.
- A poco. Esto es horroroso- dije asqueada. Marcos se carcajeó.
- Y aunque estuviéramos en el lugar más maravilloso, siempre destacarías por ser la mujer más preciosa que existe- ahí me ruboricé. Es lo más tierno que puede haber. Cada día lo quería más por aguantar lo que está aguantando.

Se arrimó un poco más a mí. Le agarré de la camiseta que llevaba y le besé. Al poco rato después, nada más despegar nuestros labios, él desprendió la mano derecha de su espalda y me enseñó un ramo de grandes rosas blancas y rojas. Me quedé boquiabierta. En la misma mesita donde está el vaso y la botella de agua, se encontraba un jarrón blanco de porcelana con puntitos azules. Marcos fue a llenar el recipiente con el agua del grifo del baño, y a los pocos segundos, regresó feliz con las flores metidas en el objeto de porcelana. Las dejó de nuevo en la mesita y se acercó a mí. Demasiado cerca, demasiado respirar de su aroma, y demasiado aturdimiento. Entreabrí la boca y él se acercó aún más. Me pasó la lengua por el labio inferior y al instante me besó. Despacio, con calma y saboreando el placer de aquel contacto.
Nos vimos interrumpidos por el médico, que tosió incómodo. Ambos nos ruborizamos y Marcos se disculpó.

- ¿Qué tal se siente?- me preguntó el médico tiernamente.
- Bien. ¿Cuándo me darán el alta, doctor?
- Le haremos un par de pruebas más para verificar que está en buenas condiciones y esta tarde-noche podrá marcharse a su domicilio.
- Gracias doctor- agradeció Marcos, incorporándose a la pequeña conversación. Éste asintió con la cabeza y se marchó del dormitorio.

Marcos se marchó a hacer unas cosas a su casa. Coger ropa limpia, ducharse, cambiarse… lo típico. A la media hora regresó. Aquella sonrisa no se me podía borrar de la mente. Me emanaba tranquilidad y desasosiego.

- Perdona por llamar a mi hermana sin consultarte- se disculpó de repente. Me pilló desprevenida, pero reaccioné a tiempo.
- No te preocupes, cielo. Lo hecho, hecho está- contesté acariciando su mejilla. Él estaba sentado en la cama, en mi regazo y acariciando mis manos, mirándolas.
- No. Siempre tengo yo la culpa- se culpó.
- ¡Ni se te ocurra sentirte culpable! No podías saberlo. Ni siquiera tenías idea de que nos odiábamos a muerte. Y para tenerte contento, te hacíamos creer que nos llevábamos bien, pero no sabía que ella fuese capaz de algo así.
- ¿Ves? Por mi culpa tuvisteis que disimular algo así. Si lo hubiese sabido, no la hubiese llamado.
- ¡Que no! Mira, si intento explicarlo, lo enredaré más. No tienes la culpa, no sabíamos que ella fuese capaz de hacerme daño y tú solo lo hacías para protegerme.

Aquello le convenció y dejó el tema zanjado. A los pocos minutos, regresó el médico para hacer unas pruebas. Me hicieron una radiografía y ecografía en varias zonas del cuerpo. Pudieron comprobar que no tenía lesiones internas, que solo eran heridas superficiales.
A los pocos minutos me subieron a planta y estuve reposando un rato. Comí y merendé allí. Justo después volvió el médico diciendo que estaba en orden y que ya podíamos marcharnos.

A los diez minutos, ya tenía quitado el gotero y los cables que me unían a esa cama; que entraban depresiones en dosis aumentadas en vena.

Bajamos hasta la planta baja y nos dirigimos al parking, donde Marcos había aparcado el coche. Me monté y se dirigió a mi casa. Estuvimos todo el trayecto en silencio. Él me miraba de reojo y yo observaba por la ventana, con la mirada perdida. Pensando y pensando que mi vida corrió peligro, que podría no haberlo contado o simplemente, que mi chico no hubiera llegado a tiempo. Decidí no pensar y obcecarme en ello. Sería lo peor para mí.
Sin darme cuenta, llegamos más pronto de lo normal. Había anochecido. La brisa se tornaba fresca, y pequeños remolinos de hojas, se movían en las aceras y carreteras. Un escalofrío recorrió mi nuca. Refrescando mi cara, con los ojos cerrados, comencé a andar.
Como si me supiera la calle de memoria, subí el bordillo de la acera sin abrir un ápice cualquiera de ellos.
Abrí el portal y subí las escaleras. Quería mantenerme lo suficientemente ocupada para no seguir pensando en el qué podría haber pasado. Seguí subiendo peldaño a peldaño, con la mirada perdida. Marcos detrás de mí sin decir una sola palabra. Llegamos a la puerta y adentré la llave en el cerrojo. La giré dos veces y sonó un click. Rechinó la puerta de entrada; y agolpándome la cara como un gran puñetazo, me regresó en un segundo toda la escena. Tan poco tiempo para recordar un suceso que duró años para mí, que sufrí lo insufrible y saqué valor de donde no la tenía. En ese momento necesitaba apoyo moral. Y aunque Marcos sería capaz de hacerlo, necesitaba una voz femenina en todo esto. Me acordé que hacía tiempo que no veía a Soraya. Decidí llamarla y hablar con ella de todo lo ocurrido.
Fui temblorosa hacia el salón, donde se encontraba el teléfono inalámbrico. Cuando iba a cogerlo, una voz tras de mí, me paralizó.

- ¿Qué se supone que haces?- preguntó serio Marcos. Aquello me extrañó, pues hace apenas unas horas estaba encantador conmigo. No lo entendía.
- Llamar a Soraya por teléfono- contesté de manera que sonase obvio.
- ¿Para qué?- siguió con el semblante firme.
- Pues para charlar. ¿Algún problema?
- Si- dijo cortante.
- ¿Cuál?- cuestioné incrédula
- Que no me da la gana que la llames- esta vez sonó con sequedad su respuesta.
- ¡Porque tú lo digas!- protesté. Me estaba poniendo de los nervios. Ahora necesitaba apoyo. Él sabía lo importante que era mi amiga para mí y la necesitaba. Y Marcos me estaba negando de su presencia.
- Sí, porque yo lo digo. Siempre que viene gente te pasa algo y ya estoy yo contigo- gritó. Me quedé helada con su repentino comportamiento, pero no me achanté tan fácilmente.
- Mira, ni tú ni nadie me va a decir con quien quedo o dejo de quedar. ¿Te ha quedado claro?
- Estoy harto de mirar siempre por tu salud. Cada vez que llamamos a alguien estás en peligro, así que llámala y olvídate de que existo- Se fue hecho una furia hacia la otra habitación, dando un portazo. No entendía su manera de reaccionar, ni qué le sucedía. Supongo que sería por los nervios y el estrés acumulado de estos días. Yo estaba muy enfadada con él y debería aprender que a mí no se me grita.