Me desperté sin saber dónde me encontraba. Lo veía todo blanco. Paredes, ventanas, puertas... Me parecía un lugar muy extraño. ¿Dónde estaba? Me acordé, de repente, la escena que pasé con Laura. Me aterroricé. Me observé con unos cables. En la mano izquierda tenía una aguja, seguido de un cable transparente. Lo relacioné enseguida con el gotero de un hospital. ¿Hospital? ¿Me había hecho la hermana de mi chico tanto daño para estar en el punto de llegar hasta aquí? No entendía como Marcos no se encontraba en la habitación conmigo. Supongo que no le habrán dejado entrar aun.
Recorrí con los ojos la habitación. Era tan sosa, tan triste y apagada… daban ganas de suicidarse. Justo sonó el pomo de la puerta al girar. Se abrió despacio y chirrió. Por una pequeña apertura, Marcos asomó la cabeza con una sonrisa impecable. Hice lo mismo y entró sin decir nada, manteniendo la sonrisa en su rostro. Cerró la puerta tras de sí con la mano derecha en su espalda.
- Hola preciosa- comenzó-. ¿Qué tal te encuentras?
- Tengo la boca pastosa- Se acercó a la mesita y cogió un vaso de plástico. Lo llenó de agua mineral y me lo tendió sonriente-. Gracias.
- De nada. ¿Algo más que deseé la señorita o está todo en su sitio?- preguntó irónico.
- Sí, estoy bien- contesté incorporándome un poco-. ¿Qué tienes ahí escondido?- añadí curiosa.
- Algo hermoso para la chica más hermosa del lugar- susurró.
- A poco. Esto es horroroso- dije asqueada. Marcos se carcajeó.
- Y aunque estuviéramos en el lugar más maravilloso, siempre destacarías por ser la mujer más preciosa que existe- ahí me ruboricé. Es lo más tierno que puede haber. Cada día lo quería más por aguantar lo que está aguantando.
Se arrimó un poco más a mí. Le agarré de la camiseta que llevaba y le besé. Al poco rato después, nada más despegar nuestros labios, él desprendió la mano derecha de su espalda y me enseñó un ramo de grandes rosas blancas y rojas. Me quedé boquiabierta. En la misma mesita donde está el vaso y la botella de agua, se encontraba un jarrón blanco de porcelana con puntitos azules. Marcos fue a llenar el recipiente con el agua del grifo del baño, y a los pocos segundos, regresó feliz con las flores metidas en el objeto de porcelana. Las dejó de nuevo en la mesita y se acercó a mí. Demasiado cerca, demasiado respirar de su aroma, y demasiado aturdimiento. Entreabrí la boca y él se acercó aún más. Me pasó la lengua por el labio inferior y al instante me besó. Despacio, con calma y saboreando el placer de aquel contacto.
Nos vimos interrumpidos por el médico, que tosió incómodo. Ambos nos ruborizamos y Marcos se disculpó.
- ¿Qué tal se siente?- me preguntó el médico tiernamente.
- Bien. ¿Cuándo me darán el alta, doctor?
- Le haremos un par de pruebas más para verificar que está en buenas condiciones y esta tarde-noche podrá marcharse a su domicilio.
- Gracias doctor- agradeció Marcos, incorporándose a la pequeña conversación. Éste asintió con la cabeza y se marchó del dormitorio.
Marcos se marchó a hacer unas cosas a su casa. Coger ropa limpia, ducharse, cambiarse… lo típico. A la media hora regresó. Aquella sonrisa no se me podía borrar de la mente. Me emanaba tranquilidad y desasosiego.
- Perdona por llamar a mi hermana sin consultarte- se disculpó de repente. Me pilló desprevenida, pero reaccioné a tiempo.
- No te preocupes, cielo. Lo hecho, hecho está- contesté acariciando su mejilla. Él estaba sentado en la cama, en mi regazo y acariciando mis manos, mirándolas.
- No. Siempre tengo yo la culpa- se culpó.
- ¡Ni se te ocurra sentirte culpable! No podías saberlo. Ni siquiera tenías idea de que nos odiábamos a muerte. Y para tenerte contento, te hacíamos creer que nos llevábamos bien, pero no sabía que ella fuese capaz de algo así.
- ¿Ves? Por mi culpa tuvisteis que disimular algo así. Si lo hubiese sabido, no la hubiese llamado.
- ¡Que no! Mira, si intento explicarlo, lo enredaré más. No tienes la culpa, no sabíamos que ella fuese capaz de hacerme daño y tú solo lo hacías para protegerme.
Aquello le convenció y dejó el tema zanjado. A los pocos minutos, regresó el médico para hacer unas pruebas. Me hicieron una radiografía y ecografía en varias zonas del cuerpo. Pudieron comprobar que no tenía lesiones internas, que solo eran heridas superficiales.
A los pocos minutos me subieron a planta y estuve reposando un rato. Comí y merendé allí. Justo después volvió el médico diciendo que estaba en orden y que ya podíamos marcharnos.
A los diez minutos, ya tenía quitado el gotero y los cables que me unían a esa cama; que entraban depresiones en dosis aumentadas en vena.
Bajamos hasta la planta baja y nos dirigimos al parking, donde Marcos había aparcado el coche. Me monté y se dirigió a mi casa. Estuvimos todo el trayecto en silencio. Él me miraba de reojo y yo observaba por la ventana, con la mirada perdida. Pensando y pensando que mi vida corrió peligro, que podría no haberlo contado o simplemente, que mi chico no hubiera llegado a tiempo. Decidí no pensar y obcecarme en ello. Sería lo peor para mí.
Sin darme cuenta, llegamos más pronto de lo normal. Había anochecido. La brisa se tornaba fresca, y pequeños remolinos de hojas, se movían en las aceras y carreteras. Un escalofrío recorrió mi nuca. Refrescando mi cara, con los ojos cerrados, comencé a andar.
Como si me supiera la calle de memoria, subí el bordillo de la acera sin abrir un ápice cualquiera de ellos.
Abrí el portal y subí las escaleras. Quería mantenerme lo suficientemente ocupada para no seguir pensando en el qué podría haber pasado. Seguí subiendo peldaño a peldaño, con la mirada perdida. Marcos detrás de mí sin decir una sola palabra. Llegamos a la puerta y adentré la llave en el cerrojo. La giré dos veces y sonó un click. Rechinó la puerta de entrada; y agolpándome la cara como un gran puñetazo, me regresó en un segundo toda la escena. Tan poco tiempo para recordar un suceso que duró años para mí, que sufrí lo insufrible y saqué valor de donde no la tenía. En ese momento necesitaba apoyo moral. Y aunque Marcos sería capaz de hacerlo, necesitaba una voz femenina en todo esto. Me acordé que hacía tiempo que no veía a Soraya. Decidí llamarla y hablar con ella de todo lo ocurrido.
Fui temblorosa hacia el salón, donde se encontraba el teléfono inalámbrico. Cuando iba a cogerlo, una voz tras de mí, me paralizó.
- ¿Qué se supone que haces?- preguntó serio Marcos. Aquello me extrañó, pues hace apenas unas horas estaba encantador conmigo. No lo entendía.
- Llamar a Soraya por teléfono- contesté de manera que sonase obvio.
- ¿Para qué?- siguió con el semblante firme.
- Pues para charlar. ¿Algún problema?
- Si- dijo cortante.
- ¿Cuál?- cuestioné incrédula
- Que no me da la gana que la llames- esta vez sonó con sequedad su respuesta.
- ¡Porque tú lo digas!- protesté. Me estaba poniendo de los nervios. Ahora necesitaba apoyo. Él sabía lo importante que era mi amiga para mí y la necesitaba. Y Marcos me estaba negando de su presencia.
- Sí, porque yo lo digo. Siempre que viene gente te pasa algo y ya estoy yo contigo- gritó. Me quedé helada con su repentino comportamiento, pero no me achanté tan fácilmente.
- Mira, ni tú ni nadie me va a decir con quien quedo o dejo de quedar. ¿Te ha quedado claro?
- Estoy harto de mirar siempre por tu salud. Cada vez que llamamos a alguien estás en peligro, así que llámala y olvídate de que existo- Se fue hecho una furia hacia la otra habitación, dando un portazo. No entendía su manera de reaccionar, ni qué le sucedía. Supongo que sería por los nervios y el estrés acumulado de estos días. Yo estaba muy enfadada con él y debería aprender que a mí no se me grita.
O_O le a dado un aire o algo a Marcos? Madre mia..pobrecilla...bueno seguro que lo arreglan y ella habla con soraya :)
ResponderEliminarMe encanta el capi espero pronto el siguiente eh.
Un besazo!^^
guapaa! me encantooo!! me dejas con la intriga a mi tb y con ganas d la segunda parteee. lo aces cada vez mejor tQ! =)
ResponderEliminarbuuff.. Ahora es un celoso aqueroso?? :$ Pobre chica, vaya hombre...
ResponderEliminarBea muy chulo el capi, y tiene razón Cris cada vez escribes mejor !! *____* Sois muy buenas ;)