Todo empieza por una venganza... Un nuevo trabajo, una nueva vida cimentada en la noche, un nuevo objetivo, la otra cara de su persona... Dinero, alcohol, drogas, sexo, hombres, stripper. Un mundo en el que nuestra protagonista estará metida solo y únicamente por una razón: Vengarse y encontrar la felicidad.















Muy Recomendada

viernes, 31 de diciembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 17: Primera parte

Capitulo 17
Tras varios intentos conseguí abrirla antes de que aquel hombre se levantara. Le faltó muy poco para pillarme pero conseguí escapar corriendo todo lo que podía. Bajé escaleras abajo incluso de dos en dos. Mi corazón latía más rápido de lo normal. Giré la cabeza para ver si venía detrás mi agresor. Y no me equivocaba. A pocos metros detrás mía corría él intentándome alcanzar. Llegué a la recepción donde estaba Soraya que, al verme corriendo y con la cara descompuesta, no dudó en preguntarme. Pero no había tiempo de preguntas. La cogí del brazo y la dije que corriera.
-        Soraya vamos sal corre- decía cogiéndola del brazo.
-        ¿Pero qué pasa Michelle? ¿Por qué?
-        Nos persiguen ya te lo explicaré. ¡Corre por lo que más quieras!
Soraya asustada corrió conmigo hasta la salida donde ya nos esperaba el taxi en la misma puerta. Una gran ventaja pues así aquel hombre encapuchado no podría cogerme. Subimos al taxi y cerramos las puertas. Veía como se aproximaba el encapuchado. Inmediatamente le di la dirección al conductor.
-        A la calle de la Palma por favor. ¡Rápido arranque!
-        Muy bien allá vamos- dijo el taxista mirándome con cara extraña.
Cuando el taxi arrancó el hombre encapuchado se había quedado a un paso de alcanzarme.
-        Uff por los pelos- dije terminando de mirar a la ventana asegurándome que no corría detrás del taxi.
Miré a Soraya que estaba a mi lado mirándome con cara de enfado y preocupación. Deseando que le contara de qué o quién huíamos y por qué.
-        ¿¡Me vas a explicar quién era ese hombre y por qué  nos perseguía!?- dijo en voz demasiado alta, lo que hizo que el taxista se enterara y nos mirará por el espejo retrovisor con el ceño fruncido.
-        Shhh, baja la voz. Luego te lo explicó en casa.- le dije aun fatigada del sprint que había hecho para salvar mi vida y la de Soraya.
-        Más te vale o si no me enfadaré contigo.
-        Que si tonta.
En pocos minutos llegamos a mi calle. Le pedí al taxista que nos dejara justo en la puerta de casa, y así lo hizo. Pagué yo y nos bajamos sin demorar ni un minuto. A paso ligero nos acercamos al portal mientras ya llevaba las llaves en la mano. Soraya no paraba de ponerme caras raras, de preocupación, de mirar de un lado para otro, pues también estaba asustada. Entramos al portal y cerré la puerta deprisa y fuertemente como si así consiguiera que nadie más pudiera entrar ni hacernos daño. Subí corriendo las escaleras. Deseaba llegar a casa y contarle lo ocurrido a Marcos y Soraya. Está claro que no podría ocultárselo a mi amiga durante más tiempo o si no me mataría. Llegamos a la puerta de casa, abrí corriendo con llave y entramos. Cerré también deprisa y asustada. Eché dos vueltas a la llave por si acaso. Tenía mucho miedo y en mi cara se podía reflejar claramente. Marcos se levantó para saludarme, se alegró mucho al ver que estaba en casa, pero cuando vió mi cara de preocupación, blanca como la cera, mi respiración entrecortada y mis ojos clavados en un punto fijo, empezó a preocuparse.
-        Michelle ¿Estás bien? ¿Qué te ocurre? ¿Ha pasado algo?- me preguntaba mirándome detalladamente y acercándose a mi preocupado.
Pero yo no contestaba, seguía en estado pensativo, como si hubiera desconectado de la realidad por un momento, pero con los ojos como platos. Al ver Marcos que no le contestaba, preguntó a Soraya lo más deprisa que pudo.
-        Soraya, ¿qué ha pasado? ¿Por qué esta así?- preguntaba histérico.
-        No lo sé ni yo, lo único que sé es que hemos tenido que correr porque un hombre nos perseguía.
-        ¿Un hombre? Dime, ¿Cómo era?- preguntó para confirmar lo que ya se imaginaba.
-        Pues… creo que iba encapuchado. Era como una especie de ladrón.
-        No. No puede ser. Otra vez no- decía Marcos llevándose las manos a la cabeza y dando vueltas de allá para acá.
-        Pero ¿qué sucede Marcos?
-        Ayúdame, corre ve a por agua fría ahí que hacer que Michelle reaccione. Tráete unos paños empapados. ¡Corre!- dijo preocupado sin contestar a su pregunta.
Soraya no entendía nada, pero obedeció a Marcos, pues su amiga parecía que necesitaba realmente ayuda y corrió hacia la cocina lo más deprisa que pudo. Marcos me hablaba, intentando hacerme reaccionar, calmando mi respiración, a la vez que intentaba llevarme al sofá y sentarme. Pero estaba rígida, tiesa como un palo, sin moverme ni mi cuerpo ni mis ojos. Como si todo mi cuerpo hubiera sido inmovilizado por un momento.
En seguida Soraya vino con los paños de agua, preocupada y entregándoselos a Marcos, el cual no demoró ni un segundo y me los puso sobre la cara. No sabía si eso valdría para recuperar mi estado normal pero intentaba todo lo que se le ocurría. Sabía algo de primeros auxilios pero lo básico y casi no se acordaba. Los paños de agua fría no funcionaban y Marcos empezaba a ponerse realmente nervioso y su preocupación por mi aumentaba. Soraya andaba de una punta a otra del salón sin saber qué hacer.
Entonces en un segundo, como por arte de magia, a  Marcos le vino la lucidez. Se acordó de lo que había que hacer en esos casos. Y sin perder ni un minuto empezó a contraerme el pecho dando pequeños golpes secos sobre el torax apretándome contra él. Como cuando una persona se atraganta con la comida, pues algo así. No tardé mucho en reaccionar, dejando mi estado de inmovilización y pasando a un estado completamente normal. Miré a Marcos y a mí alrededor. Él estaba más calmado, feliz de verme bien. Soraya se había quedado obsoleta viendo como Marcos me salvaba la vida y al verme recuperada se la veía más feliz.
-        ¡Marcos!- dije efusivamente dándole un abrazo.
-        Mi niña no te imaginas el susto que me has dado, no vuelvas a hacerme esto. Pensé que te perdía de nuevo- dijo correspondiéndome el abrazo fuertemente.
Soraya se acercó cuando nos despegamos del abrazo.
-        Michelle, no vuelvas a hacer eso que no tiene gracia. ¿Me podéis explicar que está pasando aquí? Porque has estado a punto de palmarla y yo sin enterarme de nada- dijo más bien molesta.
-        Vamos a sentarnos y te lo explicamos detenidamente- la contesté.

domingo, 26 de diciembre de 2010

"Vida Sin Luz" Capítulo 16 : Segunda Parte

Me desperté sobresaltada y bañada en sudor. Aún era las doce del mediodía. Decidí darme una ducha para relajarme de tanto estrés. Quise despejarme de tantos problemas y alteraciones. Por más que pensaba quien podría ser, no daba con la solución.
No sé cuánto tiempo estuve debajo del agua. Escuché detrás de la puerta, como Marcos me llamaba. Cerré el grifo y me coloqué la toalla alrededor del cuerpo. Me dejé el pelo al aire para que se me secara al natural. Me peiné y me vestí con unos pantalones vaqueros y una camiseta verde. Cuando salí del baño, observé que la mesa estaba puesta y lista para comer.
-          ¿Y esto?- pregunté sorprendida.
-          Llevas dos horas en la ducha, ya pensaba que te había pasado algo- contestó Marcos mientras se dirigía a mí y me daba un casto beso al terminar.
-          ¿Sí, tanto tiempo? Ni me había enterado. Podrías haberme llamado y hacía yo la comida y puesto la mesa, ya sabes que no puedes hacer esfuerzos- dije preocupada por su salud.
-          ¡No soy un inválido! Como acabas de comprobar, puedo hacer las cosas solo- respondió orgulloso.
-          Aun así, da igual. Estoy aquí para cuidarte, ¿de acuerdo?- le devolví el beso casto de antes.
Nos sonreímos y nos sentamos en la mesa para comer. Hablamos de trivialidades. Hablamos de lo que nos gustaría hacer ese día y del trabajo. Marcos tenía una reunión esa tarde, en la cual no podía faltar. Debe guardar reposo, asique me ofrecí a asistir por él y excusarle. Él seguía preocupado y no sabía por qué. Quise preguntarle.
-          ¿Te sucede algo, cariño?
-          Sí. Estoy preocupado por ti.
-          ¿Por qué?
-          ¿Vas a ir sola al hotel? Ahí fuera sigue estando el de los mensajes, el cual no sabemos quién es. Permíteme que me preocupe.
-          ¿Y con quién voy?
-          No sé. ¿Puedes quedar con Soraya?
-           Ella tendrá algo que hacer. No podrá quedarse el tiempo en el que estoy yo en la reunión.
-          No solo por eso. Me acabo de acordar que necesito terminar unos papeles. Podrías traérmelos y terminarlos yo en casa.
-          ¡Está bien, pero no te aseguro lo de Soraya! ¿eh?
-          ¡Ya veremos!
Seguimos comiendo, pues aún nos quedaba el postre. Al terminar, quité la mesa. Marcos hizo amago de levantarse para ayudarme, pero ni le dejé intentarlo. Él se tumbó en el sofá para ver la televisión, y yo cogí el teléfono para llamar a Soraya.
-          Cariño, ¿estas libre esta tarde?- la saludé alegremente.
-          Hola mi niña. Pues te iba a llamar porque no tengo nada que hacer y estoy aburridísima.
-          ¡Vaya! ¿sí?
-          ¡Sí! Dime qué tienes pensado hacer.
-          Pues me tienes que acompañar a mi trabajo a coger unos papeles y… esperarme, pues tengo una reunión que no puede asistir Marcos.
-          ¿Y eso, se encuentra mal?
-          Ya te contaré. Cuando termine, nos tomamos un café en casa o en una cafetería cerca de aquí, y te cuento detenidamente.
-          Muy bien. ¿A las cinco te parece buena hora?
-          Me parece perfecta. Nos vemos más tarde.
Nos despedimos y fui al salón a contarle a Marcos lo que iba a hacer. Él estaba de acuerdo. Me senté en el sofá, con sus pies en mis rodillas. Vimos un programa en la televisión que no merecía la pena ser visto. Cuando quise darme cuenta, ya era la hora para vestirme y arreglarme. No tardé mucho en acicalarme. Cambié la camiseta verde por una roja de tirantes y encaje. Me calcé unos botines con poco tacón y cogí el bolso. A los pocos minutos, sonó el timbre.
-          Hola mi niña- me dio Soraya dos besos mientras saludaba efusivamente.
-          Hola cielo.
-          Hola Marcos.
-          Hola- contestó él alzando la mano por encima del sofá y sin girarse.
-          ¿Estás ya lista?- preguntó ella.
-          Si, vámonos- la respondí-. Marcos, cielo. Vuelvo enseguida, ¿estarás bien?
-          Si mi niña, no te preocupes. No tardes.
Salimos de casa y fuimos en metro. Decidimos que al volver, cogiéramos un taxi. Yo nada más salir de la reunión, la llamaba y ella avisaba a un taxi para irnos a casa a dejar los papeles.
Llegamos en diez minutos y Soraya se fue a la cafetería, pues tendría que esperar un buen rato. Saludé a la recepcionista que me sustituía y subí por el ascensor. La sala de reuniones estaba en la tercera planta. Me dijo Marcos que los papeles correspondientes ya estaban allí, asique no me hizo falta pasar por su despacho; que estaba en la segunda planta. Entré en la enorme sala, donde estaba una gran mesa ovalada en el centro y un gran ventanal a mi derecha. Las personas que daban la reunión ya estaban esperando. Al verme entrar, se quedaron extrañados. Sonreí y les expliqué el cambio. Estaban convencidos o encantados. Me senté en la silla presidencial y dimos comienzo a la reunión.
*****
(Marcos)
A estas horas ya habrá comenzado la reunión. No tendría que haberla dejado ir a ocupar mi lugar. Estaba inquieto. No podía moverme mucho porque las molestias en el costado, aún permanecían. Estaba muy preocupado por ella y sin saber si estaba bien. ¿Y si no ha llegado a tiempo a la reunión y le ha sucedido algo? No, no quiero ni pensarlo. Decidí mandarle un mensaje. Ojala que pudiera responderlo.
“Hola mi amor. Perdón por molestarte. Estoy inquieto por saber si estás bien. Ya sabes que no puedo vivir sin ti. Te quiero. Marcos”.
Pulsé la tecla enviar. Empecé a darle vueltas al móvil entre mis manos. Me sentía nervioso. A los pocos minutos, que para mí se hicieron eternos, recibí un mensaje.
“Hola cielo. Ya sabes que no puedo andar mucho con el móvil y te estoy contestando a duras penas. Estoy bien, no te preocupes mi niño. Yo tampoco puedo vivir sin ti. La reunión es un poco aburrida, ¿cómo aguantas estas cosas? Je, je. Te quiero. Michelle”.
Me quedé más tranquilo y opté por hacer unas últimas llamadas para las vacaciones de semana santa. Me llevó bastante tiempo para resolver todo. Se me pasó rápido el tiempo.
*****
Terminé por fin la reunión. Era demasiado aburrida. Le pegué un toque a Soraya para que fuese llamando al taxi en lo que me dirigía al despacho de Marcos. Llegué y cerré la puerta tras de mí. Me comentó que los papeles estaban en un cajón de su escritorio. Había mirado dos de los cuatro cajones que tenía aquella mesa, cuando recibí un mensaje en el móvil. Moví la cabeza mientras sonreía, pues creía que era Marcos de nuevo con su preocupación. Cogí el móvil y abrí el mensaje que acababa de recibir.
“Ni se te ocurra moverte del despacho. Al fin te tengo para mí, putita”.
Guardé el móvil rápidamente y seguí buscando en los cajones con los nervios a flor de piel. De repente, se escucharon fuertes golpes en la puerta; aporreándola sin cuidado, con fuerza y ganas de querer tirarla abajo. Cada vez, los golpes eran más fuertes y más seguidos. Me puse cada vez más nerviosa por la situación y porque no encontraba los malditos papeles. Cuando ya tenía los papeles en la mano, se escuchó un gran estruendo, proveniente de la puerta del despacho. Un hombre encapuchado se posicionó para abalanzarse sobre mí en cualquier momento, agazapado. Doblé de cualquier manera los papeles para guardarlos en el bolso y lo cerré rápidamente. Sigilosamente, se acercaba a mí con paso lento y las manos en alto, andando con cuidado. Era un hombre fuerte, musculoso. Solo le veía los ojos de un color marrón chocolate. Sin duda, no sabía quién podría ser el causante de tanto alboroto. Me moví en varias direcciones, intentando despistarle por cual lado me iría. Decidí irme por la derecha, pero él fue más rápido y me abrazó por detrás, agarrándome de los pelos. Yo chillé fuerte. Me movía sin cesar para intentar soltarme, pero tenía más fuerza que yo. Arrastrándome, con los pelos aun apretándome con su mano, se dirigió hacia la puerta y la cerró sin hacer ruido. Me soltó, empujándome hacia delante. Me tropecé con una mesa de cristal y caí en un sofá de cuero marrón que se situaba a la derecha del despacho. El chico se acercaba de nuevo a mí, pero se me había ocurrido una idea mientras tanto. Cuando estuvo lo más cerca posible de mí, le propiné una patada en su entrepierna. Él se encogió, y con el dolor que sufría, pues en su cara u ojos se reflejaba, se tumbó en el sofá en posición fetal. Corrí hacía la puerta, pero con los nervios, no conseguía abrirla. Me temí lo peor.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

"Vida Sin Luz" Capítulo 16 : Primera Parte

Capítulo 16

Nos quedamos abrazados en la cama. Sentados hacía atrás; apoyados en el cabecero de madera, con los pies estirados en el cómodo mueble de sábanas de seda y reposando mi cabeza en el pecho de Marcos, es lo único que deseo ahora mismo. Acariciaba mi pelo con cariño, tranquilizándome. Respiraba acompasadamente y con los ojos cerrados. Venía a mi mente la imagen del encontronazo con el encapuchado. Golpeó fuerte y seguramente que a Marcos le pegó con fuerza. Vi que le tenía de frente y que le pegaba delante de mí. Escuchaba los gritos de dolor en sus costillas, como si el puñetazo me lo hubiese dado a mí. Observaba a Marcos en el suelo y me miraba en señal de disculpa. Yo negaba con la cabeza para que entendiese que no era su culpa. Miré y me noté que estaba sentada en una silla, atada con una gran cuerda a mí alrededor. El agresor le propinaba patadas a Marcos en la barriga, en la espinilla y otros lugares que no quería ver. Le grité que parase, pero no me hacía caso.
-          ¡PARA! ¡DÉJALO EN PAZ!- grité.
El malhechor me observó por un segundo, profundizando su mirada e intentando intimidarme, pero no le tenía miedo. Se le notaba que sonreía por debajo del pasamontañas.
-          Sí, déjalo en paz. Me buscas a mí. ¡Ven si tienes narices!
Volvió a golpearlo unas veces más.
-          ¡QUE PARES! ¡HE DICHO QUE LE DEJES EN PAZ!- volví a gritar.
Noté que me zarandeaban.
-          ¡Shhh! Michelle, despierta- escuché que me llamaba Marcos.
Abrí los ojos y le vi la cara llena de moratones y con gesto de preocupación. Había sido solo un sueño. Me había quedado dormida y no me había enterado.
-          Es solo una pesadilla, tranquilízate- me susurró mientras me besaba en el lóbulo de la oreja suavemente.
Suspiré vencida. Este suceso me dejaba agotada.
Sin darme cuenta, Marcos me acunaba entre sus brazos y me sonreía. Comenzaba a besarme tiernamente, despacio y despegando los labios con delicadeza. El último movimiento me recorrió un cosquilleo por toda la espina dorsal. Le agarré del cuello con la mano izquierda y le besé con urgencia. Él me recorrió, con las yemas de los dedos, el hombro suavemente. Siguió acariciando hasta tocar mi pecho, masajeándolo. No sé, pero parecía que este tema nos excitaba muchísimo. No parábamos de acostarnos cada dos por tres. Y no es que me queje, pero cualquiera diría que somos unos conejos. Bajó hasta mi cintura, seguido de mi cadera, hasta llegar a mi trasero. Seguía besándome con urgencia, como si con cada beso quisiera más de lo que obtenía. Estábamos encendidos y ganas no nos faltaban. Seguimos con el beso pero no pasó más allá. A nuestro pesar, nos separamos y nos volvimos a dar un casto y sencillo beso. Nos sonreímos y volví a mi posición del principio. Con mi cara apoyada en su hombro y él acariciando mi pelo y, esta vez, mi hombro, me daba pequeños besos en la cabeza para tranquilizarme.
Sin enterarnos, nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente, todo parecía más tranquilo. Marcos me despertó con un beso suave y tierno en los labios y un susurro en mi oreja:
-          ¡Buenos días, princesa! ¡Aquí tienes el desayuno!
Si es que era tan mono… Me colocó el desayuno en una bandeja de color morado. Me incorporé y me lo puso encima de las piernas.
-          No te tenías que haber molestado, cariño.
-          Si quieres me lo llevo- sonrió bromeando.
-          ¡NO! Ni se te ocurra.
Había una buena taza de café y un gran vaso de zumo de naranja con tostadas recién hechas. El olor de pan tostado llegaba hasta el dormitorio, proveniente de la cocina.
A duras penas, me comí todo. Marcos me ayudó porque tampoco había desayunado. No tenía por qué haber hecho esfuerzos en su estado, pero él siempre tan atento hasta en los malos momentos.
Nos duchamos por separado, porque si nos juntábamos, iríamos con retraso al médico y después a comisaría para denunciar los golpes y mis mensajes. Al terminar  la ducha, Marcos guardó todo lo que utilizó para el desayuno. Fregó los pocos cubiertos y platos, y salimos en dirección al médico. Marcos conducía como podía. Aún le molesta el costado. Hizo un mohín de dolor con la boca y se llevó la mano derecha al costado contrario.
Ya en el médico, le hicieron unas radiografías por todo el cuerpo para ver qué daños sufría. La costilla se le sanaría en unos días y las heridas exteriores con unos días de curación, desaparecerían. Las heridas internas no eran graves, y aunque no hizo falta hospitalizarlo, le tuvieron que vendar por debajo del pecho. Marcos habló con el médico sobre una posible denuncia por la paliza. ÉL me miró por un momento, esperando mi aprobación. Yo asentí y decidió denunciar. Firmó un parte que le tendió el médico. Le dio una copia y nos dirigimos a la comisaría a denunciar. Esa copia era para dárselo a los policías y tengan alguna prueba, por si hacía falta. Tuvimos que esperar durante quince minutos hasta que nos llamaron. Yo, como en el médico, me senté a su lado y él lo relataba todo a medida que el agente le preguntaba de lo sucedido. Mientras que Marcos hablaba, el policía escribía en su ordenador. Tuve que dar testimonio sobre mis mensajes de móvil. Me pidieron el teléfono para registrar el número y pincharlo para que lo que yo recibiera, ellos lo recibieran automáticamente al mismo tiempo.
Después de estar como mínimo, hora y media en la comisaría, nos fuimos a su casa a recoger alguna ropa limpia y dejar la sucia en la lavadora. Al rato, decidimos ir a mi casa a dejar su ropa y que descansara un poco, pues el médico le recomendó reposo.
Pedí unos días libres por motivos personales y me quedé cuidando a mi novio sin rechistar. Estaba encantada. Aunque él decía que no hacía falta y que no era un inválido, yo no le dejaba hacer nada. Me recordaba a un niño pequeño con sus berrinches. Le mimaba, le besaba, le consentía…
Poseía mucha ropa sucia. No le entraba toda en la lavadora y como teníamos un poco de prisa por llegar a casa, le comenté el lavar el resto de ropa en mi casa. Al principio se negó, pero como soy más cabezota que él, al final accedió.
Estuve haciendo toda la casa, pues hacía mucho tiempo que no limpiaba a fondo. Terminé agotada. Marcos estaba en el dormitorio echado la siesta y yo me senté en el sofá a descansar un poco.
Me quedé dormida.
Sentía un gran nudo en el estómago. Estaba alterada y no dejaba de correr y mirar hacia atrás, como si alguien me estuviese persiguiendo. Era un presentimiento pesimista. Decidí seguir corriendo aunque no supiese de qué o de quien huía. Seguía corriendo como alma que me lleva el diablo. Sentía pánico en mi interior y no me daba muy buena espina. En estos momentos en que dejaba de mirar para atrás y observaba lo que tenía delante, una sombra me invadió, como si alguien se hubiese abalanzado sobre mí y me atrapase.

sábado, 18 de diciembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 15: Segunda parte

La cabeza me estallaba y mi cerebro había recopilado demasiada información en poco tiempo. Empezaba a no ver demasiado bien. Mi respiración seguía bastante agitada.
Marcos estaba preocupado. Intentaba hacerme reaccionar, que le atendiera y me preguntaba que me sucedía. Pero yo seguía ensimismada, hasta que al poco rato, mis ojos se cerraron desplomándose todo mi cuerpo.
Caí desmayada en el sofá en brazos de Marcos. Solo recuerdo sus voces gritándome con desesperación y preocupación. A partir de ahí la oscuridad y el sosiego reinaban mi alma. Un rato de tranquilidad que se vio interrumpido por una sensación de agua fría.
Marcos me había puesto paños por la cabeza de agua fría para que reaccionara y pudiera despertar. No duró mucho mi desmayo, lo poco que tardó en reaccionar y ponerme agua fría. De nuevo abrí los ojos desorientada. Y allí estaba mi amor, con una cara de terror y preocupación. Yo entre sus brazos y él sin parar de hacerme preguntas.
De nuevo como la otra vez mi respuesta tras abrir los ojos fue: “Marcos, cariño, el mensaje”
Él extrañado no comprendía nada pero antes de seguir preguntándome buscó mi móvil y cuando lo encontró en la mesa del salón lo cogió  abriendo la bandeja de entrada y leyendo aquel último mensaje. Mientras yo seguía desorientada. Al leerlo sus puños se tensaron, sus nervios afloraban y parecía que sus ojos se salían de sus orbitras. Estaba cabreado y mucho.
-        Me voy a cargar al hijo de puta que te esté haciendo esto. Te lo prometo Michelle- dijo con una cara de furia y apretando los dientes.
-        Mar… cos. – murmuré aun desorientada.-Creo que se quien es el emisor de esos mensajes- dije reincorporándome en el sofá.
-        ¿Sí? Pero ¿Cómo?
-        Tiene que ver con la paliza que te han dado hoy cielo.
-        No te entiendo. ¿Qué quieres decir?
-        Pues veras. Cuando yo bajaba del despacho, después de darte esta tarde las llaves, me choqué con un chico que corría escaleras arriba. Iba vestido de negro y apenas pude verle la cara porque también iba encapuchado. Yo no me fije mucho porque aquella persona iba con prisas.
-        Espera, espera. El hombre que me dio la paliza también iba encapuchado.
-        Pues ahí tienes la clave Marcos.
-        ¿Me estas queriendo decir que ese gilipollas es el tío misterioso de los mensajes?- comentó atónito, poniéndose enrabietado y mirándome sorprendido con los ojos como platos.
-        Pues no estoy segura del todo, pero todo apunta a que sí. Y no me hace gracia. Me estoy volviendo loca con este tema Marcos.
-        SShh...- dijo sentándose de nuevo a mi lado y calmándome- no te preocupes cariño. No te va tocar un pelo ese cabrón.
-        Si pero a ti mira lo que te a echo- dije con cara triste.
-        No pasa nada. Prefiero que me mate a mí antes que te toque a ti. Además esto no ha sido nada ¿ves?- dijo mostrándose recto y firme- ¡Ay! - pero no pudo evitar una punzada en su costado derecho, a lo que volvió a llevarse la mano para aliviar el dolor.
-        No Marcos. No quiero que te pase algo por mi culpa. No viviré tranquila sabiendo que corres peligro- dije mirándole a los ojos y acercándome a sus labios- Asique no hagas tonterías ¿entendido?
-        Pero yo…
-        Shh… Tu nada- le susurré cerca de los labios y acercándome a él lentamente para después fundirnos en un gran beso apasionado.

Seguía nerviosa pero aquel beso me calmó. Con cada beso Marcos me trasmitía seguridad, fuerza y vitalidad. Estaba preocupada por aquella situación, pero saqué fuerzas para seguir adelante.
-        Tengo que protegerte cariño. Yo tampoco me perdonaría que te pasara algo- me dijo al finalizar el beso con nuestros rostros muy juntos.
-        Te quiero- le confesé esbozando una gran sonrisa.
-        Y yo a ti.
Terminé poco a poco de curarle las heridas y logré convencerle para que por la mañana fuera al médico a que le revisara el costado que tanto le dolía.
La noche pasó tranquila. Cenamos unos filetes de ternera y ensalada que preparé yo, pues Marcos se encontraba cansado y dolorido. Aunque él insistía en ayudarme, pero solo le deje poner la mesa. Durante la cena yo andaba ensimismada, pensando de nuevo en aquel misterioso hombre de los mensajes. Intentaba recordar su cara, el momento en el que me choque con él en las escaleras. Ni siquiera se disculpó por haberse chocado conmigo. Y su mirada… era fría. Solo pude verle los ojos en unos segundos. Imposible, era imposible recordar quién era. Apenas lo había visto. Empezaba a dolerme la cabeza y salí de mi pensamiento cuando Marcos me cogió de la mano y me miró preocupado.
-        Michelle. ¿Estás bien? ¿En qué piensas?- me dijo mirándome fijamente a los ojos sabiendo perfectamente cuál era mi preocupación, pero quería que se lo dijera yo misma.
-        Nada, solo… pensaba. Nada más- susurré volviendo a quedarme pensativa.
-        Michelle. No me engañes. Sé que sigues pensando en eso, en el encontronazo con aquel hombre. Y estás haciendo todo lo posible por recordarle ¿no es así?- me dijo sin soltarme la mano por encima de la mesa.
-        Bueno yo…- agaché la cabeza- es que… No puedo evitarlo. Tengo miedo y me gustaría que todo esto acabase de una vez por todas.
-        Mira, para que te quedes más tranquila mañana iremos a comisaría a denunciarlo ¿vale? No puedes seguir así, un día te va dar algo.
-        Está bien. Pero ¿y si te hace algo porque le denunciemos?- comenté preocupada y con los ojos como platos.
-        No pasará nada cielo. Confía en mí.
-        Está bien. Gracias Marcos- le confesé con una sonrisa.
Poco a poco se acercaba a mí inclinándose sobre la mesa para responderme con uno de sus grandes besos. Solo rozó mis labios pero le hizo arder de pasión, por lo qué se levantó de la mesa hacía mi sitio y me puso de pie.
-        Dejemos las preocupaciones a otro lado ¿vale?- me susurro en el oído besando mi cuello.
-        Por esta noche acepto- dije con una sonrisa picarona.
Se alegró por mi respuesta. Yo continué el beso. El cual se hizo más profundo y largo, transmitiéndome seguridad, calma y desasosiego. Sus manos acariciaban mi cintura hasta subir por mi espalda, por debajo de aquel chándal morado. Mis manos agarraban su cuello fieramente. Nuestros cuerpos estaban pegados, tanto que noté su miembro erecto en mi muslo.
Sin dejar de besarnos nos dirigimos a la habitación. Nuestro nido de amor. Intentaba besarle tiernamente por su herida del labio y cogerle delicadamente por la cintura para no dañarle el costado izquierdo. Aunque alguna que otra vez se quejó pero quería seguir.
Antes de entrar en el dormitorio me quitó la camiseta y yo al poco rato también. Ardientes de deseo y pasión llegamos a la habitación donde, antes de echarme sobre la cama logró quitarme los pantalones. Caí a la cama con Marcos encima de mí. Sus besos recorrían todo mi cuerpo, desde el cuello pasando por mis pechos, hasta mi tripa, lo que hacía que estremeciera de placer con solo tocarme. En un descuido logré bajarle los pantalones pero él se los terminó de quitar, quedándonos ambos en ropa interior. Cosa que no duró mucho la verdad. Mis caricias recorrían su pecho y su espalda, provocando más pasión en nuestro interior. Sin esperar me desabrochó con facilidad el sujetador negro disfrutando de mis pechos. Sin dejar de besarnos y de jugar con nuestras lenguas terminamos de quitarnos la ropa que nos quedaba, quedándonos desnudos completamente, admirando su miembro erecto. El roce de su miembro me hacía estremecer. Su mano recorría mi abdomen hasta llegar a mi intimidad, la cual acarició lenta y suavemente. El placer que sentía se convertía en gemidos suaves. Deseaba sentirle mío cuanto antes. Así que con una mirada le comuniqué que entrara en mí. El sonrió y cogió el preservativo para ponérselo. En unos minutos entró en mí con suavidad, lo que nos hizo que ambos gimiéramos de placer y quisiéramos más. Mientras nos movíamos acompasadamente sin dejar de besarnos y acariciarnos para darnos placer mutuo.
Mis ojos se ponían en blanco. Marcos me hacía estremecer. Y parece que él también disfrutaba de mi cuerpo tanto como yo.
En pocos minutos, tras varios movimientos acompasados y feroces, llegamos ambos al clímax. Con Marcos casi siempre conseguí olvidarme de todo y llegar al clímax junto con él. Cosa que con ninguno de mis anteriores novios llegaba a conseguir del todo.
Acabamos tumbados, sudorosos, abrazados fuertemente demostrándonos todo el amor que nos sentíamos y sin dejar de mirarnos fijamente. Con la sabana echada y yo recostada en su hombro acariciándole el pecho.
-        Gracias Marcos- le susurré sin mirarle a los ojos directamente.
-        ¿Gracias por qué?- preguntó mirándome a lo que yo alcé la mirada.
-        Por hacerme tan feliz y quererme y cuidarme tanto- le contesté mirándole a los ojos con una sonrisa.
-        No digas tonterías, no tienes que agradecerme nada. Te quiero como eres y me duele verte mal. Si empezamos así yo también tendría que darte las gracias.
-        ¿A mí? ¿Por qué? ¿Por dejar que te pegue una paliza un tío desconocido que lo único que quiere es matarme?- vacilé con aire gracioso.
-        Jaja, no es eso. Y deja de pensarlo que no ha sido nada. Recuerda que tengo que protegerte porque te quiero y no soportaría que te ocurriese algo. Así que no me des las gracias, porque siempre estaré a tu lado.
Aquella respuesta hizo que el corazón me diera un vuelco de alegría. Mi sonrisa se amplió y mi respuesta se resumió en un gran beso lleno de amor y tierno acompañado de dos únicas palabras.
-        Te quiero cariño.
-        Te quiero Michelle.

sábado, 11 de diciembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 15: Primera Parte

Mi corazón latía cada vez más deprisa. Volví a leer aquel sms. No podía creérmelo. ¿Otra vez? Mi cara de espanto y de susto alarmó a Soraya.
     -  ¿Ocurre algo nena?- me preguntó preocupada.
     - Esto… no… nada- intenté disimular. No quería preocupar a nadie más con ese tema. Bastante que Marcos ya estaba metido en esto.
¿Guardaespaldas? Ósea que parece ser que me está vigilando y sabe que Marcos me protege. ¡OH no! ¡Marcos! Espero que no le pase nada, no me lo perdonaría. Empezaba a preocuparme seriamente. No sabía si lo mejor era avisarle. ¿Y si por avisarle le pasa algo? ¿Y si le matan? No, no y no. Definitivamente no le avisaría, no quería que le ocurriese nada.
Desperté de mi ensimismamiento cuando la camarera llegó con nuestros cafés. Intente sonreír y aparentar normalidad. Soraya no pudo esperar más y me pregunto mi situación con Marcos.
       - Bueno bueno ¿me vas a contar eso hoy o mañana?- dijo impaciente e inclinándose a mí.
       - Hombre… pues si quieres, por mi mañana- dije en tono burlesco.
- ¡Suéltalo ya! O seré peor que un policía interrogando- comentó riéndose y aparentando enfado.
- Vale vale. Pues verás todo comenzó aquel viernes en el trabajo…- continué contándole toda la historia.
Poco a poco veía como la cara de Soraya era de sorpresa, se quedaba boquiabierta y con los ojos como platos.
- Y bueno pues ahora estamos saliendo juntos. Según él somos novios. Hoy le pedí que se quedará a dormir conmigo, no sé, me dio el venazo- mentí. No le iba a contar nada a Soraya del sms.
- ¡Oh! ¡Pero qué historia más bonita! Nena, parece de película. Sabía yo que al final caerías rendida a sus pies. Si es que es tan mono. Por lo que me cuentas es un buen hombre y parece ser que realmente te quiere a pesar de que llevéis juntos pocos días.- dijo con una mirada tierna y con un gesto muy gracioso.
- Gracias Soraya. La verdad que a mi aun me parece un sueño todo esto. No me puedo creer que exista una persona tan perfecta como él. Así que aprovechare el momento hasta que todo se vuelva a romper.- dije poniéndome algo triste.
- No digas bobadas Michelle. No puede pasarte lo mismo con todos. Además estoy segura que Marcos no es como los demás y siempre estará contigo cariño.
- Hace mucho que deje de creer en los finales felices. Me he acostumbrado a que todo lo que empieza se acaba- dije abatida y ensimismada.
- Pero cariño… Ais…- dijo a punto de rendirse- Por favor deja de pensar en eso y disfruta a la persona que tienes a tu lado en estos momentos porque te quiere y mucho.
       - Llevas razón Soraya. Gracias por animarme.
Así terminamos nuestra conversación. Me quede más tranquila incluso olvidé aquel sms que había recibido anteriormente.
Hablando y hablando nos dieron las nueve de la noche. Hora perfecta para llegar a casa y preparar la cena. Soraya me acompaño a casa mientras ella me contaba cómo le iba con su novio Alex.  Lo llevaba bastante bien y  su relación iba sobre ruedas. Para no volverse sola le llamó para que la recogiera en coche pues ya era de noche y no era plan que se marchara sola.
En pocos minutos Alex estaba allí enfrente de mi portal con su coche esperando a su novia. Había olvidado lo guapo que era. Hacía mucho que no le veía. Le saludé con la mano y el me devolvió el gesto. Seguidamente Soraya se despidió de mí y tras ello corrió al coche de su novio al cual saludó con un profundo beso. En cuanto el coche se marchó cogí las llaves y abrí la puerta. Pensé en Marcos, ¿habría llegado ya a casa? Deseaba que así fuera. Llegué a casa y cerré la puerta observando a mí alrededor.
-        ¿Hay alguien? ¿Marcos? Que raro aun no ha llegado. Bueno supongo que es pronto- me decía para mi misma.
Solté las llaves en la entrada y el bolso en el sofá. Me puse mis zapatillas de estar por casa. Saqué el móvil. Por un momento recordé el sms que me  había llegado esa misma tarde. Automáticamente mi respiración empezó a agitarse y el corazón me latía más rápido. Un cierto nerviosismo y preocupación empezaba a aflorar en mí. Miedo. Miedo al peligro que sufría yo, pero sobre todo, miedo al peligro que sufría Marcos por mi culpa. Agité la cabeza para desechar cualquier pensamiento o paranoia estúpida en mi mente. "¿Que va pasar Michelle? Nada, tampoco es para tanto. Seguro que es una simple broma de mal gusto. No te preocupes"- intentaba tranquilizarme a mi misma.
Para relajarme un poco y olvidarme de los problemas y preocupaciones decidí darme una ducha de agua bien caliente. Dejé el móvil en la mesita del salón y me dirigí al cuarto de baño.
Me quite la ropa rápidamente dejándola encima de la cama, para después entrar en el baño y meterme en la ducha. Abrí el grifo. El agua estaba helada, lo que me hizo dar un sobresalto. Esperé un rato. Caliente. Ya está. Me puse debajo del mango de la ducha dejando que el agua recorriera mi cabeza y todo mi cuerpo.
No sé cuanto tiempo estuve debajo del agua, con los ojos cerrados descansando de aquel día, lo que si sé es que no podía parar de pensar en aquel sms, de investigar quien estaría detrás de todo aquello. Pero sobretodo, no paraba de pensar en Marcos. Le quería, no me perdonaría que le pasara algo.
 Mi viaje por la ducha terminó cuando noté que mis dedos se arrugaban y se quedaban como una esponja. Decidí que ya era hora de salir. Apagué el grifo. Envolví mi cuerpo con una pequeña toalla que dejaba ver la mayor parte de mis piernas. Y cogí otra toalla de manos para enroscarla en mi pelo. Salí del baño descalza, frotando el pelo con la toalla para secarlo. Me vestí con un chándal cómodo pero bonito para estar en casa. Dejé mi pelo suelto para que se secara libremente y una vez vestida me dirigí al salón. Volví a mirar el móvil y el teléfono fijo buscando alguna señal de Marcos: llamada perdida, mensaje,etc. Nada, no hubo suerte.
Decidí matar el tiempo haciendo zapping en la televisión. Así que la encendí y la deje en un canal en el que emitían una peli no muy interesante. Aun así conseguí engancharme a aquella película.

Al cabo de unos minutos sentí el ruido de las llaves abriendo la cerradura de la puerta. Seguro que era Marcos, nadie más tenía las llaves de mi casa. Giré la cabeza atentamente hacía la puerta para comprobar que era él. La puerta se abrió lentamente, pero nadie asomaba la cabeza. Me levanté para abrir del todo y en ese instante Marcos apareció detrás de la puerta.
Pero mi sorpresa fue cuando vi su rostro. Su cara había sufrido varios golpes. Tenía el labio roto y la sangre dejaba ver la pequeña raja en su labio. Su ojo derecho estaba hinchado con un tono morado. Podía ver pero le costaba. Con la mano izquierda se tapaba el costado derecho con una expresión de verdadero dolor. Me asusté muchísimo y le hice pasar corriendo, cerrando la puerta enseguida. Empecé a alterarme y a preguntarle demasiado deprisa.
-        ¡Marcos! ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te ha hecho esto cariño? Estas sangrando- dije intentando tocarle el labio, a lo que el hizo un gesto de dolor y retrocedió hacía atrás.
-        Nada, tranquila no es nada. Una pequeña discusión. No te preocupes cielo- dijo para intentar calmarme con una sonrisa en su cara.
-        ¿Qué no me preocupe? ¿Vienes con el labio sangrando y el ojo hinchado y me pides que no me preocupe? Quiero que me cuentes ahora mismo que ha pasado. Mientras te voy a curar eso. Siéntate.
-        No no, no hace falta Michelle, no te molestes. Si esto no es nada, de verdad.
-        ¡He dicho que te sientes y me lo cuentes!- le grité ya a punto de perder los nervios.
-        Va… vale. Tranquila. Yo me siento.- dijo con cara de susto.
Fui al baño a por el agua oxigenada, el betadine y algodón para curarle la herida del labio al menos. De camino al baño iba pensando que le podía haber pasado. ¿Y si mis paranoias eran ciertas? ¿Y si le han pegado por mi culpa? Entonces se me iluminó la bombilla. ¡El mensaje del móvil! Claro. Ahí estaba la clave. Marcos había sufrido las consecuencias por ser mi guardaespaldas. No, no y no. No podía soportar pensar en eso.
Volví al salón con todo lo necesario para curarle y ahí seguía él sentado en el sofá. Me senté a su lado y comencé a curarle el labio.
-        Ya puedes explicarme que ha pasado y quien te ha hecho esto, porque como no me lo cuentes me enfadaré- dije imponiéndome y bastante preocupada.
-        Ya te dicho que no ha sido nada. Simplemente estaba en mi despacho y alguien ha entrado sin llamar. Se dirigía a mi rápidamente y bastante enfadado y…- pero no le deje continuar.
-        Espera, espera. ¿Era un chico? ¿Pudiste reconocerlo?- pregunté demasiado deprisa y alterada.
-        Pues…, no sé. Creo que era un hombre pero no le reconocí, iba encapuchado y con la cara tapada- intentó explicarme.
-        Dios mío, no puede ser. ¿Y qué pasó después?- pregunté intrigada para confirmar mis sospechas.
-        Pues luego el tío se acercó y me dio un puñetazo en la cara. Le pregunté que le había echo yo para que me pegara y lo único que me contestó fue: “Eres un guardaespaldas al que tengo que eliminar rápidamente” y bueno yo…- le corté de nuevo.
-        ¿¿¡¡Qué!!?? No puede ser. ¿Eso te dijo?- grité realmente asustada y con la boca abierta.
Empezaba a temblarme la voz, mi respiración iba más deprisa de lo normal, empezaba a faltarme el aire, el corazón me latía a mil por hora y mi cabeza empezaba a darme vueltas. Me estaba dando un ataque de ansiedad al oír aquello. Pues tras esa frase confirme mis sospechas. Aquel hombre encapuchado era el emisor de todos esos sms que recibía.