martes, 31 de mayo de 2011
"Vida sin luz" Capitulo 23: Segunda parte
sábado, 28 de mayo de 2011
"Vida sin luz" Capitulo 23: Primera parte
domingo, 22 de mayo de 2011
"Vida Sin Luz" Capítulo 22 : Segunda Parte
Sus manos recorriendo mi cuerpo, centímetro a centímetro, me hacían suscitar alocadamente. No podía pensar con claridad; solo quería más y más caricias en mi piel, más besos en mis labios, y más suspiros tatuados en mi cuerpo. Me estremecía con cada roce y eso a él le quitaba el sentido.
Como una pareja sincronizada, nos desnudamos. Y como si estuviésemos programados, nos dimos placer como nunca antes lo hicimos. Una manera extraña y sentimental que nos indicaba que disfrutábamos como si fuese el último. Nos unimos más, nos acercamos a grandes zancadas hasta atrapar la piel del otro, y agarrándonos como si nos fuese la vida en ello para no soltarnos; nuestros cuerpos encajaron a la perfección. Un vaivén interno y externo, conseguía radiar la felicidad en nuestros rostros por unos minutos.
Últimos suspiros y gotas de sudor por la frente. El cuerpo ardiendo como estufa y besos con lengua de temperatura fría. Cambio de clima en segundos daba una excitación perfecta; ayudando a llegar al éxtasis, juntos, felices y enamorados como una lluvia torrencial que cala hasta los huesos.
Pequeños besos ardientes en mi clavícula, se congelaron en mi sien. Era la mejor forma de hacer el amor sin contar con las anteriores. Había sido una maravilla sentirle dentro de mi ser. Ahora abrazados y notar su respiración acompasada mientras me acariciaba el cabello y me limpiaba las gotas de sudor con el pulgar, era la mujer más afortunada del mundo. Quise que el tiempo se parara y el mundo dejase de girar para nosotros. Si me hiciesen la típica pregunta de qué deseo pediría antes de morir… sería ese. Quedarnos así durante toda la eternidad, aunque supiese que sería imposible.
La tranquilidad se vio interrumpida por el movimiento de Marcos.
- ¿Dónde se supone que vas?- pregunté con desdén entre regañina y molestia por finalizar mi gran comodidad encima de su hombro.
- A la cocina, ¿es delito moverse de la cama para comer algo?- respondió con seria ironía.
- Delito no… pero si muy grave sin preguntarme si quiero que te muevas- me incorporé hasta quedarme de rodillas frente a él, que estaba de pie de espaldas a la puerta del dormitorio, y con un tono irónico más serio y grave; acentuándolo.
- ¡Ah! Perdone usted, señorita. La próxima vez, la avisaré de que la almohada se moverá debajo de su cara- rió. Reí interiormente pero él no me vio mover un ápice de mis articulaciones faciales.
Marcos se giró y le agarré de la goma del calzoncillo que llevaba puesto hace apenas unos minutos. Le hice darse la vuelta sobre sí mismo para que me mirara. Le tiré de la goma elástica hacia mí y cayó de bruces contra la cama. Ahí no pude resistirlo y me carcajeé.
- ¿Te crees muy graciosa?- intentó sonar indignado y enfadado, pero a mí solo me causaba risa.
- ¿Yo? ¡Qué va!- seguí riéndome, pero intentando aguantarme la carcajada como podía. Cerré la boca, apretando los labios y aguantando la risa entre los dientes. Él se me acercó y me miró con ojos desafiantes.
- ¿Estas segura?
Asentí con la misma expresión de estreñida en el rostro, colorada y casi ahogándome por no reírme en su cara.
- Yo creo que te crees demasiado graciosa- comentó serio. Y sabiendo lo que pasaría al pronunciar algunas palabras…-, tanto como para ser capaz de hacerme rebotar en la cama de bruces.
Sabiendo que me lo iba a imaginar nada más decirlo, no pude más y exploté. Me reí como nunca lo había hecho en estos meses y se me escapó una pequeña gota de saliva que fue a parar a su ojo derecho. Entre la escena y lo nuevamente ocurrido me reí aún más. Marcos me empezó a hacer cosquillas como castigo. Por una parte era sufrido, pues las carcajadas provocadas por sus dedos en mis costillas eran insoportables, y el dolor se pronunciaba en la tripa.
Después de ese momento tan divertido y que tanto necesitábamos por los meses tensionados, nos relajamos intensamente.
Le dejé marchar a la cocina y, en una bandeja, sostenía dos zumos de naranja y un tazón de fresas con nata.
La imaginación vuela al pronunciar esas tres palabras. El paladar se me hizo agua y mi cuerpo reaccionó. Estuvimos el resto del día comiendo fresas, vistiéndonos con nata y limpiándonos con amor y lengüetazos. Dándonos placer por todos los rincones de la casita en el mar.
5 días después…
Amaneció con los reflejos de los rayos de luz que desprendía el sol en la suave y tersa espalda de Marcos. Sonreí como nunca lo había hecho. Estos días en Mallorca han sido los mejores sin duda. Debimos marcharnos antes a este lugar.
Besé delicadamente a mi chico, pero con intención de despertarlo. Lo conseguí.
- Buenos días, príncipe- le sonreí.
- Buenos días… princesa- me devolvió la sonrisa. Me abrazó y me besó tiernamente en los labios.
- ¿Quieres desayunar?
- ¿Puedo elegir el menú?
- Mmm… Depende. ¿Qué es lo que te apetece?
- Pues… me apetece desayunar algo dulce y sabroso.
- ¿Fruta?
- ¿En qué especie de fruta te incluirías?- preguntó lujurioso y sensual. Yo me puse roja como un tomate, pues no me esperaba esa respuesta.
- Pues no sé.
- Yo te incluiría en la familia de las peras de agua. Cuerpo bonito, hermosa, dulce y refrescante- sacó una media sonrisa. Estaba irresistible, así que no pude aguantarme las ganas de morderle el labio inferior.
- Gracias por tantos piropos- volví a besarle. Él se hizo hacer, de lo más feliz.
Salimos de la cabaña yendo todo recto hasta la orilla del mar. Colocamos la toalla, uno al lado del otro, y disfrutamos del maravilloso sol que resplandecía en el cielo azul claro.
Nos bañamos en el agua fría y jugamos con las pequeñas olas. Al llegar a las toallas, Marcos me agarró de la cintura, me tiró con delicadeza en la arena y me empezó a dar vueltas.
- ¡Mira, una croqueta humana rebozada!- dijo mientras reía.
- ¡Mira, un imbécil rebozando a su novia con arena en vez de con pan rallado!- exclamé riéndome e intentando sonar seria.
- ¡No me digas que no es divertido!- comentó como si fuese obvio.
- Te libras porque te quiero, que sino… te la hubieras ganado por rebozarme como un filete. Así que me hace gracia.
- Yo sí que te quiero. Y me encantaría estar aquí, así, contigo para la eternidad.
- Y a mí. No pensé que tú consiguieras hacerme sentir como una mujer, como una persona en vez de como un objeto.
- ¡Eh! ¡Eres una mujer! Y eres la única que me ha hecho sentir así. Así de…
- ¿De…?
- De…- se ruborizó- enamorado. Siempre he sido un picaflor. Iba de unas a otras, pero en cuanto te vi aparecer por la puerta del hotel en busca de trabajo no pude impedir no contratarte. Tan inocente, tan guapa, tan angelical… Como ahora, pero más hermosa.
- ¡Pero qué cosas dices!- le abracé y le besé aunque tuviésemos los labios llenos de arena. Nos reímos, nos limpiamos y seguimos con el maravilloso beso.
Aquella declaración fue lo que me hizo ver que era el único y maravilloso hombre que estaba buscando. Me daba cuenta no solo por el viaje y por esas palabras, sino por todo lo que ha hecho por mí, por todo lo que ha demostrado estando a mi lado protegiéndome.
- Marcos…- pronuncié su nombre dubitativa.
- Dime, preciosa- enseñó su media sonrisa torcida a la vez que me acariciaba la mejilla.
- Sé que puede sonar cursi, o incluso precipitado, pero…
- ¡Suéltalo ya!- me interrumpió nervioso. Intentó guardar un poco la calma estrechándome entre sus brazos.
- Que con todo lo que has hecho por mí y gracias a estos días de vacaciones, sé que puedo confiar en ti para todo y que me quieres de verdad. Y con tu reciente confesión, me he dado cuenta que… te quiero muchísimo, y que si me faltas no sería nada.
- ¿Te has enamorado de mí?- preguntó tan ilusionado y con lágrimas en los ojos como un niño que le han regalado la bicicleta que pidió para reyes.
- Me parece que sí. Es una verdadera lástima- sonreí.
- Eres muy mala, ¿lo sabias?- sacó una sonrisa ensanchada que ocupaba toda su cara. De oreja a oreja. Se acercó a mí y me besó con gran sentimiento. Movió la cabeza hasta mi oreja mientras seguía sonriendo- Gracias por existir en mi vida, gracias por estos momentos y gracias por ser como eres. Te amo- susurró.
Nos besamos apasionadamente. No pude creer que se lo haya confesado ni que haya conseguido que sintiese algo fuerte por él, pero todo lo que ha hecho sin necesidad de decirle nada, es algo muy valioso. Lo quería muchísimo y ya no podría vivir sin que él estuviese dentro de mi vida.
Cuando quisimos darnos cuenta, ya estaba anocheciendo y muertos de hambre, pues no habíamos probado bocado en todo el día; sin contar con el desayuno.
Recogimos todos los bártulos y entramos en la casita de madera. Marcos se ofreció a cocinar y hacerme la cena para consentirme. Yo no pude negarme y esperé en el saloncito viendo la televisión mientras ardía la leña en la chimenea.
Cenamos tranquilamente y con miraditas. Sonrisas cómplices y ojos que gritaban el amor que profesábamos por el otro. Cuando terminamos, quedamos llenos. Marcos acercó dos platos a donde yo estaba sentada antes de empezar a comer. En la pequeña mesita de café, dejamos la cena y bajamos al suelo los cojines del sofá. Como si estuviésemos en un restaurante árabe, cenamos con risas y diversión. Testigos; las llamas del fuego y nuestros sentimientos confesados.
La chimenea se apagó y no había más leña. Yo me quedé dentro de la casa viendo la televisión y Marcos salió a por troncos para volver a encenderla.
“Crack”
Sonó un gran estruendo en la cocina. Corrí alarmada hacia el lugar. Permanecí paralizada cuando vi la ventana rota y un pequeño cilindro alargado de color verde. De ahí salió un gran humo blanco que se apoderó de todo el espacio de la cocina. Cuando reaccioné y supe que era una bomba de gas, me di la vuelta; pero fue demasiado tarde. Nada más girarme, se me nubló la vista y noté un gran golpe contra el suelo.