Todo empieza por una venganza... Un nuevo trabajo, una nueva vida cimentada en la noche, un nuevo objetivo, la otra cara de su persona... Dinero, alcohol, drogas, sexo, hombres, stripper. Un mundo en el que nuestra protagonista estará metida solo y únicamente por una razón: Vengarse y encontrar la felicidad.















Muy Recomendada

sábado, 27 de noviembre de 2010

"Vida Sin Luz" Capítulo 14 : Segunda Parte

Nos sentamos a la mesa después de colocar los platos y cubiertos. Había traído una ensalada mixta para los dos y un cuenco grande de pasta. Macarrones gratinados con Bacon y chorizo. Estaba riquísimo. Acompañamos con un vino tinto que Marcos compró de camino a mi casa. Antes de comenzar a comer, colocó un par de velas entre los dos. Siempre tenía que poner el toque romántico a las cosas.
Lo que pasó antes en el dormitorio me pilló de sorpresa, pero no por eso menos contenta. Marcos era un cielo y me sentía muy querida por él. Su sonrisa hace que me sienta segura, sus ojos me salvan solo con mirarle y sus manos me esconden de todo mal.
Pasamos la comida entre risas y miradas furtivas. Parecíamos dos adolescentes que no podíamos expresar nuestro amor libremente. Solo sonreíamos y hablábamos de cosas triviales.
Al terminar, me ayudó a fregar los platos. Sin duda era el hombre perfecto, lo que hizo darme cuenta, que no hay nada perfecto y que siempre termina con desgracia. No quise ponerme mal, pues luego a la tarde había quedado con Soraya. A ella le tendré que contar todo, no me queda otro remedio. Me conoce bastante bien y se dará cuenta que algo me sucede.
Sin querer pensar más en lo malo, deseché mis malos pensamientos y decidí pasar el tiempo que fuese necesario al lado de Marcos; vivir al límite cada segundo hasta que el destino o la vida, decida separarnos.
Estaba tan concentrada en mis pensamientos, que ni me di cuenta de que Marcos estaba mirándome serio, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Con el delantal amarillo y blanco de pollitos estaba muy gracioso. Desvié la mirada hacia él.
-          ¿Qué?- dije extrañada.
-          ¡Eso digo yo!- habló sin mover un ápice de su cuerpo.
Me entró la risa tonta de repente. Ver cómo le quedaba el delantal, era demasiado gracioso en este momento, lo que no imponía mucha autoridad ni respeto.
-          ¿De qué te ríes?
-          Si quieres imponer algo, te aconsejo que te quites el delantal- contesté entre risas.
-          Ya- dijo serio. Se quitó el delantal y lo puso encima de la encimera- . ¿Mejor?- añadió con los brazos extendidos y con la misma expresión seria.
-          Sí- contesté intentando aminorar las risas- . ¿Qué te sucede?- añadí más calmada.
-          Más bien que te sucede a ti. Llevas todo el proceso de fregar los platos mirando a las musarañas.
-          Lo siento, ¿me estabas hablando y no te escuche?- pregunté con arrepentimiento.
-          No, pero se te veía mal con lo que pensabas- respondió ahora con semblante preocupado. Se acercó a mí y me acarició las mejillas con suavidad- . ¿Estás bien?
-          Si, tranquilo. Pensaba en el mensaje, pero ya está olvidado.
-          Sabes que me tienes aquí, asique no debes temer nada.
-          Lo sé.
-          Ahora tengo que marcharme a trabajar. Tú aprovecha el día libre que te he dado para despejarte un poco, ¿de acuerdo?
-          Está bien. Te quiero.
-          Yo también te quiero- se despidió con un beso suave y tierno en los labios y se marchó.
Yo recogí el delantal y sonreí al mirarlo; ya que me vino de nuevo la imagen de Marcos con él puesto.
Coloqué todo lo que quedaba de la cocina y me fui al dormitorio a preparar la ropa para la tarde. Observé la hora en el despertador de mi cama. Me asusté cuando vi que quedaban diez minutos para las cinco de la tarde. Se me había pasado el tiempo volando y sin darme cuenta. Me di una ducha rápida y me sequé a los veinte minutos. Ya eran las cinco y diez, y yo sin saber qué ponerme. Abrí el armario y cogí lo primero que vi. Unas mallas negras y una camisa de cuadros gris. Fui al cajón de los cinturones y recogí uno ancho de color negro con una gran hebilla plateada. Me vestí lo más rápido que pude. Me coloqué un collar de perlas negras y grises, un anillo de una piedra brillante negra y pulseras; combinándolas con los dos colores. Volví a mirar el reloj y quedaba media hora para las seis. Cogí unos botines de tacón medio y ancho de color gris. Los tenía iguales en color negro, pero creí que me combinaba mejor el gris, para destacar con las mallas. Me sequé el pelo con el secador para que pareciese despeinado y ondulado. Me maquillé suave. Un poco de brillo de labios y sombra de ojos para destacar mis ojos verdes. Me apliqué perfume en las muñecas y detrás de las orejas. Al instante de dejar el frasco de colonia en el baño, sonó el timbre de mi puerta. Miré mi reloj y eran las seis en punto. Justo a tiempo. Recogí mi bolso y abrí la puerta.
-          Hola guapa- dijo Soraya sonriendo nada más abrirse la puerta.
-          Hola mi niña, pasa, no te quedes ahí fuera.
-          Gracias- contestó mientras me daba un fuerte abrazo.
-          Mira ver, que me ahogas- contesté riendo.
-          ¡Qué exagerada eres! Bueno, ¿nos vamos?
-          Claro. Tenemos que pasar por mi trabajo un momento antes de ir a tomar algo.
-          ¿Y eso? Aunque por mí está bien- sonrió.
-          Tengo que llevarle las llaves de mi casa a Marcos.
-          ¿Ya vivís juntos? ¡Qué calladito te lo tenías!- respondió burlesca.
-          No. Ya te contaré cuando estemos tomando algo. Es porque se va a quedar esta noche a dormir conmigo.
-          Huy, huy, huy…- Soraya intentó picar como niña de cinco años- . ¿Haréis cosas de mayores?- rió.
-          Eso no es de tu incumbencia- reí también- , pero ya te contaré en cuanto lleguemos al bar.
-          Está bien. Pues vámonos ya.
Pusimos rumbo al hotel. En media hora, llegamos a nuestro destino. Saludé a la recepcionista que me sustituía ese día y subí por las escaleras directamente. El despacho de Marcos estaba en la segunda planta y me apetecía hacer un poco de ejercicio. Soraya me esperó en los sofás de la entrada. La recepcionista me preguntó que tal me encontraba, nada más pasar por su lado. Le dije que no muy bien, pero que venía a por unas cosas. Llegué al despacho. Se encontraba al final del pasillo. Última puerta a la izquierda. Toqué con los nudillos.
-          ¡Adelante!- se escuchó al otro lado de la puerta.
-          ¿Se puede?- pregunté asomando la cabeza por si acaso estaba reunido.
-          ¡MICHELLE!- exclamó sorprendido y preocupado- , ¿estás bien, ha sucedido algo?
-          No tranquilo, solo venía a dejarte las llaves de mi casa para que, cuando salgas, no tengas que esperarme en la calle.
-          ¡Oh, gracias!- me besó en los labios tiernamente- , ¿has venido sola?- añadió con preocupación mientras me tenía agarrada por la cintura.
-          No, he venido con Soraya. Ahora iremos a un bar de por aquí cerca a tomar algo. Si sucediese algo, vendría corriendo hacia aquí.
-          Me parece bien. Ten cuidado mi niña- me volvió a besar en los labios.
-          Lo tendré. Te quiero.
-          Y yo a ti, cariño.
Salí del despacho y me dirigí hacia las escaleras. Al girar en la primera esquina del descansillo que unía la segunda con la primera planta, subía un chico a gran velocidad; que consiguió que chocáramos. Me dio un gran golpe en el hombro izquierdo. Intenté verle la cara y replicarle algo, pero la cabeza la tenía agachada y subió corriendo. No sé por qué, pero me sonaba de algo y tenía la intuición de que ocurriría algo malo. A lo mejor eran paranoias mías, asique lo dejé pasar.
Terminé de bajar las escaleras y le indiqué a Soraya con la cabeza que podíamos irnos. Paramos en un bar que estaba a dos calles del hotel. Nos sentamos y pedimos un café. En cuanto dejé las cosas y nos acomodamos para charlar, mi móvil sonó. Lo saqué del bolso y vi que era un mensaje:
“Te estoy vigilando muy de cerca, putita. Por muchos guardaespaldas que tengas, te alcanzaré”.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

"Vida Sin Luz" Capítulo 14 : Primera Parte

Capítulo 14


-          ¡Tranquilo! No ha pasado nada. Te llamaba para decirte que he quedado con Soraya a dar una vuelta, para que lo supieras. Otra cosa que quería pedirte, es si podrías quedarte esta noche también a dormir conmigo; si tú quieres- respondí a su alarmada pregunta.
-          ¡Que susto me has dado! Vale, pero ten cuidado. Si pasa algo, llámame al instante, ¿entendido?
-          ¡Sí, papá!- dije en tono burlesco.
-          ¡Qué boba!- rió- , y sí, me encantaría volver a pasar la noche contigo. En cuanto salga de trabajar, compro algo para cenar y marcho a tu casa.
-          Está bien. Luego te veo cariño.
-          Te Quiero.
-          Y yo a ti.
Colgamos a la vez.
Eran las once de la mañana y ni me había dado cuenta. Decidí darme una ducha relajante. Quería despejar mi mente a todo tipo de mensajes y pesadillas. No entendía quién podría ser el remitente del mensaje. Pensé en ir a la policía, pero no me pareció buena idea de momento. Por lo menos, hasta que la situación sea un poco más grave. No quería equivocarme. No sé cuánto tiempo estuve debajo del agua, pero creo que bastante; pues escuché el sonido del timbre de mi puerta, el que me hizo despertar de mi ensimismamiento.
Cogí una toalla y me la enrosqué en el cuerpo. Me coloqué otra más pequeña en la cabeza, enroscándola con el pelo. No esperaba visita a estas horas, con lo que me asusté mucho. Anduve sigilosamente, descalza por la casa, hasta llegar a la puerta. Observé por la mirilla y vi que era Marcos. Suspiré de alivio y abrí la puerta.
-          ¡Madre mía! Voy a tener que venir más a menudo para que me abras así- dijo pícaramente con una sonrisa en los labios.
-          ¡Muy gracioso! Me asustaste, no te esperaba- contesté un poco asustada.
-          Mi niña, lo siento, pero es lo que tiene las sorpresas; no se avisa antes- contestó mientras me abrazaba por la cintura y me besaba con profundidad la boca.
-          Si, la verdad que me has sorprendido.
-          No del todo- sonrió.
-          ¿No?- pregunté extrañada.
-          Venía a traerte la comida, ya que conmigo no quieres salir a la calle y con Soraya sí- respondió con recelo.
-          ¿Estás celoso?- cuestioné con gracia mediante me acercaba a él.
-          ¡Pues sí!- hizo un puchero de lo más adorable, lo que provocó que le diera un beso fugaz. Sus labios se les veía tan apetecibles…
-          Bueno, iría a comer fuera contigo, pero la comida ya la has traído.
-          Se puede dejar para otro día.
-          Mejor la comemos hoy y ya otro día vamos a comer por ahí, ¿de acuerdo?- intenté convencerlo poniéndome demasiado cerca de sus labios, a milímetros de besarnos. Él me miraba la boca, que la tenía entreabierta, como la suya.
-          Está bien. Juegas sucio, ¿sabías?- me susurró en los labios y aproximándose a ella, lo que yo me apartaba poco a poco y en la misma posición.
-          ¿Por qué lo dices?
-          Porque te me insinúas en toalla  y me ofreces tus labios que son mi adicción.
-          ¡Vaya!-reí- , no tenía ni idea.
Dejó la bolsa de la comida en la mesita de la entrada y me abrazó por la cintura. Seguía acercándose más a mí, con lo que yo me apartaba, jugando con él. No sabía si podría resistirme mucho más sin besarle. Al instante, Marcos me sujetó con una mano, la nuca y me aproximó a él. Intenté separarme, pero tenía más fuerza que yo. Cuando nos besamos, sentí un fuego arder en mi interior y Marcos cogió aire por la nariz bruscamente, dando a conocer su fogosidad en ciertas partes. Nos besamos con urgencia, nos tocamos y nos acariciamos con gran necesidad. Nos trasladamos rápidamente al dormitorio sin despegar nuestras bocas. Por el camino, cayó la pequeña toalla que tenía enroscada en la cabeza. El contacto del pelo mojado sobre mi pequeña parte de espalda descubierta, me provocó un jadeo a milímetros de su boca. Sentía la necesidad de sentirle, de seguir besándole. Marcos cerró la puerta con el pié y me empotró contra ésta, consiguiendo que me excitara más y tuviese más ganas de él. La toalla me tapaba un cuarto de muslo, lo que dejaba ver el resto de mis piernas y podía volar la imaginación. Me rozó con su mano mi intimidad, yo solo jadeé. Quería tenerlo dentro lo antes posible. Mientras seguíamos besándonos, le desabrochaba el cinturón del pantalón y se lo baje con bóxer incluidos. Su miembro pedía a gritos atención. Le acariciaba suavemente, lo que conseguí sacar un gruñido gutural de la garganta de Marcos. Le coloqué un preservativo, me remangó la toalla y me puso las piernas en su cintura. Velozmente, entró en mí. Se sentía placentero y muy bueno. La necesidad y el fuego aumentaban, con lo que clavé mis manos en su espalda. Sus movimientos eran feroces y rápidos. Los gemidos los ahogábamos en el hombro del otro. Comenzó a acariciarme los pechos por encima de la toalla, lo que me daba una sensación diferente pero no menos excitante. Con varios movimientos más, llegamos al clímax. Sudorosos e intentando acompasar nuestras respiraciones, seguíamos unidos. Yo apoyada en la puerta y él muy cerca de mi boca. Me besó profunda y cariñosamente.
-          ¡Mira lo que provocas en mí! ¡Mira lo que consigues!- dijo sonriente mientras me volvía a besar.
-          Ahora tendré yo la culpa. Mira tú como me tienes- contesté extendiendo los brazos para que viese que aún seguía apoyada en la puerta y mis piernas en sus caderas.
Los dos nos reímos.
Me volvió a besar tiernamente en los labios y sujetándome por la cintura con una mano, me bajó al suelo. Él se quitó el preservativo y lo tiró a la basura de la cocina. Regresó abrochándose los pantalones que yo le bajé momentos antes.
-          ¿Vamos a comer, no?- preguntó como si no hubiese pasado nada.
-          ¡Ni que yo tuviese la culpa de que no hayamos comido ya!- contesté perpleja por su actitud.
Me sonrió.

sábado, 20 de noviembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 13: Segunda parte

Entonces me acordé de que después de la cena cada uno tiene que dormir. Pero una cosa tenía clara, no quería dormir sola. Por nada del mundo y bueno…, ya que estábamos tan a gusto los dos abrazados desnudos, intenté pedirle rogante a Marcos que se quedara.
-        Esto…- intentaba buscar las palabras adecuadas para no parecer egoísta- Marcos… yo... Quería decirte algo.
-        Dime Michelle, ¿qué sucede?
-        Bueno veras, es que seguramente que ahora te vayas a tu casa a dormir y… bueno yo me tengo que quedar aquí sola y…- pero no pude seguir porque él me cortó.
-        Sshhh,- dijo poniendo su dedo en mis labios a modo de silencio- tranquila, se lo que insinúas- dijo mirándome a los ojos con nuestros rostros muy cerca- Si tu quieres me quedaré a dormir contigo preciosa, no quiero que te suceda nada y mucho menos que no duermas por miedo, así que si me dejas me quedaré así a tu lado toda la noche.
-        ¿¡En serio!?- dije llena de alegría y con  una sonrisa de niña en la cara.- ¡Pues claro que te dejo! Gracias cariño- grité mientras le abrazaba- gracias por no dejarme sola.
-        No me las des. Por ti haría eso y mucho más, ¿lo sabes no?- me preguntó sin dejar que le contestara pues seguidamente me besó profundamente.
-        Lo sé. Te quiero Marcos.
Y así fue como acabamos dormidos, abrazados, desnudos, con una sonrisa en nuestros labios, pero sobre todo logré olvidarme de aquel sms misterioso que tanto miedo me había producido.
Pero lo peor fue aquella pesadilla que tuve esa noche.  Estaba en una habitación oscura, atada, con una venda en los ojos, con una mordaza en la boca y sentada. Alguien se acercaba sigilosamente. No podía distinguir quién era pues tapaba su rostro con un pasamontañas para que solo se le vieran los ojos. Traía un cuchillo y se dirigía a mí muy deprisa. Yo pataleaba, lloraba, intentaba gritar. Llamaba a Marcos, pero nadie me escuchaba. De repente mi agresor me enseñaba mi móvil, exactamente ese sms que tanto pánico me daba volver a leer. Y sin pronunciar palabra justamente después, empezaba a rozar mi cuello con el filo de su cuchillo, a rasgarme las ropas. Restregaba su boca por todo mi cuerpo junto con el cuchillo, el cual me inmovilizaba. Sentía miedo, dolor, impotencia… De repente aquel hombre de negro se paró en seco delante mía, me miro por última vez y me dijo “Esto te lo mereces, por puta” y seguidamente me clavó el cuchillo en el estómago.
Desperté empapada de sudor, agitada y me incorporé rápidamente. Marcos había estado observándome y me miraba preocupado y sujetándome la espalda por detrás. Mi respiración agitada y mis ojos como platos, daban seña de aquella pesadilla.
-        ¿Estás bien Michelle? Ya esta, tranquilízate, solo fue una pesadilla.
-        Me va matar Marcos. No quiero morir, no quiero…- decía mientras comenzaba a llorar y le abrazaba fuertemente sintiendo protección.
-        Preciosa, no morirás, solo ha sido una pesadilla, estate tranquila. Yo estoy aquí. No dejaré que te ocurra nada malo ¿vale?- me preguntó mirándome profundamente a los ojos tras separarse de ese abrazo.
-        Está bien- dije tras sorber por la nariz.
-        Anda descansa un poco más que aún es pronto.
-        Pero no te vayas, quédate conmigo, por favor- le pedí rogante.
-        Tranquila preciosa, no me iré de aquí.
Y tras esto volví a abrazarme fuertemente al pecho de Marcos para poder dormir, mientras él me tranquilizaba tocándome el pelo y dándome pequeños besos en la cabeza. Así volví a dormirme tranquilamente sin nada que temer.
Cuando volví a abrir los ojos ya eran las nueve de la mañana y Marcos aun seguía dormido.
-        Pobrecito- pensé- no le he dejado dormir en toda la noche con mi pesadilla.
Era tan bello, tan hermoso, incluso dormido parecía un ángel. Me acerqué a él para rozarle los labios sigilosamente, con cautela para no despertarle. Pero fallé en mi intento y me correspondió aquel apasionado beso.
-        Mmm… que buen despertar- dijo abriendo lentamente los ojos- ¿Cómo estas princesa?
-        Mucho mejor, más tranquila gracias a ti. Seguro que no te debí dejar dormir anoche con mi pesadilla.
-        No digas bobadas, he dormido muy bien sobre todo cuando te contemplaba verte dormir- decía a risas.
Mis mejillas se sonrojaron y solo pude agradecerle su cariño con un beso casto en los labios.
Me levanté y me puse el pijama del cajón para estar por casa,  junto con mi bata. Mientras, Marcos se vestía y juntos recogimos la mesa de la cena de anoche, desayunamos y después me ayudo a hacer la cama. Era maravilloso, empezaba a quererle tanto, que sentía que le necesitaba por momentos.
Tras unas horas juntos en mi casa tuvo que marcharse, debía ir a su casa, recoger y pasarse por el hotel para terminar trabajo pendiente.
No quise agobiarle así que le dije que se marchara, aunque el insistía en quedarse por si tenía miedo. Me trataba como una princesa, lo agradecía, pero no quería ser egoísta. Al final le convencí aunque no del todo.
-        Bueno, como quieras, me voy, pero si pasa algo por pequeño que sea me llamas corriendo al móvil o a casa ¿vale? ¿prometido?
-        Prometido- dije con una sonrisa de enamorada en la cara.
-        Te quiero cielo, adiós- se despidió con un beso profundo y apasionado.
-        Adiós corazón.
Cerré la puerta y suspiré. Era demasiado bonito, aun seguía sin creerme que tuviera a un hombre así a mi lado. Me sentía como la princesa de ese cuento, con miedo a despertar de él un día y verlo todo al revés. Ahora era feliz, exceptuando aquel problema del sms oculto. Pero no quería volver a pensar en ello. Me ponía histérica cada vez que me venía a la mente la pesadilla de aquella noche.
En ese momento me acordé de Soraya. Tenía que llamarla y quedar con ella. Hacía mucho que no la veía y necesitaba también su compañía.
Así que decidida cogí el inalámbrico y marqué su número. Tras el segundo toque me lo cogió.
-        Hola nena.
-        Hola Soraya, ¿Cómo estás?- le pregunté.
-        Pues muy bien, no me quejo. ¿Y qué hay de ti Michelle? Que ya parece que me llamas menos- dijo riéndose y bromeando.
-        No digas tonterías. Te llamo igual. Sabes que de ti nunca me olvido tontina.
-        Lo sé, soy demasiado importante en tu vida- añadió riéndose.
-        Ya veo que no te hace falta abuela chica.
-        Ya ves que no Michelle.
-        Bueno, ¿tienes planes esta tarde?
-        Pues no, esta noche si, pero esta tarde tengo un hueco para ti si es lo que deseas saber.
-        ¡Serás creída!- dije riéndome- Así es, lo decía para vernos que hace mucho que no quedamos ¿te parece?
-        Si, si, lo veo bien. Donde, como, cuando, a qué hora…
-        Muchas preguntas nena- dije vacilándola- Elige tu.
-        Pues… a las 6, en tu casa y luego nos vamos a tomar algo. ¿Qué dices?
-        Pues digo que genial, aquí te espero fea.
-        Muy bien, hasta la tarde. Adiós Michelle.
-        Hasta luego Soraya.- me despedí.
Siempre tan vacilona ella. Me hacía sentirme bien con ese toque de humor.

****
(Marcos)
Salí de su casa con una sonrisa en la cara. Aquella noche a su lado había sido magnifica, la mejor que nunca había vivido desde hacía tiempo. Me entristecía verla preocupada, asustada, aterrorizada. Aquella pesadilla la alteró demasiado. No quiso contarme que había soñado, pero preferí no recordárselo para que no lo pasara peor. Solo me dediqué a abrazarla fuertemente, acariciarla y transmitirla seguridad, mi apoyo y mi calma. Así consiguió dormirse profundamente. Estaba tan linda cuando dormía, una preciosa escultura, una carita inocente. Aquella mujer me hacía el hombre más feliz del mundo teniéndome a su lado.
Tras despertarnos desayunamos juntos y seguidamente, la ayude a recoger. Sabía que tenía que marcharme a mi casa a terminar de recoger y pasarme por el trabajo, pero no quería dejarla sola. No ahora que estaba tan aterrorizada. Pero por mas que le insistí en quedarme, no quiso, pues así se sentía egoísta. Me dejo marchar, pero antes le recordé que me llamara con cualquier cosa. Y así fue como me encaminé con aquella felicidad a mi casa.
Aun no le había propuesto nada, tenía en mente estar aun más cerca los dos. Poder irnos a vivir juntos era algo que me encantaba. Pero pensé que a lo mejor aun sería pronto.
Después de recoger en casa, me dirigí al hotel. En realidad no tenía que hacer nada, pero quería dejar preparado el tema de mis vacaciones con Michelle. Unas cuantas llamadas telefónicas para tenerlo todo preparado  y así sorprender a mi dulce y hermosa princesita.
“Pareces un tío de quince años Marcos” -me decía mi conciencia. Pero no me importaba, al fin era feliz y quería hacerla feliz a ella también.
Mientras llamaba para reservar nuestra casita en la playa, sonó mi móvil. Le saqué inmediatamente del bolsillo y miré la pantalla. MICHELLE. Mi estómago subió de repente hasta la garganta. Rápidamente colgué al señor de la agencia que me hablaba por teléfono y me centré en aquella llamada de mi querida Michelle. Recordé mis palabras antes de salir de su casa: “Llámame si pasa algo ¿vale?” Empecé a preocuparme, algo malo ocurría. Sin pensármelo, descolgué el teléfono nervioso y agitado.
-        Michelle, ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?- le pregunté rápidamente y bastante preocupado.

sábado, 13 de noviembre de 2010

"Vida sin luz" Capitulo 13: Primera parte

Una paz interior recorría mi cuerpo cada vez que Marcos me miraba de esa forma, cada vez que estaba junto a él, que me acomodaba en sus brazos, que me mimaba y me besaba. Todos los miedos desaparecían cuando estaba a mi lado, las dudas, el dolor… Ahora éramos novios, sonaba tan bien. Me sentía dichosa de tenerle conmigo. Aunque tenía miedo de que una nueva relación pudiera salir mal, que Marcos pudiera dejarme como los demás. Pero cuando le miraba, veía imposible que pudiera hacer tal cosa. Se veía en sus ojos bondad. Dejé de pensar en paranoias de las mías y me concentré de nuevo en esos ojos brillantes que me hipnotizaban.
Después de un largo tiempo con nuestras miradas fijas habló él:
-        Bueno cielo hay que cenar ¿no crees?
-        Por mi me quedaría así contigo toda la vida- dije acurrucándome en sus brazos.
-        Y yo Michelle, y yo. ¿Qué te parece si salimos a cenar fuera? Yo invito.
-        ¿Fuera? ¿En la calle? No por favor, tengo miedo.
-        No te pasará nada preciosa, yo estoy contigo ¿Vale?- intentaba tranquilizarme.
-        Por favor…, propongo algo mejor.
-        ¿Qué es?
-        Yo hago la cena y cenamos aquí los dos. Te aseguro que te chuparas los dedos- dije soltando una sonrisa picara.
-        Eso no lo dudo, seguro que es un gran manjar como tu- dijo pícaramente acercándose para besarme de manera tierna.
-        ¿Entonces? ¿Trato hecho?
-        Mmm... Está bien, tú ganas- se rindió.
-        Gracias Marcos, te quiero.
-        Y yo mi niña.
Así que tras esto, me levanté intentando localizar toda mi ropa esparcida por el suelo del salón y me vestí. Después me dispuse a hacer la cena mientras Marcos terminaba de vestirse y preparaba la mesa. Pero no una mesa cualquiera. Preparó una bonita estampa con velas para darle un toque romántico. Era precioso, todos los detalles de Marcos hacían que me enamorara cada día un poquito más.
Una vez lista la cena nos pusimos a cenar. La velada se hizo tranquila, amena, hablando de todo tipo de cosas, riéndonos sin parar. Todo hay que decirlo, la dorada a la plancha con mi toque de limón me salió riquísima y a Marcos le encantó.
-        Definitivamente la cena está riquísima, ya sabía yo que sería un dulce manjar.
-        Bueno en este caso salado, no dulce- dije a modo de broma.
-        Cierto, aquí solo hay un manjar dulce en toda la casa.
-        ¿Ah sí?
-        Si. Tu cariño.- dijo agarrándome la mano y rozando mis labios con suavidad.
Un cosquilleo recorría mi cuerpo. Me sentía como la más tonta del universo, como aquella quinceañera enamorada. No, no. Era diferente, yo no estaba enamorada. ¿O tal vez si y aun estaba negándolo? Da igual, lo que sí sé es que me encantaba estar con él.
Aquel beso se iba profundizando poco a poco. Era como un postre delicioso, saborear lentamente sus labios, mientras nuestras lenguas jugaban inocentemente. Compartíamos deseo, pasión y sentimientos. Nuestros cuerpos se juntaban, las caricias aumentaban considerablemente. Su mano recorría mi espalda, la mía jugueteaba con su pelo. Involuntariamente nos levantamos de las sillas mientras seguíamos sin despegarnos. Caminábamos lentamente por el pasillo, con un fuego que quemaba en nuestro interior, los besos se incrementaron, ahora eran más fieros, más salvajes. Mi camiseta desapareció en unos segundos ocupando su lugar en un rincón del pasillo y dejando visibilidad a mi sujetador morado. Sus dedos recorrían mi espalda suavemente descargando en mi miles de corrientes, cosquilleos y calambres que hacían que me encorvara hacía atrás. En pocos segundos llegamos a la habitación y apoyándonos en la puerta logré quitarle la camisa de un tirón. Aquel pecho desnudo y caliente se juntaba con el mío proporcionando más pasión de la que ya había.
Poco a poco nos acomodamos en la cama con suavidad, me depositó con ternura besando mi cuello haciendo que no pudiera pensar con claridad y que algún que otro gemido se escapara involuntariamente. Eso le hacía sentirse bien, y empezó a bajarme los pantalones rápidamente, hasta que mi cuerpo se quedó solo con el conjunto interior morado que le provocaba tanto. Sus besos recorrían mi escote y mi torso desnudo hasta llegar a mi pelvis. Mis manos bajaban hasta sus pantalones que desaparecieron en cuestión de segundos. Ahora nuestros cuerpos estaban más juntos. Podía notar su miembro erecto aun con los bóxers, lo que hizo que sonriera pícaramente. Vuelta para acá, vuelta para allá. Me dejaba llevar. Marcos no tardó en deshacerse de mi sujetador y mis braguitas, dejando mi cuerpo totalmente al descubierto. Pero yo tampoco me quedaba atrás y también me hice con sus bóxers. Beso tras beso, respiraciones agitadas, lenguas que saboreaban aromas y pieles desnudas. Sus labios saboreando mis pechos bajando lentamente por la cintura, la pelvis de nuevo hasta llegar a mi intimidad con sus dedos lo que me hacía estremecer y gemir de nuevo. Mientras seguía besándome acariciaba mi intimidad suavemente. Cuando dejo de hacerlo estaba a punto de llegar al éxtasis y le maldije por ello. No podía esperar más necesitaba sentirle dentro de mí, necesitaba sentirme suya.  Así que con una mirada se lo pedí e inmediatamente se colocó para poder entrar en mí, suave y lentamente. Un baile rítmico, desenfrenado, unos besos más intensos. Una sensación placentera, un fuego cada vez más ardiente en nuestro interior, las respiraciones aumentaban, las pulsaciones también. Así durante unos segundos, unos segundos placenteros llenos de amor, que acabaron cuando los dos llegamos al clímax y descansamos nuestros cuerpos aun conectados.
Y ahí estaba yo, en los brazos de aquella dulce persona, unida a él por un gran vinculo, era mío y yo era suya.
-        Te quiero princesa- me dijo mientras me daba pequeños besos en el pelo.
-        Y yo corazón- dije inclinando mi cabeza hacia su mirada para después saborear sus labios.
Me sentía en la gloría, jamás me había sentido tan bien después de entregarme a alguien. Ni si quiera con Joseph, aquel desgraciado que me robó el corazón para acto seguido destrozármelo. Si, aquel que hizo que no volviera a confiar en nadie más, que me hizo creer que era  una puta claramente. Pero no, no lo soy. Con Marcos es todo distinto. Me hace sentir como la princesa de ese cuento, me hace sentir bella, especial y única. Supongo que será por la edad. Es el novio más mayor que he tenido y a esa edad se tiene una cierta madurez y se conoce bien los gustos y preferencias de una mujer.
Mientras pensaba todo esto, Marcos seguía acariciándome el hombro y el pelo. Estaba adormilada pero seguía abrazándole la cintura. Caí en la cuenta que habíamos dejado la cena a medias. Nos faltaba el postre y seguramente Marcos se había quedado con hambre.
-        Oye Marcos, me acabo de dar cuenta que no hemos comido el postre.- dije mirándole a los ojos esperando una respuesta.
-        ¿Cómo que no? Y entonces, ¿esto que ha sido? Para mí esto ha sido el mayor postre que haya probado jamás- dijo riendo pícaramente.
-        Ah muy bonito, con que ahora yo soy tu comida ¿no?- dije a modo de enfado y con el ceño fruncido.
-        No princesa, quiero decir que no necesito un postre para cenar bien. Ya he cenado suficiente y después de esto prefiero quedarme así y no tener que visitar de nuevo el frigorífico- dijo sin dejar de vacilar.
-        Está bien como quieras.