viernes, 25 de marzo de 2011
"Vida sin luz" Capitulo 21: Segunda parte
sábado, 19 de marzo de 2011
"Vida sin luz" Capitulo 21: Primera parte
sábado, 12 de marzo de 2011
"Vida Sin Luz" Capítulo 20 : Segunda Parte
Esperé unos diez minutos a que me calmara por la situación vivida hace unos momentos. Cuando estuve más tranquila, descolgué el inalámbrico y marqué el número de Soraya.
- ¿Sí?
- Hola guapa. Soy Michelle.
- ¡Hola mi niña, cuanto tiempo! ¿Qué tal estas, te encuentras bien?- se escuchó la voz preocupada de mi amiga. Sonreí para mis adentros.
- Sí, pero te necesito más que nunca. Tengo que contarte y no puedo salir de casa. ¿Podrías venir a mi casa y hablamos?
- ¡Por supuesto! Estoy allí en un periquete. Adiós guapa.
- Adiós.
Colgué y me recosté en el respaldo del sofá. Con las rodillas pegadas a mi pecho y mi barbilla en ellas, suspiré de forma pesada. No podía creer que Marcos se haya puesto de esa manera tan de repente. Algo en su cabeza tendría que estar rondando. Estaría nervioso por todo lo que ha sucedido en tan poco intervalo de tiempo, pero yo no tengo la culpa de eso; al contrario, soy la víctima de todo.
Me estaba dando cuenta ahora mismo, que Marcos me importaba más de lo que pretendía aparentar. Sabía que era alguien fundamental en mi vida, pero por cómo se había puesto conmigo… me dolió bastante. Es parecido a una pequeña herida. Cuando te cortas con algo afilado, pero el corte no es profundo. Es pequeño, pero escuece horrores. Una sensación parecida tengo en el pecho. En la parte izquierda, a la altura del corazón. Me estaba costando respirar. El nudo de mi garganta no tenía piedad de mí y apretaba de forma asfixiante. Comencé a respirar profundamente, intentando que lo hiciera de forma constante. Lo estaba consiguiendo sin contar con la lágrima que descendía por mi mejilla derecha. Dios, no podía estar así con él. No, con él no soportaba estar de esta manera. Hablaría después de que se marche Soraya.
Diez minutos más tarde…
El timbre sonó. Me removí somnolienta en el sofá. Me desperecé y fui hacia la puerta con pasos pausados. Me había quedado dormida y sin darme cuenta. Miré por la mirilla y vislumbré la cabellera rubia enfrente del visor. Sonreí. Abrí la puerta y seguía sonriendo. Ella también lo hacía y nos fundimos en un gran abrazo. Me transmitió tranquilidad y esperanza. De que todo iba a salir de maravilla, que ella estaba allí y que no se marcharía nunca de mi lado hasta que yo estuviera plenamente bien.
Después de un rato, que parecía eterno, nos desprendimos y nos dimos dos besos sonoros. Sonreíamos como si fuese el mayor regalo el habernos visto, como si hiciese milenios que no estuviésemos juntas.
La hice pasar al recibidor y seguidamente, al salón. Estuvimos hablando de lo que me había pasado en aquellos días. Lo de Laura, que llamó Marcos. Sabía que él estaría posiblemente escuchando, así que la dije que no tenía la culpa de nada. Lo pensaba sinceramente, pero lo decía para que él se convenciera. Le expliqué todos los detalles y Soraya pensaba lo mismo que yo; que Marcos no tenía la culpa, que no podía saberlo.
- Él no tiene la culpa, Michelle- dijo preocupada alzando un poco la voz.
- Si ya se lo he dicho yo, pero no está muy convencido.
- Es normal que se sienta culpable si la ha llamado él mismo.
- Sí, pero no tenía ni idea de nada. Ni que nos lleváramos mal, porque disimulábamos para que estuviera feliz.
- Pues mira hasta donde ha llegado la muy…- blasfemó por lo bajo.
- Tranquilízate Soraya- sonreí al ver tan malhumorada a mi amiga.
- ¿Y no has pensado que ella tenga que ver con los mensajes?
- Pues no lo sé. Es una probabilidad, pero… la otra vez, cuando entró a mi casa, era la voz de un hombre.
- Puede ser su compinche, que sea su pareja o algo.
- Sí, es una posibilidad, porque la escuché hablar con el móvil a alguien y le dijo cariño- susurré para que la información no llegase a los oídos de Marcos.
Soraya abrió los ojos desmesuradamente sin creerse lo que le acababa de contar. Yo asentí con la cabeza para confirmarle lo que la había contado. Ella me cambió de tema y estuvimos viendo una película. A las dos horas se marchó.
En todo el rato que había estado hablando con mi amiga, no paré de pensar en él. Necesitaba urgentemente hablarle y solucionar las cosas.
Me dirigí al dormitorio de invitados, donde horas antes Marcos dio un portazo con todas sus ganas y fuerzas. Toqué con los nudillos la puerta. Esperé un poco para recibir respuesta, pero ésta no llegó. Opté por abrir la puerta sigilosamente. Estaba tumbado en la cama, bocabajo. Los ojos los tenía cerrados y la respiración acompasada. Se encontraba dormido plácidamente. Le agité un poco al sentarme en la cama, en su regazo. Le acaricié la mejilla suavemente y le di un beso en los labios, con cuidado. Él se despertó, abriendo los ojos despacio. Asomó su sonrisa torcida y después se incorporó. Seguía teniendo la sonrisa en su rostro y yo solo agaché la cabeza, cabizbaja. Me agarró de la barbilla, haciendo que me arrimara una pizca hacia él. Yo incrédula y sin saber qué pretendía, me dejé llevar. Le necesitaba. Mis lágrimas corrían veloces por mis mejillas al tiempo que acompañaban un grito ahogado procedente de mi garganta. Me limpió con delicadeza los ojos, eliminando posibles derrames de líquidos por mis mejillas ya mojadas. Una última se posó en mis labios. Al instante, Marcos se acercó y me besó; degustando el sabor salado de aquella gota de tristeza. Volvió a besarme, una y otra vez. Entrelazando nuestras lenguas nos sumergimos en una burbuja difícil de estallar. Me agarró por la cintura, consiguiendo que me tumbase a su altura y a su lado. Me acarició mientras seguía unidas nuestras bocas. Saboreando cada aliento y cada respiración que se tornaba agitada a medida que avanzábamos. Ahora me urgía más que nunca estar con él. Un calor por mi espina dorsal, subía a velocidad imparable. Comenzamos a tocarnos, a darnos placer y a respirar el jadeo del otro.
sábado, 5 de marzo de 2011
"Vida Sin Luz" Capítulo 20 : Primera Parte
Recorrí con los ojos la habitación. Era tan sosa, tan triste y apagada… daban ganas de suicidarse. Justo sonó el pomo de la puerta al girar. Se abrió despacio y chirrió. Por una pequeña apertura, Marcos asomó la cabeza con una sonrisa impecable. Hice lo mismo y entró sin decir nada, manteniendo la sonrisa en su rostro. Cerró la puerta tras de sí con la mano derecha en su espalda.
- Hola preciosa- comenzó-. ¿Qué tal te encuentras?
- Tengo la boca pastosa- Se acercó a la mesita y cogió un vaso de plástico. Lo llenó de agua mineral y me lo tendió sonriente-. Gracias.
- De nada. ¿Algo más que deseé la señorita o está todo en su sitio?- preguntó irónico.
- Sí, estoy bien- contesté incorporándome un poco-. ¿Qué tienes ahí escondido?- añadí curiosa.
- Algo hermoso para la chica más hermosa del lugar- susurró.
- A poco. Esto es horroroso- dije asqueada. Marcos se carcajeó.
- Y aunque estuviéramos en el lugar más maravilloso, siempre destacarías por ser la mujer más preciosa que existe- ahí me ruboricé. Es lo más tierno que puede haber. Cada día lo quería más por aguantar lo que está aguantando.
Se arrimó un poco más a mí. Le agarré de la camiseta que llevaba y le besé. Al poco rato después, nada más despegar nuestros labios, él desprendió la mano derecha de su espalda y me enseñó un ramo de grandes rosas blancas y rojas. Me quedé boquiabierta. En la misma mesita donde está el vaso y la botella de agua, se encontraba un jarrón blanco de porcelana con puntitos azules. Marcos fue a llenar el recipiente con el agua del grifo del baño, y a los pocos segundos, regresó feliz con las flores metidas en el objeto de porcelana. Las dejó de nuevo en la mesita y se acercó a mí. Demasiado cerca, demasiado respirar de su aroma, y demasiado aturdimiento. Entreabrí la boca y él se acercó aún más. Me pasó la lengua por el labio inferior y al instante me besó. Despacio, con calma y saboreando el placer de aquel contacto.
Nos vimos interrumpidos por el médico, que tosió incómodo. Ambos nos ruborizamos y Marcos se disculpó.
- ¿Qué tal se siente?- me preguntó el médico tiernamente.
- Bien. ¿Cuándo me darán el alta, doctor?
- Le haremos un par de pruebas más para verificar que está en buenas condiciones y esta tarde-noche podrá marcharse a su domicilio.
- Gracias doctor- agradeció Marcos, incorporándose a la pequeña conversación. Éste asintió con la cabeza y se marchó del dormitorio.
Marcos se marchó a hacer unas cosas a su casa. Coger ropa limpia, ducharse, cambiarse… lo típico. A la media hora regresó. Aquella sonrisa no se me podía borrar de la mente. Me emanaba tranquilidad y desasosiego.
- Perdona por llamar a mi hermana sin consultarte- se disculpó de repente. Me pilló desprevenida, pero reaccioné a tiempo.
- No te preocupes, cielo. Lo hecho, hecho está- contesté acariciando su mejilla. Él estaba sentado en la cama, en mi regazo y acariciando mis manos, mirándolas.
- No. Siempre tengo yo la culpa- se culpó.
- ¡Ni se te ocurra sentirte culpable! No podías saberlo. Ni siquiera tenías idea de que nos odiábamos a muerte. Y para tenerte contento, te hacíamos creer que nos llevábamos bien, pero no sabía que ella fuese capaz de algo así.
- ¿Ves? Por mi culpa tuvisteis que disimular algo así. Si lo hubiese sabido, no la hubiese llamado.
- ¡Que no! Mira, si intento explicarlo, lo enredaré más. No tienes la culpa, no sabíamos que ella fuese capaz de hacerme daño y tú solo lo hacías para protegerme.
Aquello le convenció y dejó el tema zanjado. A los pocos minutos, regresó el médico para hacer unas pruebas. Me hicieron una radiografía y ecografía en varias zonas del cuerpo. Pudieron comprobar que no tenía lesiones internas, que solo eran heridas superficiales.
A los pocos minutos me subieron a planta y estuve reposando un rato. Comí y merendé allí. Justo después volvió el médico diciendo que estaba en orden y que ya podíamos marcharnos.
A los diez minutos, ya tenía quitado el gotero y los cables que me unían a esa cama; que entraban depresiones en dosis aumentadas en vena.
Bajamos hasta la planta baja y nos dirigimos al parking, donde Marcos había aparcado el coche. Me monté y se dirigió a mi casa. Estuvimos todo el trayecto en silencio. Él me miraba de reojo y yo observaba por la ventana, con la mirada perdida. Pensando y pensando que mi vida corrió peligro, que podría no haberlo contado o simplemente, que mi chico no hubiera llegado a tiempo. Decidí no pensar y obcecarme en ello. Sería lo peor para mí.
Sin darme cuenta, llegamos más pronto de lo normal. Había anochecido. La brisa se tornaba fresca, y pequeños remolinos de hojas, se movían en las aceras y carreteras. Un escalofrío recorrió mi nuca. Refrescando mi cara, con los ojos cerrados, comencé a andar.
Como si me supiera la calle de memoria, subí el bordillo de la acera sin abrir un ápice cualquiera de ellos.
Abrí el portal y subí las escaleras. Quería mantenerme lo suficientemente ocupada para no seguir pensando en el qué podría haber pasado. Seguí subiendo peldaño a peldaño, con la mirada perdida. Marcos detrás de mí sin decir una sola palabra. Llegamos a la puerta y adentré la llave en el cerrojo. La giré dos veces y sonó un click. Rechinó la puerta de entrada; y agolpándome la cara como un gran puñetazo, me regresó en un segundo toda la escena. Tan poco tiempo para recordar un suceso que duró años para mí, que sufrí lo insufrible y saqué valor de donde no la tenía. En ese momento necesitaba apoyo moral. Y aunque Marcos sería capaz de hacerlo, necesitaba una voz femenina en todo esto. Me acordé que hacía tiempo que no veía a Soraya. Decidí llamarla y hablar con ella de todo lo ocurrido.
Fui temblorosa hacia el salón, donde se encontraba el teléfono inalámbrico. Cuando iba a cogerlo, una voz tras de mí, me paralizó.
- ¿Qué se supone que haces?- preguntó serio Marcos. Aquello me extrañó, pues hace apenas unas horas estaba encantador conmigo. No lo entendía.
- Llamar a Soraya por teléfono- contesté de manera que sonase obvio.
- ¿Para qué?- siguió con el semblante firme.
- Pues para charlar. ¿Algún problema?
- Si- dijo cortante.
- ¿Cuál?- cuestioné incrédula
- Que no me da la gana que la llames- esta vez sonó con sequedad su respuesta.
- ¡Porque tú lo digas!- protesté. Me estaba poniendo de los nervios. Ahora necesitaba apoyo. Él sabía lo importante que era mi amiga para mí y la necesitaba. Y Marcos me estaba negando de su presencia.
- Sí, porque yo lo digo. Siempre que viene gente te pasa algo y ya estoy yo contigo- gritó. Me quedé helada con su repentino comportamiento, pero no me achanté tan fácilmente.
- Mira, ni tú ni nadie me va a decir con quien quedo o dejo de quedar. ¿Te ha quedado claro?
- Estoy harto de mirar siempre por tu salud. Cada vez que llamamos a alguien estás en peligro, así que llámala y olvídate de que existo- Se fue hecho una furia hacia la otra habitación, dando un portazo. No entendía su manera de reaccionar, ni qué le sucedía. Supongo que sería por los nervios y el estrés acumulado de estos días. Yo estaba muy enfadada con él y debería aprender que a mí no se me grita.