... VIDA SIN LUZ ...
miércoles, 1 de febrero de 2012
Booktrailer de Vida sin Luz...
Hace mucho que no publicamos nada al blog, pero esto es por una buena causa. Yo B€!t@ he querido obsequiar a mi amiga y compañera de escritura Cristina, y a vosotros, con este regalo. Nada más y nada menos que el booktrailer de la novela. La cual estamos en proceso de terminarla así que pronto habrá noticias. De momento disfrutar de este vídeo y decidme o decidnos que os parece. Un beso a todos.
sábado, 9 de julio de 2011
"Vida Sin Luz" Capítulo 24 : Segunda Parte
Pasado un tiempo, no noté nada. Algo de alivio sentí dentro de mí. ¿Habría parado ya? Abrí un poco los ojos. No veía nada. Los abrí completamente y observé por el rabillo del ojo, como una línea roja paseaba por mi espalda hasta mi costado. La cara de terror de Marcos me confirmaba que aún seguía atizándome. De tantos golpes, ya no sentía nada. No me quejaba. Eso le puso más furiosa a Laura.
- Veo que ya no siente nada- comentó ella con desdén.
- Ya la has golpeado demasiado. Se ha acostumbrado- respondió Joseph
- ¡Dejadla en paz, por favor!- chilló Marcos llorando.
Yo estaba sonriendo. Ver a mi chico aún vivo, me daba una satisfacción enorme.
- Muy bien. La dejaremos en paz- Habló Joseph-. Pero tú calladito y haciendo lo que te mandemos.
- Está bien. Lo haré, pero no le hagáis nada.
- Shhh. Tranquilo hermanito. No le haremos daño, al revés- sonrió Laura maléficamente.
Joseph se acercó a mí y comenzó a acariciarme alrededor de las heridas. La espalda la tenía con varias líneas paralelas y largas. Me escocían.
- Sé una niña buena. Te conviene si quieres seguir viviendo… y tu querido novio también- susurró él en mi oído.
No dije nada, solo me centré en esperar qué querría de mí en ese momento.
Sin poder negarme… comenzó a acariciarme suavemente por la pierna. Se deslizaba por el tobillo hasta casi el muslo, de arriba abajo. Yo estaba boca abajo y no podía moverme. En el interior del muslo, acarició suavemente desde la rodilla hasta casi tocar mi entrepierna. Desde ese instante, supe qué intenciones tenía. Y sabía perfectamente, que no me podría negar.
Siguió frotando esa zona un par de veces más. Luego, se paró en mi entrada y empezó a restregar sus dedos por la zona. Cerré los ojos fuertemente, intentando despertarme de esta pesadilla. Pero al volver a abrirlos… seguía en la misma, e incluso peor que antes.
Acarició un poco más, con ímpetu. Cuando me notó húmeda, yo quise ahogar mi respiración entrecortada. No pude soportarlo más cuando introdujo sus dedos dentro de mí. Solté el airé de golpe y abrí los ojos. Miré a Marcos y estaba extrañado.
- ¡Perdóname!-susurré en mis adentros.
Joseph seguía bombeando sus dedos en mi entrada, haciendo que me excitara aún más sin quererlo. Me sentía más sucia que la primera vez al hacerlo con él. Me abrió más las piernas, lo que consiguió excitarme aún más. Con los ojos unidos a los de mi chico, suplicándole mil perdones, Joseph estimuló la zona más sensible de mi cavidad; lo que consiguió que alzase el trasero hacia arriba y gritara.
Jadeando, mojando los dedos de mi ex, con el trasero hacia arriba y con los ojos fijos en mi novio, no pude más. Chillé como nunca lo había hecho, disfrutando del placer y del orgasmo que acababa de vivir.
Joseph se limpió con un trapo que tenía cerca. Me golpeó el culo con una palmada no muy fuerte. Se desabrochó los pantalones. Quería morirme. No paraba de llorar porque no quería nada de eso.
- Me has puesto verdaderamente burro. Aún debes de estar deliciosa, pero no tardaré en comprobarlo- susurró en mi oreja, lo que consiguió que un cosquilleo subiese por mi espina dorsal.
Dicho eso, me adentró en él. Soltó un suspiro ahogado y comenzó a empujar aún más hacia dentro.
Pequeños gemidos salían de su boca. Con los ojos cerrados y mordiéndose el labio inferior, denotaba el gran placer que sentía, seguido con la cabeza hacia arriba, mirando al techo.
Volvió a estimular mi zona más sensible y no pude resistirlo. Solté un bufido, que más que protestar, era de un calor insoportable. Cerré los ojos y me olvidé de todo. De donde estaba, delante de quien estaba y quien me hacía sentir así. Comencé a suspirar y a jadear como nunca. Me sentía culpable conmigo misma, pero el cuerpo mandaba en ese momento. Luché con todas mis fuerzas, pero soy débil. Me castigué a mí manera.
Mi ex seguía violándome, y yo en vez de resistirme, gozaba como una verdadera perra. La última palabra me excitó de manera enferma y grité aún más. Sin planearlo, llegamos al éxtasis juntos y agotados. Y ahí, me desplomé; sintiendo un gran vacío y culpabilidad sin remedio. Faltaba el abrir mis ojos y ver la cara de Marcos completamente desencajada para desear morirme.
lunes, 20 de junio de 2011
"Vida Sin Luz" Capítulo 24 : Primera Parte
Capítulo 24
Laura se me acercó con paso lento. No tenía ni idea de lo que estaría pasando ahora por su cabeza. Mil cosas y motivos para tener esa sonrisa macabra y de autosuficiencia.
- Vamos a divertirnos mucho hoy- dijo sin mover ni un ápice su mueca divertida.
- ¡No la toques!- gritó Marcos desde la otra punta con desesperación.
- ¡Cállate la boca!- escupió Joseph mientras se dirigía hacia él. Le propinó una patada en la cara-. A ver si aprendes a mantener la bocaza cerrada.
Yo me quedé sin habla. Preocupada. Marcos se incorporó como pudo, pues estaba maniatado. Una raja en el labio inferior se vislumbraba. Una línea roja goteaba en el frio suelo. Escupió hacia un lado un gran charco de sangre y le atravesó con la mirada.
- Sigamos. Por favor, no más interrupciones- miró a su hermano y después se dirigió a mí con la misma sonrisa.
- ¿Qué me vas a hacer?- pregunté
- Ya lo veras, hermosa.
- Tú no eres así, Laura- comencé a hablar para ganar tiempo a medida que intentaba que cambiara de parecer; aunque esto último lo daba por perdido-. Solo sigues órdenes de alguien que no ha superado una ruptura sentimental.
- Zorrita, es mejor que cierres el pico- amenazó mi ex. No me acobardó.
- No me interesa lo que pienses. Tú no sabes por qué hago esto. Te odio y siempre te he odiado. Porque haya sido simpática alguna vez en tu presencia era por guardar las apariencias con mi hermano. Pero ya me cansé. Ahora pagarás por lo que has hecho- Explicó con la mirada llena de ira clavada en mis pupilas. Me estaba intentando apretar más las cuerdas para que no me soltara. Me desgarró la ropa con unas tijeras y me dejó en ropa interior.
Miré a mi novio por un momento. Su mirada preocupante con una llama de lujuria me desconcertó. ¿Hasta en estos momentos pensaba en el sexo? No creo que tuviese cuerpo para ello. Él lo notó y giró la cara para no mirarme.
- Muy bien. Estás tan rica…- se relamió Joseph nada más verme-. Procede, Laura.
Asintió con la cabeza y se dirigió a la otra punta del garaje. No entendía nada.
A los pocos minutos, volvió con varias herramientas en ambas manos. A medida que se iba acercando, mis ojos se abrieron como platos apresuradamente. Llevaba en la mano derecha un látigo de cuero negro. En la otra mano, tenía un rastrillo y un látigo más largo y con varias cuerdas. Al final de estas, comenzaba unos pinchos.
- ¿Qué vas a hacer con eso?- pregunté tragando saliva. En pocos minutos me había quedado con la boca seca y pastosa.
- Una barbacoa- Laura me miró con expresión estúpida-. ¿De verdad tengo que decírtelo?- bromeó.
Dejó las herramientas en una mesa de latón plateado. Las ordenó por tamaño y miró a Joseph al terminar, esperando órdenes.
- Cuando quieras, querida- sonrió.
Sin más dilación, cortó un trozo de esparadrapo y me tapó la boca. Miré por última vez a Marcos y él estaba de rodillas, mirándome con gran preocupación y con lágrimas brotando de sus ojos. Se me cayó el alma al infierno. Empecé a llorar yo también sin apartar nuestras miradas. Era una forma de estar juntos, sentirnos seguros.
- ¡Empecemos!- resonó la voz por todo el recinto.
Me dio la vuelta, retorciendo las cuerdas y notando en las muñecas más presión. Con el esparadrapo no podía gritar y los sonidos se me ahogaban en la garganta antes de que se reprodujesen.
Con la cabeza hacia un lado, vi que Laura se sacó de detrás de su pantalón un cuchillo. Desplazó la fría hoja por mi espalda. La restregó por todo mi cuerpo, notando la temperatura. Cuando paró de pasearla por mi organismo, la paró en seco en mi espalda. Comenzó a hacer pequeños cortes en el omóplato. Mis chillidos se ahogaban en la pegatina que cerraba mi boca. No soportaba el dolor y notaba como la sangre se derramaba. Marcos no podía ni verlo, así que la cabeza cabizbaja y llorando mientras apretaba los puños y los dientes de la ira y la prepotencia.
Mis lágrimas paraban en la almohada de la estrecha cama. El dolor de las heridas y el sufrimiento de mi chico se acumulaban en mi interior.
Sentí el alejamiento del cuchillo y suspiré aliviada, aunque sabía que no había terminado conmigo.
- Siguiente- sonó como un susurro para sí misma que para los demás.
Cogió el látigo de cuero negro. Y antes de comenzar, me sonrió. Sacudía con saña, con ansia y ganas. Yo me retorcía de dolor. Entre las heridas recientes y ahora esto… iba a morir de angustia.
- ¡Parad, por favor! La vais a matar- gritó desesperado Marcos.
Ya no sentía nada. Me encontraba fuera de mi interior, y me dejé ir.
martes, 31 de mayo de 2011
"Vida sin luz" Capitulo 23: Segunda parte
sábado, 28 de mayo de 2011
"Vida sin luz" Capitulo 23: Primera parte
domingo, 22 de mayo de 2011
"Vida Sin Luz" Capítulo 22 : Segunda Parte
Sus manos recorriendo mi cuerpo, centímetro a centímetro, me hacían suscitar alocadamente. No podía pensar con claridad; solo quería más y más caricias en mi piel, más besos en mis labios, y más suspiros tatuados en mi cuerpo. Me estremecía con cada roce y eso a él le quitaba el sentido.
Como una pareja sincronizada, nos desnudamos. Y como si estuviésemos programados, nos dimos placer como nunca antes lo hicimos. Una manera extraña y sentimental que nos indicaba que disfrutábamos como si fuese el último. Nos unimos más, nos acercamos a grandes zancadas hasta atrapar la piel del otro, y agarrándonos como si nos fuese la vida en ello para no soltarnos; nuestros cuerpos encajaron a la perfección. Un vaivén interno y externo, conseguía radiar la felicidad en nuestros rostros por unos minutos.
Últimos suspiros y gotas de sudor por la frente. El cuerpo ardiendo como estufa y besos con lengua de temperatura fría. Cambio de clima en segundos daba una excitación perfecta; ayudando a llegar al éxtasis, juntos, felices y enamorados como una lluvia torrencial que cala hasta los huesos.
Pequeños besos ardientes en mi clavícula, se congelaron en mi sien. Era la mejor forma de hacer el amor sin contar con las anteriores. Había sido una maravilla sentirle dentro de mi ser. Ahora abrazados y notar su respiración acompasada mientras me acariciaba el cabello y me limpiaba las gotas de sudor con el pulgar, era la mujer más afortunada del mundo. Quise que el tiempo se parara y el mundo dejase de girar para nosotros. Si me hiciesen la típica pregunta de qué deseo pediría antes de morir… sería ese. Quedarnos así durante toda la eternidad, aunque supiese que sería imposible.
La tranquilidad se vio interrumpida por el movimiento de Marcos.
- ¿Dónde se supone que vas?- pregunté con desdén entre regañina y molestia por finalizar mi gran comodidad encima de su hombro.
- A la cocina, ¿es delito moverse de la cama para comer algo?- respondió con seria ironía.
- Delito no… pero si muy grave sin preguntarme si quiero que te muevas- me incorporé hasta quedarme de rodillas frente a él, que estaba de pie de espaldas a la puerta del dormitorio, y con un tono irónico más serio y grave; acentuándolo.
- ¡Ah! Perdone usted, señorita. La próxima vez, la avisaré de que la almohada se moverá debajo de su cara- rió. Reí interiormente pero él no me vio mover un ápice de mis articulaciones faciales.
Marcos se giró y le agarré de la goma del calzoncillo que llevaba puesto hace apenas unos minutos. Le hice darse la vuelta sobre sí mismo para que me mirara. Le tiré de la goma elástica hacia mí y cayó de bruces contra la cama. Ahí no pude resistirlo y me carcajeé.
- ¿Te crees muy graciosa?- intentó sonar indignado y enfadado, pero a mí solo me causaba risa.
- ¿Yo? ¡Qué va!- seguí riéndome, pero intentando aguantarme la carcajada como podía. Cerré la boca, apretando los labios y aguantando la risa entre los dientes. Él se me acercó y me miró con ojos desafiantes.
- ¿Estas segura?
Asentí con la misma expresión de estreñida en el rostro, colorada y casi ahogándome por no reírme en su cara.
- Yo creo que te crees demasiado graciosa- comentó serio. Y sabiendo lo que pasaría al pronunciar algunas palabras…-, tanto como para ser capaz de hacerme rebotar en la cama de bruces.
Sabiendo que me lo iba a imaginar nada más decirlo, no pude más y exploté. Me reí como nunca lo había hecho en estos meses y se me escapó una pequeña gota de saliva que fue a parar a su ojo derecho. Entre la escena y lo nuevamente ocurrido me reí aún más. Marcos me empezó a hacer cosquillas como castigo. Por una parte era sufrido, pues las carcajadas provocadas por sus dedos en mis costillas eran insoportables, y el dolor se pronunciaba en la tripa.
Después de ese momento tan divertido y que tanto necesitábamos por los meses tensionados, nos relajamos intensamente.
Le dejé marchar a la cocina y, en una bandeja, sostenía dos zumos de naranja y un tazón de fresas con nata.
La imaginación vuela al pronunciar esas tres palabras. El paladar se me hizo agua y mi cuerpo reaccionó. Estuvimos el resto del día comiendo fresas, vistiéndonos con nata y limpiándonos con amor y lengüetazos. Dándonos placer por todos los rincones de la casita en el mar.
5 días después…
Amaneció con los reflejos de los rayos de luz que desprendía el sol en la suave y tersa espalda de Marcos. Sonreí como nunca lo había hecho. Estos días en Mallorca han sido los mejores sin duda. Debimos marcharnos antes a este lugar.
Besé delicadamente a mi chico, pero con intención de despertarlo. Lo conseguí.
- Buenos días, príncipe- le sonreí.
- Buenos días… princesa- me devolvió la sonrisa. Me abrazó y me besó tiernamente en los labios.
- ¿Quieres desayunar?
- ¿Puedo elegir el menú?
- Mmm… Depende. ¿Qué es lo que te apetece?
- Pues… me apetece desayunar algo dulce y sabroso.
- ¿Fruta?
- ¿En qué especie de fruta te incluirías?- preguntó lujurioso y sensual. Yo me puse roja como un tomate, pues no me esperaba esa respuesta.
- Pues no sé.
- Yo te incluiría en la familia de las peras de agua. Cuerpo bonito, hermosa, dulce y refrescante- sacó una media sonrisa. Estaba irresistible, así que no pude aguantarme las ganas de morderle el labio inferior.
- Gracias por tantos piropos- volví a besarle. Él se hizo hacer, de lo más feliz.
Salimos de la cabaña yendo todo recto hasta la orilla del mar. Colocamos la toalla, uno al lado del otro, y disfrutamos del maravilloso sol que resplandecía en el cielo azul claro.
Nos bañamos en el agua fría y jugamos con las pequeñas olas. Al llegar a las toallas, Marcos me agarró de la cintura, me tiró con delicadeza en la arena y me empezó a dar vueltas.
- ¡Mira, una croqueta humana rebozada!- dijo mientras reía.
- ¡Mira, un imbécil rebozando a su novia con arena en vez de con pan rallado!- exclamé riéndome e intentando sonar seria.
- ¡No me digas que no es divertido!- comentó como si fuese obvio.
- Te libras porque te quiero, que sino… te la hubieras ganado por rebozarme como un filete. Así que me hace gracia.
- Yo sí que te quiero. Y me encantaría estar aquí, así, contigo para la eternidad.
- Y a mí. No pensé que tú consiguieras hacerme sentir como una mujer, como una persona en vez de como un objeto.
- ¡Eh! ¡Eres una mujer! Y eres la única que me ha hecho sentir así. Así de…
- ¿De…?
- De…- se ruborizó- enamorado. Siempre he sido un picaflor. Iba de unas a otras, pero en cuanto te vi aparecer por la puerta del hotel en busca de trabajo no pude impedir no contratarte. Tan inocente, tan guapa, tan angelical… Como ahora, pero más hermosa.
- ¡Pero qué cosas dices!- le abracé y le besé aunque tuviésemos los labios llenos de arena. Nos reímos, nos limpiamos y seguimos con el maravilloso beso.
Aquella declaración fue lo que me hizo ver que era el único y maravilloso hombre que estaba buscando. Me daba cuenta no solo por el viaje y por esas palabras, sino por todo lo que ha hecho por mí, por todo lo que ha demostrado estando a mi lado protegiéndome.
- Marcos…- pronuncié su nombre dubitativa.
- Dime, preciosa- enseñó su media sonrisa torcida a la vez que me acariciaba la mejilla.
- Sé que puede sonar cursi, o incluso precipitado, pero…
- ¡Suéltalo ya!- me interrumpió nervioso. Intentó guardar un poco la calma estrechándome entre sus brazos.
- Que con todo lo que has hecho por mí y gracias a estos días de vacaciones, sé que puedo confiar en ti para todo y que me quieres de verdad. Y con tu reciente confesión, me he dado cuenta que… te quiero muchísimo, y que si me faltas no sería nada.
- ¿Te has enamorado de mí?- preguntó tan ilusionado y con lágrimas en los ojos como un niño que le han regalado la bicicleta que pidió para reyes.
- Me parece que sí. Es una verdadera lástima- sonreí.
- Eres muy mala, ¿lo sabias?- sacó una sonrisa ensanchada que ocupaba toda su cara. De oreja a oreja. Se acercó a mí y me besó con gran sentimiento. Movió la cabeza hasta mi oreja mientras seguía sonriendo- Gracias por existir en mi vida, gracias por estos momentos y gracias por ser como eres. Te amo- susurró.
Nos besamos apasionadamente. No pude creer que se lo haya confesado ni que haya conseguido que sintiese algo fuerte por él, pero todo lo que ha hecho sin necesidad de decirle nada, es algo muy valioso. Lo quería muchísimo y ya no podría vivir sin que él estuviese dentro de mi vida.
Cuando quisimos darnos cuenta, ya estaba anocheciendo y muertos de hambre, pues no habíamos probado bocado en todo el día; sin contar con el desayuno.
Recogimos todos los bártulos y entramos en la casita de madera. Marcos se ofreció a cocinar y hacerme la cena para consentirme. Yo no pude negarme y esperé en el saloncito viendo la televisión mientras ardía la leña en la chimenea.
Cenamos tranquilamente y con miraditas. Sonrisas cómplices y ojos que gritaban el amor que profesábamos por el otro. Cuando terminamos, quedamos llenos. Marcos acercó dos platos a donde yo estaba sentada antes de empezar a comer. En la pequeña mesita de café, dejamos la cena y bajamos al suelo los cojines del sofá. Como si estuviésemos en un restaurante árabe, cenamos con risas y diversión. Testigos; las llamas del fuego y nuestros sentimientos confesados.
La chimenea se apagó y no había más leña. Yo me quedé dentro de la casa viendo la televisión y Marcos salió a por troncos para volver a encenderla.
“Crack”
Sonó un gran estruendo en la cocina. Corrí alarmada hacia el lugar. Permanecí paralizada cuando vi la ventana rota y un pequeño cilindro alargado de color verde. De ahí salió un gran humo blanco que se apoderó de todo el espacio de la cocina. Cuando reaccioné y supe que era una bomba de gas, me di la vuelta; pero fue demasiado tarde. Nada más girarme, se me nubló la vista y noté un gran golpe contra el suelo.